La crisis de los partidos
En las elecciones de Brasil, Lula recibió el apoyo de Fernando Henrique Cardoso del PSDB, su tradicional rival. En la segunda vuelta todos los partidos, la mayoría de la prensa, los centros académicos, los artistas, se unieron para enfrentar a Jair Bolsonaro, que obtuvo un 49% frente al 51% de Lula. Es obvio que ha terminado el sistema de partidos al que estuvimos habituados desde el fin de la dictadura. Los únicos países de la región en los que los partidos antiguos mantienen vigencia son Paraguay, por su historia peculiar y Uruguay, el país culturalmente más europeo de América Latina, en el que los presidentes y políticos mantienen relaciones civilizadas, y no se dedican a persecuciones y peleas personales. Lo ocurrido en estas elecciones argentinas se inscribe en esta corriente general de cambio.
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En las elecciones de la semana pasada Javier Milei obtuvo un triunfo contundente superando a Sergio Massa por 56% a 44%. Consiguió el mejor resultado en este período democrático, superando al obtenido por Cristina Kirchner en 2011, cuando alcanzó el 54%. Milei ganó en veinte de los entes electorales del país. Massa solamente lo hizo en las provincias de Buenos Aires, Chaco, Formosa y Santiago del Estero. De éstas, la más importante en términos cuantitativos es la de Buenos Aires, en donde su triunfo fue más reducido de lo que esperaba, 51% a 49%.
Algunos analistas esperaban que Massa logre una ventaja contundente que le permita nivelar la derrota que se veía venir en el resto del país. Decían que debía conseguir una ventaja de al menos 14 o 16 puntos, pero esa meta era imposible. La provincia de Buenos Aires ha sido una de las principales bases del peronismo y del kirchnerismo, pero nunca le dio una mayoría abrumadora: Kicillof hizo una gran elección para gobernador, pero solo consiguió el 45% de los votos. En 2011 Cristina Kirchner obtuvo en el país 54% frente a Hermes Binner con 17%, ganó en casi todas las provincias y, sin embargo, en Buenos Aires llegó solo al 55%. Massa para ganarle a Milei con 16 puntos necesitaba superar el 58%, algo que el peronismo no consiguió ni en su mejor momento.
En la primera vuelta Massa pudo ganar la presidencia. Obtuvo 37% de los votos y se quedó a 3 puntos del 40% que le podía permitir ser presidente. Probablemente debió jugar todas sus cartas para ganar en una sola vuelta porque en la segunda, los electores de quienes quedaron excluidos, iban a votar fácilmente por Milei, porque habían demostrado su antikirchnerismo respaldando a Patricia Bullrich (24%) y Juan Schiaretti (7%). En la sociedad líquida, los dirigentes no son dueños de los votos de la gente. Los dos finalistas se empeñaron en buscar el apoyo de líderes de los partidos derrotados, pero eso era inútil. Con la excepción de Milei, que se relacionó naturalmente con la gente común a lo largo de la elección, los políticos argentinos tienden a hacer juegos de cúpula que son poco eficientes. Digan lo que digan Macri, los radicales, o Schiaretti esos electores iban a votar a Milei.
Éste es el único país del mundo en el que la Iglesia Católica se comporta como un partido
Tampoco consiguió demasiados votos otro partido que jugó en la campaña, la estructura de la Iglesia Católica. Éste es el único país del mundo en el que se comporta como partido: el Papa llamó “Adolfito” a Milei para pegarlo a Hitler, los curas villeros lo exorcizaron con una misa, en la mayoría de las parroquias hicieron proselitismo. Incluso después de la elección hubo curas que amenazaron con represalias a los feligreses que votaron por Milei. Pero el poder tiene atractivo, en cuanto se conoció el triunfo, Bergoglio llamó a Adolfito. No lo hizo hace años con el oligarca Macri al que consideraba reaccionario.
La actitud de muchos analistas argentinos recuerda a la que tenían bastantes mexicanos cuando ganó las elecciones Vicente Fox. Con una u otra denominación, el PRI gobernó México desde que se produjo la revolución. Con la elección de Álvaro Obregón en 1920 se instauró una de las democracias más antiguas del continente después de la norteamericana. Por más de un siglo, todos los presidentes fueron elegidos, cumplieron su período constitucional, nunca hubo un golpe militar, la intervención de la Iglesia en la política mexicana es inconcebible. El control del PRI sobre la Cámara de Diputados, del Senado y en las gobernaciones fue total.
El año 2000 el PAN ganó las elecciones, y se mantuvo en el poder dos sexenios, hasta que el PRI volvió al poder con Enrique Peña Nieto. Fue su última llamada. En el 2018 ganó la presidencia Andrés Manuel López Obrador y Morena consiguió una amplia mayoría en las dos Cámaras del Congreso y en las gobernaciones de los estados.
Parecía imposible pensar en México sin la hegemonía del PRI, así como algunos creen que Argentina es inconcebible sin el peronismo. Este año se aliaron todos, el PRI y el PAN y el PRD, y tienen juntos una buena candidata, con pocas posibilidades de éxito.
Menciono en primer lugar a México, porque es el país más institucional de la región y tiene una democracia consolidada. Solo es más antigua la de Colombia, gobernada desde hace más de un siglo por el Partido Liberal y el Conservador, que sin embargo, no llegaron a la segunda vuelta en 2022, cuando pasaron el exalcalde de Bogotá Gustavo Petro y el anónimo Rodolfo Hernández. Petro tiene un rechazo masivo de la población, es poco probable que tenga un sucesor de su tendencia, pero nada asegura que volverán los partidos del pasado. Si quieren hacerlo tendrán que replantearse todo desde la base. La revolución tecnológica es para los partidos políticos de la región y de Occidente, más mortal que el vih para los humanos.
