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La culpa es del otro si algo les sale mal. Entre esos tipos y yo hay algo personal. Así escribe el gran Joan Manuel Serrat en este himno de las protestas contra los políticos corruptos, algo que me resonó profundamente en los últimos días dado lo que atraviesa nuestro amado país en las últimas semanas. Con una maestría única, retrata un comportamiento recurrente de nuestros gobernantes, no importa de qué color o ideología se disfrace; juegan con cosas que no tienen repuesto, las que detallaré a continuación, siempre buscando un culpable más allá de ellos mismos, lo cual los convierte verdaderamente en enemigos en el terreno de lo público.
¿Cuáles son estas cosas que no tienen repuesto con las que juegan estos tipos? Para mí son 4, las mías, las que me generan algo personal contra ellos, quizás para otros sean otras. La primera es la corrupción, madre de todos los problemas no solo de nuestro país, sino de todo nuestro continente. Esa corrupción que se ve claramente cuando te toca hacer un trámite cualquiera, que se ve en algún negociado en alguna compra mayor del Estado, pero también en aquel que se aferra al poder de una manera absurda pretendiendo seguir gobernando desde una cárcel. Eso también es corrupción. Jugar con esto no tiene repuesto porque se convierte en cultura. Hoy en día no nos produce ningún rechazo ver que nos roban descaradamente y lo asumimos como algo normal.
La segunda es la penetración del narcotráfico en todas las esferas de la sociedad civil. Este es un mal endémico de nuestra Bolivia desde hace más de 50 años; somos uno de los pocos países del mundo donde se produce la hoja de coca, principal insumo para la cocaína. Sin embargo, el crecimiento extraordinario que ha tenido la producción y el precio han convertido que nuestro país sostenga su economía en esta actividad ilícita, generando hoy toda una nueva categoría social: aquellos dedicados al blanqueo de dinero de este negocio. Ni que se diga de la presencia de grupos paramilitares, asesinato de policías y una larga lista de sucesos propios de una película de gánsteres.
La tercera es la persecución política. No solamente judicial, que es hoy el modus operandi principal del partido en el gobierno, sino también la cultura de la cancelación, como se la ha venido a llamar recientemente. Es la falta de tolerancia al que piensa distinto denigrándolo, atacándolo, desde atentar simplemente contra su salud mental o inclusive hasta su integridad física. Parte de esa lógica maniquea de la acumulación política que lo único que hace es demostrar la pobreza de ideas dentro de sus huestes. Esa lógica convierte al adversario en un ser que nunca debió haber nacido, que no tiene la capacidad intelectual para atarse los zapatos, mientras ellos son iluminados por los dioses de la intelectualidad y las profecías. Evidentemente, esto parte de una educación tolerante desde los núcleos de la familia y la escuela. Es cierto que no se aprende ni leyendo 20.000 libros, pero el haber llevado esto al nivel de la persecución judicial y física es pura responsabilidad de aquellos en los puestos de liderazgo del gobierno.
Y la cuarta, la mala administración económica. La que vemos en este último año de una manera muy clara, pero que es parte estructural de la administración pública. Es insostenible, a los ojos de cualquier administrador, vivir gastando más de lo que se genera. Juegan con las expectativas de la población y, lo peor de todo, no escuchan sugerencias de otros porque siguen en la lógica maniquea. Vivimos en un contexto de crisis económica muy profunda, de la cual en el pasado nos salvaron los recursos naturales y hoy nos mantiene respirando la economía informal, de la cual solo se puede intentar salir aunando los esfuerzos de todos aquellos que pueden tener algo que aportar. Pero no, o estás con ellos o no estás.
Dado el diagnóstico de los síntomas de nuestra enfermedad, ¿cuál es el tratamiento? La respuesta sencilla es desterrando la corrupción con castigos duros y una justicia independiente, que frene la persecución y persiga al narcotráfico y, finalmente, con una lógica de administración que incorpore todas las visiones para generar unidad. Suena fácil, pero no lo es, porque las verdaderas soluciones pasan por dos grandes hitos: una renovación total de los liderazgos políticos y un trabajo profundo en cultura ciudadana.