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El que impuso el apodo de El Jefazo fue el periodista argentino Martín Sivak, quien con ese título –El Jefazo– publicó el año 2008 la que se supone es la biografía más completa del expresidente, Evo Morales.
Como todo esfuerzo biográfico que se emprende cuando el personaje todavía está vivo, Sivak arriesgó a que el tiempo se encargara de corregir e incluso editar, sin su autorización, no pocas páginas en las que el autor posiblemente transitó por la elegía antes que por un acercamiento crítico a la vida de un personaje público que siempre fue polémico.
Para escribir la biografía del ascenso al poder del líder “indígena” y cocalero, Sivak pasó largas temporadas junto a Morales, conversó con él durante muchas horas y posiblemente, también, hizo de la vista gorda cuando el personaje real no se acomodaba al modelo político que buscaba o también cuando las circunstancias eran incómodas” en las seguramente frecuentes noches de juerga sindical.
Recién, el periodista argentino que llegó a Bolivia de mochilero a fines de los años 90 y que escribió por encargo un libro sobre el asesinato del general Juan José Torres, que luego fue utilizado como guion de los ataques de la oposición en los primeros días de gobierno del expresidente Hugo Banzer, insinuó que hay aspectos de la personalidad de Morales que lo decepcionaron.
Está admisión llegó simultánea a las denuncias de estupro que golpearon al exmandatario y que significaron muy probablemente el principio del fin de su trayectoria política.
Como Sivak, que comenzó a marcar distancia luego de casi dos décadas de amistad e incondicional admiración, muchos otros optaron por seguir el mismo camino, ya sea porque eligieron un nuevo liderazgo como vehículo que asegure la reproducción del poder o sencillamente porque no hay modelo en crisis sin ídolo en desgracia.
La caída en realidad comenzó hace tiempo, cuando los primeros síntomas de la crisis aparecieron en la economía, allá por el año 2016, pero se maquillaron gracias al boom de ingresos que había tenido el país en prácticamente toda la década anterior. Fue en esa época que comenzó a gastarse más de lo que ingresaba. Era cosa de tiempo llegar al punto irreversible de quiebre.
La economía no acompañó más al discurso y la narrativa perdió aceleradamente la eficacia. Por eso y por otras causas más, Morales llegó a las elecciones de 2019 más golpeado e inseguro, y tuvo que optar por el camino del fraude para preservar un poder que se le iba de las manos.
Acorralado por una sociedad agotada tras años de autoritarismo, abuso y estafa, Morales renunció entonces a la presidencia y huyó a México, antes de establecerse en Argentina (2019), cuyo gobierno, presidido por Alberto Fernández, no solo le otorgó un lujoso asilo, sino que le toleró más de un exceso, del que fue testigo el propio Sivak, dedicado en esos días a la preparación de un nuevo libro, “Vértigos de lo inesperado: Evo Morales: el poder, la caída y el reino”, tras cuya publicación dijo sentirse decepcionado, entre otras cosas, porque su amigo “no supo internalizar la gravedad de ciertas acusaciones”.
El relato de Sivak se centra en el líder transitoriamente derrotado, pero arropado por una teoría, la de un inexistente golpe de Estado, que le permitió transitar por la información internacional como una víctima y asegurar el respaldo de los movimientos de izquierda en Latinoamérica –México, Venezuela y Argentina, sobre todo–, dispuestos a aportar a la ficción de una asonada parecida a las que durante toda la década de los años setenta terminaron con gobiernos “populares”.
Como el propio Sivak lo reconoce, Morales era más popular y gozaba de mayor respaldo fuera del país que dentro e incluso alude a encuestas de fines de 2020 en las que el exmandatario aparecía con números que lo obligaron a mantenerse alejado de la campaña electoral de su delfín, Luis Arce Catacora, para no perjudicar su desempeño.
Morales esperaba que Arce fuera solo un accidente político necesario, una pausa en su eventual camino de retorno al poder. El autor de El Jefazo asegura que en Arce hubo “deslealtad” y hasta “ingratitud” solo porque quiso “autonomizar” su gestión, darle un perfil propio, diferente al de su antecesor y que fue ahí que ambos comenzaron a pensar en la candidatura de 2025, el origen de todos los males.
El relato no recoge el proceso por estupro y obviamente no toca el fallo del Tribunal Constitucional –no son los tiempos del libro– que cerró definitiva e inapelablemente el camino de Evo Morales a una nueva reelección.
Los tiempos políticos son vertiginosos. Del otro lado del poder está el vacío. Detrás del héroe también está el villano y la historia ofrece siempre nuevos capítulos, por lo general inesperados, a las viejas biografías. En este caso podría ser un anexo, con un título más bien lapidario: la caída del Jefazo.