Milei llega al Congreso con una minoría débil, que lo pone en manos de la “casta”
Durante años de estabilidad política, se alternaron en el poder del Salvador, el Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional y Arena, que volaron por los aires con el triunfo del periodista Nayib Bukele elegido sin el respaldo de un solo legislador, pero que ha asumido los poderes absolutos.
En Venezuela AD y Copei gobernaron durante décadas proyectándose como modelo europeo para las democracias latinoamericanas. La Democracia Cristiana y la Socialdemocracia alemanas hicieron una inversión enorme, fundaron institutos de formación, publicaron libros, revistas, parecía que América Latina se “civilizaría” con los liderazgos de Frei, Caldera, Carlos Andrés Pérez. En 1999 ganó las elecciones un coronel golpista que avanzó sobre el Estado e impuso una nueva dictadura militar. Nada queda de los grandes partidos que iban a encabezar una América Latina democrática.
La lista de los partidos que se extinguieron en este siglo es norme. En Perú ganó las elecciones Pedro Castillo, de un grupo con ideología de izquierda informe. Poco queda de Acción Popular y también del APRA que fue uno de los partidos más grandes y organizados de América Latina. En Chile encabezaron los resultados Gabriel Boric, José Antonio Kast y Franco Parisi. La Concertación de centroizquierda y la derecha liderada por Sebastián Piñera no llegaron a la segunda vuelta. En Ecuador la Izquierda Democrática y el Partido Socialcristiano tampoco estuvieron en la segunda vuelta. El primero está casi extinguido y el segundo tiene un bloque legislativo que le permite estar en la coalición de gobierno.
En las elecciones de Brasil, Lula recibió el apoyo de Fernando Henrique Cardoso del PSDB, su tradicional rival. En la segunda vuelta todos los partidos, la mayoría de la prensa, los centros académicos, los artistas, se unieron para enfrentar a Jair Bolsonaro, que obtuvo un 49% frente al 51% de Lula. Es obvio que ha terminado el sistema de partidos al que estuvimos habituados desde el fin de la dictadura.
Los únicos países de la región en los que los partidos antiguos mantienen vigencia son Paraguay, por su historia peculiar y Uruguay, el país culturalmente más europeo de América Latina, en el que los presidentes y políticos mantienen relaciones civilizadas, y no se dedican a persecuciones y peleas personales.
Lo ocurrido en estas elecciones argentinas se inscribe en esta corriente general de cambio. Milei supo interpretar, en Argentina, los sentimientos de la mayoría de latinoamericanos que mandó a retiro a casi todos los partidos del continente. Sus actitudes y propuestas, atrajeron la votación de miles de electores que están cansados de los partidos tradicionales y buscan una alternativa nueva.
Como ha ocurrido con los otros presidentes elegidos en estos años, llega al Congreso con una minoría demasiado débil que le pone en manos de lo que llamó “la casta”. Muchas de sus propuestas, que le llevaron al poder tendrán que ser olvidadas o enviadas a una caja de espera infinita. La dolarización sucumbirá frente a los financistas que usan el sistema vigente para enriquecerse, otras tesis que chocan con intereses concretos tendrán que olvidarse en nombre del realismo.
Pero Milei tiene legitimidad para llevar adelante sus propuestas. Es antidemocrática la actitud de las organizaciones sociales y sindicales que han empezado a movilizarse para impedir que gobierne. No es posible que dirigentes de instituciones que viven de la explotación de los que reciben planes sociales, se movilicen para proteger sus negocios, combatiendo a un presidente elegido democráticamente. Una amplia mayoría eligió a este presidente.
Hay abusos que es necesario detener porque son causa de la quiebra del país. Mientras COPA, la aerolínea de bandera de Panamá, produce enormes recursos y posibilidades de desarrollo para su país, al mismo tiempo que su dueño es el empresario más rico de Centroamérica, Aerolíneas Argentinas necesita que los argentinos le regalen un millón de dólares diarios para cubrir un déficit absurdo. Los dirigentes de ese abuso dicen que darán la vida con tal de seguir explotando al Estado. No lo harán. Buscarán ocupaciones rentables que, de resultar bien los planes de Milei, serán posibles en una Argentina que se desarrolle.
La democracia es un sistema cuyo corazón está en la alternabilidad. Milei recién está empezando su período y hay que esperar para ver qué hace. Tiene las contradicciones propias de quien es nuevo en la política y aprende que lo que se piensa desde la oposición no siempre es posible, porque existen instituciones y porque, en esta época hay gente irascible que quiere participar, busca ventajas para sí mismo y puede desilusionarse del nuevo presidente si parece que ha entregado el gobierno a quienes descalifican sus tesis.
En cuanto al peronismo puede caer en una crisis terminal si no analiza con frialdad la circunstancia que vive. El kirchnerismo fue un izquierdismo artificial que tomó la dirección de un movimiento corporativo de derecha. Ni Cristina ni sus colaboradores fueron de izquierda. Con los fondos que sacaron del Estado nunca compraron metralletas, sino coches de alta gama y carteras Louis Vuitton. El peronismo debería replantear su camino olvidándose de la humorada nac & pop.