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Querido José María,
Qué triste saber que tu hijo casi muere porque tuviste que viajar doce horas para encontrar atención médica. Es una pena que el hospital cercano a tu pueblo esté vacío, sin equipo ni médicos, aunque fue construido hace cinco años.
Esto no solo te pasa a ti y es común en todo el país. El gobierno central decide construir hospitales sin pensar en cómo conseguir equipo y médicos. Lo mismo pasa con la planta procesadora de limón en tu pueblo, donde ni siquiera crecen limones. Así es como se toman decisiones desde el gobierno central en la Plaza Murillo. Eso se llama “centralismo”, para que nunca lo olvides.
Lo contrario se llama “autonomía”, que es cuando tu región puede tomar más decisiones por sí sola y la gente decide cómo resolver sus problemas y qué hacer con su dinero. Aunque se supone que tenemos autonomías, seguimos siendo controlados por el gobierno central. De cada Bs10, el gobierno central se queda con Bs9 y nos deja apenas Bs1 para más de 300 alcaldías, gobernaciones y universidades. Casi todo es para que lo gaste el gobierno centralista y muy poco queda para nosotros.
En Bolivia tenemos autonomías en papel que no funcionan. Se supone que las regiones pueden tomar decisiones importantes, pero el gobierno central no las deja, porque las autonomías han sido secuestradas en la Plaza Murillo. El gobierno central controla nuestros recursos, maneja todo el dinero y toma decisiones sin considerar nuestras necesidades. Esto crea una dependencia económica que nos limita. Las leyes actuales no permiten que las regiones gestionen su propio dinero ni recursos como mejor les parezca.
Dependemos del gobierno central para hacer proyectos locales. Esto genera burocracia y corrupción, retrasando obras y programas locales. Desde La Paz lo deciden todo para todos. Construyen hospitales sin personal ni equipos, empresas que no funcionan y caminos que no van a ningún lado. No saben lo que realmente necesitan las regiones porque ellos no viven ahí.
José María, si queremos ser libres como personas, las regiones también necesitan ser libres. De nada sirve ser libre en una región que está prisionera del gobierno central. La libertad también debe ser el respeto irrestricto al proyecto de desarrollo de las regiones.
Para lograrlo, hay que transferir competencias del gobierno central a las regiones. La mejor manera de reducir el tamaño del Estado es descentralizar su poder entre las regiones que así lo deseen.
Como parte de Bolivia, las regiones deberían poder hacer sus propias leyes, manejar su economía y administrar sus servicios públicos. Esto haría al gobierno más eficiente y cercano a la gente, adaptándose mejor a sus necesidades. Además, la competencia entre regiones llevaría a mejores políticas y prácticas, haciendo que cada región quiera ser mejor que las otras.
Las regiones también podrían gestionar sus recursos naturales beneficiándose directamente de ellos y reinvirtiendo en el desarrollo local, además de mejorar sus sistemas de educación y salud, ayudando directamente a su gente.
José María, con una auténtica autonomía ya habrías tenido un hospital más cerca y tu hijo no habría sufrido tanto. Por eso, en las próximas elecciones, recuerda votar por ti y por tu gente. Vota por una autonomía de verdad.