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La corrupción desvergonzada, origen común, de los Estados fallidos

Ciro Añez

Escritor

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Los países que están en constantes crisis (de toda índole), en caos y en decadencia, son principalmente aquellos que adolecen de corrupción generalizada y desvergonzada, sociedades que se acostumbraron a creer de que el dinero lo es todo, así que abundan los que prefieren ser arrogantes delincuentes hipócritas y sinvergüenzas  (corruptos, mafiosos, narcos, contrabandistas, lavadores de dinero, estafadores, evasores, bribones habituados a burlarse de lo lícito y ético, etc.) porque obtienen de forma rápida enormes cantidades de dinero sucio, dándose ínfulas de genios para los negocios, grandes emprendedores y usan absurdas “etiquetas” para camuflarse, de que son supuestamente “prósperos”, “felices” y “decentes”.

La semilla de la corrupción es la mentira y el engaño. De esa manera, se multiplican los rufianes, que, a punta de coima o soborno a funcionarios, logran dilatarlo todo y escaparse de la ley, para continuar luego delinquiendo, engañando y perjudicando a más personas sin resarcirles los daños que les ocasionan.

Los funcionarios corruptos, optan por recibir dinero del delincuente y, no les importa para nada, en verdad, actuar probamente y es más hasta presionan o buscan que las víctimas también se hagan corruptas, para que obtengan lo que por ley, a ellas les corresponden (en otras palabras, las víctimas deben no sólo luchar contra su agresor sino también contra el sistema corrupto, hasta lograr materializar sus derechos, entre ellas, las de tutela efectiva, si es que antes, no se extinguió sus posibilidades debido al sabotaje de las dilaciones indebidas). De allí que, para el maleante, un sistema corrompido, les resulta favorable, impune y rentable, destruyendo maliciosa y perversamente su propio país.

Ese raudal de gente facinerosa que se enriquece de la mentira y del engaño, finalmente acaba destruyendo su propio país, muestras de ello, hay muchas, por ejemplo, Yemen, Haití, Venezuela, entre otras más (fuente: informes de Transparencia Internacional, International Crisis Group, Human Rights Watch).

Una de las formas de exteriorización de la mitomanía es la adulteración, la exageración, fabricar show o escándalos, el boicot, la manipulación, las restricciones encubiertas o disimuladas, etc., tendiente a la normalización del vicio, de la mentira sin ningún escrúpulo, acompañada de la indiferencia de los ciudadanos, siendo una antigua estrategia que ataca la inteligencia y la voluntad, siendo un proceso lento y sistemático para denigrar moralmente a una sociedad.

Estados fallidos son países donde la impunidad campa a sus anchas, cada vez más empobrecido, víctima de las constantes rencillas entre la clase política y dominado por la violencia en sus diferentes variedades e intensidades, donde la corrupción, la manipulación, la violencia institucional y una pobreza secular son las señas de identidad de un territorio ingobernable.

Otra de las claras coincidencias en los Estados fallidos, además del abuso de poder, la inseguridad jurídica y la desconfianza total, es que acaban siendo países con pueblos “histéricos”, que viven quejándose permanentemente pero nunca están dispuestos ellos mismos a cambiar para bien, y continúan replicando sus malas prácticas por generaciones y la dignidad humana se atropella impunemente.

De nada sirve, tan sólo quejarse, si no se desea cambiar auténticamente para bien. De nada sirve, que la gente hable de moralidad y ética, si en los hechos, piensan y hacen todo lo contrario. La corrupción es indomable cuando esta se constituye en la moneda corriente de la propia gente.

Hay que ver los hechos y no sólo lo que la boca diga o el pulso escriba teóricamente, menos aún, perder el tiempo distraídos y entretenidos en la chamuchina, en los dimes y diretes.

Por culpa de los corruptos y esa histeria colectiva, podríamos perder un país y sucumbir en Estados totalmente fallidos, con institucionalidad absolutamente destrozada, como los hay varios en el mundo, y todos ellos tienen como origen común: la “corrupción generalizada y desvergonzada” con pueblos histéricos que en la praxis son hipócritamente condescendientes con la corrupción y que viven en la “loca letanía”, de quejarse pero nunca estar dispuestos a cambiar para bien, máxime si locura es hacer lo mismo una y otra vez y esperar resultados diferentes.

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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