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Aunque a la vista del flamante D. S. No. 5303 ya apodado maldito u otros apodos de similar calibre por los demagogos de siempre, se están desgastando varios teclados y gargantas; escojo opinar al respecto, centrándome en la enorme hipocresía e impostura de muchos de sus flamantes críticos, recién salidos del clóset.
No es que pretenda que una decisión con esos “tsunamis” no sea criticable y peor sostenga sea perfecta o algo parecido; es más, su análisis, apoyo o critica acarrea el siempre saludable ejercicio de libertad de expresión tan bienvenida en una sociedad genuinamente democrática al tratarse de un tema de alto interés público.
Empero matices más o menos, todos sabíamos que tarde o temprano cualquier gobierno que administre el estado tenía no más que sincerarse con el estado del arte de ese estado, acabando con ese estilo de gobierno “en modo preste” que el populismo de todos los gustos le metió no mas en los últimos decenios: recolectar recursos -fruto del auge de los precios de algunas materias primas, etc- para luego chauchitarlos como en preste, es decir en modo chupa en canchitas, monumentos, elefantes azules, etc, todos, además, con corrupción de por medio: Ej. FONDIOC que sólo es la punta del iceberg.
Uno de sus peores sino la peor expresión de tal perversa lógica son los subsidios a los carburantes, que constituye sino el principal uno de los principales temas del flamante D.S. Pero a ver un cachito, ese lastre no sólo le podemos reprochar a los nefastos regímenes del MASallá (tirano de Orinoca y su cajero, luego kharinchado) sino a otros que también pasaron ¿Se acuerdan de quien introdujo el subsidio a los carburantes? Tal vez incluso con muy buenas intenciones, pero es indefectible que al final del día ese subsidio creció como bola de nieve populachera y terminó llevándose delante no solamente cualquier equilibrio y sostenibilidad fiscal, sino hasta al sentido común. El menos común de los sentidos.
REAGAN que no era santo de mi predilección, alguna vez dijo que: “La visión que el Gobierno tiene de la economía podría resumirse en unas frases cortas: si se mueve, impuestos; si se sigue moviendo, regulación; si deja de moverse, subvención”. No soy economista, pero lo poco que conozco y entiendo del tema de los subsidios podría resumirse con alguito de sentido común en que si bien pueden imponerse desde el mal necesario que es el estado hecho al buen ñato con buenas intenciones como fomentar el consumo de bienes y servicios en favor de sectores desprotegidos -si eso se puede en alguna medida controlar y medir-, mantener alguna ilusión de precios bajos e intentar controlar la inflación; al final del día, peor cuando se aplican en lapsos largos y/o permanentemente, generan altos costos y, como nada es “tisgra”, alguien tiene que pagarlos. Poniendo es.
Pues bien, damas y caballeros, ahí estamos. Los gobiernos que le metieron no más en modo preste, tarde o temprano tienen no más que pasar el sombrero por los quivudos de los organismos internacionales, gobiernos amigos y demás tíos ricos, pero… ellos no aflojan su abultada billetera por buenos changos, sino a cambio de los temidos ajustes fiscales que aunque no nos gusten y asusten a los demagogos de siempre que les tiemblan pues pierden sus beneficios y quedan en extrema evidencia, con matices que siempre aplican según cada realidad, acarean estos jodidos ajustes de cinturones y otras cosillas. «C’est la vie» no más, cumpas.
Lo desagradable en términos de hipocresía e impostura es que quienes se han beneficiado por chupa medias, tontos útiles u otras cuestiones de toda esa lógica y política apoyándola y exigiéndola -además de beneficiarse en alguna medida de ella- ahora salgan del closet y nos quieran mamar con que debiéramos seguir sine die con el derroche sin importar los resultados, harto evidentes además incluso para los fanáticos o hasta desubicados, para no escribir ígnaros. Llegó no más el momento de los “paganinis” y lo doloroso es que los más afectados como suele suceder son los más vulnerables. El gobernar como en preste derrochando en contentar aunque sea con espejitos de colores a los electores sin pensar en las próximas generaciones, traen al final del día esas jodidas consecuencias. “NADA ES GRATIS, PORQUE ALGUIEN SIEMPRE LO TIENE QUE PAGAR”. Antonella MARTY



