“Hasta que la dignidad se haga costumbre…”
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Finalmente y después de tres intentos, Gustavo Petro es Presidente de Colombia y su posesión fue transmitida en directo por la Cadena Caracol. Pudimos seguirla quienes tenemos un cariño especial por esa hermosa tierra y el entrañable pueblo colombiano.
Desde el punto de vista del periodismo al vivo, el trabajo impecable. Todas las aristas cubiertas, los comentarios sensatos y prudentes considerando la situación en que Petro no solamente es el primer presidente de izquierda en la historia de Colombia, sino porque hay todavía muchas heridas sin sanar.
El título de esta nota es parte del juramento de la Vicepresidente, Francia Marquez y es uno más de los muchos simbolismos de la posesión presidencial. Cinco segundos después de jurar, Petro dio su primera orden, que obligó a pausar la ceremonia popular de su posesión, “traigan la espada de Bolivar… “ y hubo que esperar hasta que una guardia de honor, traslade la reliquia que Ivan Duque se negó a entregar.
Recibió la banda presidencial de manos de la senadora María José Pizarro, hija del entrañable Carlos Pizarro, asesinado en 1990 en pleno proceso de desmovilización del M19, movimiento guerrillero al que también pertenecía Gustavo Petro. Pudimos ver la frase con que se lo recuerda..” que la lucha por la paz no nos cueste la vida”. A él le costó, para dolor de quienes tuvimos el privilegio de conocerlo.
A diferencia de otros países de nuestro continente, Colombia no tuvo un periodo de dictaduras militares pero ha vivido una guerra de décadas que generó situaciones tan dolorosas que todavía deben ser superadas, en los hechos y en la triste memoria de las víctimas.
Es el segundo país del mundo con mayor población en estado de desplazamiento como efecto de la guerra. Casi tres millones de colombianos, especialmente mujeres y niños, deambularon por su propio territorio, escapando de los excesos de la guerrilla, de los narcotraficantes, de los militares y de grupos delincuenciales que, aprovechando de la inestabilidad y de la guerra, hicieron lo suyo. Miles de niños, menores de 14 años, eran soldados y las niñas, mercancía de intercambio.
Es cierto que la violencia ha disminuido, pero las víctimas de más de 60 años de guerra, todavía no han sido resarcidas ni emocional ni políticamente. La posesión dejó ver que los colombianos y colombianas, todavía lloran esas pérdidas.
Colombia apostó por el cambio, como lo hizo Bolivia, Ecuador, Brasil, Chile, Venezuela incluso y, desde aquí, esperamos que Petro y su equipo, incluida la activista Francia Marquez, puedan leer adecuadamente, los resultados tan tristes de estos procesos de cambio que, al inicio e igual que en Colombia, nos generaban tanta ilusión.
Desde 1994, en Colombia los candidatos deben inscribir su propuesta programática en la Registraduría Nacional y, si salen triunfadores de la contienda electoral, sus propuestas se convierten en Planes de Desarrollo del país con obligatoriedad de ejecución y el riesgo de ser revocados por incumplimiento.
Las propuestas de Petro son ahora leyes nacionales, pero lo más importante, es que llega al poder con una larga historia de confrontación, guerra, miseria y víctimas. Ojalá que no lo olvide y cumpla con ese pueblo que merece no solamente paz, sino también mostrarle al mundo que son capaces de ser una “potencia mundial de la vida” como dijo en su discurso el Presidente del Congreso.