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En Bolivia, gobernantes y gobernados vivimos con la sensación de parálisis, de estar enfangados por tiempo prolongado, sin saber cómo salir del pozo. No es una percepción reciente. Esto viene madurando en los últimos años, paradójicamente después de la pandemia, cuando la paralización fue global. Vivimos con la sensación de tener un presidente pasivo, un gobierno inactivo y un país detenido en medio de la crisis económica y sus derivaciones; la guerra política en el oficialismo y sus impactos; y los enormes peligros que se ciernen sobre el Estado y la democracia.
La crisis cambiaria, por ejemplo, cumple un año redondo este marzo de 2024 y no hay quién ponga solución al problema. La sensación de parálisis aflora… Los dólares no reaparecen en el sistema financiero después de haber fluido ininterrumpidamente por 38 años, desde 1985. Al margen de haberse instalado un mercado paralelo del dólar, la escasez se mantiene y las entidades financieras han vuelto en los últimos días al cuentagotas de la divisa estadounidense.
Ciertos bancos entregan hasta 100 dólares por día, otros lo hacen de manera interdiaria y hay algunos que dan sumas un poco más altas, pero semanalmente. La sensación de parálisis no renueva la confianza… Todo porque no están recibiendo dólares, en las cantidades mínimas necesarias, desde el BCB que hasta ahora no pone en marcha la emisión de los bonos en dólares a través de bancos privados como nuevo paso del plan para paliar la crisis cambiaria.
El acuerdo de 10 puntos firmado entre el Gobierno y el empresariado boliviano también está por cumplir un mes y los resultados están lejos de las expectativas generadas entre la opinión pública. La sensación de parálisis mantiene la incertidumbre… La liberación plena de exportaciones aún es discutida con los empresarios del agro cruceño; no hay señales del inicio de la subasta de diésel entre los grandes compradores a precios mayores que el subvencionado; y la promoción de la inversión privada para la instalación de plantas de biodiésel permanece en el terreno de los buenos deseos.
Se esperaba del presidente Luis Arce un liderazgo más dinámico y decidido en la conjura de la crisis económica por su profesión, su experiencia en política económica y su participación en la instauración del modelo estatista a partir de 2006, aunque hoy muestra signos de franco agotamiento; sin embargo, no se lo ve tomando decisiones y defendiéndolas como parte de una estrategia de verdadera recuperación. Se asumen medidas, sí, pero no buscan revertir el mantenido déficit fiscal, la subvención de carburantes, el fin de la era del gas y la caída de las reservas internacionales. La sensación de parálisis se vuelve frustración…
En el terreno político, el panorama no es distinto. Ya van casi tres años de guerra de facciones en el MAS y el costo no solo es interno con acusaciones de corrupción, protección al narcotráfico, traición al instrumento político y pésimo manejo de la economía. Uno de los impactos es el desmoronamiento de la institucionalidad democrática con la cooptación de los órganos de poder, la anulación del Legislativo con bochornos y maletinazos, y la creación de una criatura monstruosa en el Tribunal Constitucional a partir de los magistrados prorrogados y repostulados. La sensación de parálisis se transforma en alerta democrática…
Pero, esta extraña sensación también se convierte en desgaste político. En el caso de la pugna abierta entre el evismo y el arcismo, el bloqueo de los 16 días no solamente dejó 1.000 millones de dólares en pérdidas económicas para el conjunto del país, sino un notorio desgaste para ambos bandos en disputa porque el Gobierno quedó convencido de que Morales ya no tiene el peso político, orgánico y territorial que lucía cuando era presidente y su fuerza se ha reducido al trópico de Cochabamba, suficiente para paralizar la ruta medular del país, según la perspectiva del evismo.
En ese escenario, Morales se mantiene en pie y el arcismo sigue perdiendo oportunidades políticas para derrotar al enemigo interno, teniendo el poder estatal a su disposición.
La sensación de parálisis también produce olor… Quienes olfatearon la debilidad del gobierno de Arce, pese a la propaganda estatal, fueron las diputadas y diputados opositores y evistas que obtuvieron privilegios, cargos y seguramente sumas de dinero para apoyar la aprobación de los créditos externos después de las batallas campales en la testera y los pasillos de la Cámara Baja. El choquehuanquismo, a través del Pacto de Unidad, también olfateó, presionó y consiguió que Arce cumpla con entregarle parte de su gabinete si quiere respaldo de cara a las batallas definitivas como el Congreso Ordinario del MAS entre el 3 y 5 de mayo en El Alto.
El complejo proceso de selección de candidatos y elección popular de nuevos magistrados de justicia; la penetración del narcotráfico no solo en niveles estatales, sino en la sociedad misma; la falta de oportunidades para miles de jóvenes que están culminando sus estudios universitarios que no sean enrolarse en la burocracia nacional, departamental o municipal también son termómetros que miden esta extraña sensación de parálisis general que experimentamos los gobernados y que la reconocen nuestros gobernantes, aunque por otra extraña razón no parecen estar interesados en disiparla.