La debacle del autoritarismo chavista
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Preocupa a los regímenes autoritarios de Latinoamérica constatar que la marea popular libertaria es inagotable y mientras transcurre el tiempo crece la deslegitimación social del populismo. No mermaron las manifestaciones multitudinarias a pesar del éxodo masivo de ocho millones de venezolanos que huyeron del hambre y la ruina económica del país —que perdió un 80% de su PIB según el FMI— por los ineficientes y corruptos gobiernos de Chávez y Maduro. Continua la valerosa lucha por recuperar la democracia.
El chavismo creyó que convocar a elecciones generales para este 28 de julio era un trámite más de su periplo en los 25 años que usufructúa del poder. A escasos días del verificativo electoral, la empresa de encuestas Delphos afirma que Edmundo Gonzales, candidato de la unidad opositora alcanza el 59,1% de la preferencia ciudadana y Maduro escasamente llega al 24,6%. Esta sorpresiva brecha de 35 puntos es la que quita el sueño y desespera al oficialismo, que decidió acrecentar la represión y el discurso de amedrentamiento con la consigna de “guerra o paz”.
Las elecciones repercutirán más allá de sus fronteras. La derrota de la dictadura venezolana sería el arrinconamiento de otros regímenes en la región; los autoritarismos de Cuba, Nicaragua y Bolivia quedarían muy expuestos y debilitados políticamente. La influencia de Rusia, Irán y China disminuiría y representará un revés geopolítico muy serio a la penetración económica que el régimen chino inició hace décadas en Latinoamérica.
Por estas razones los presidentes Petro de Colombia y Lula de Brasil, decidieron implicarse personalmente, buscan que la transición venezolana no sea una debacle política para los integrantes del Foro de Sao Paulo. Presionan para que los candidatos se comprometan a respetar los resultados y con ello garantizar la “amnistía y justicia transicional” menos punzante. Hasta la transmisión del mando el 10 de enero de 2025 hay un espacio extenso de seis meses.
Los venezolanos oscilan entre la esperanza democrática del cambio y la incredulidad de que vayan a efectuarse elecciones limpias y respetarse El Acuerdo de Barbados, referido a garantías electorales y derechos políticos, del que Estados Unidos es un atento vigilante. Su incumplimiento conllevaría reponer las sanciones norteamericanas y europeas al maltrecho régimen de Maduro.
A los autoritarismos electorales solo les interesa cumplir el rito de la emisión del voto en los comicios generales, carecen de principios y valores, no creen en la democracia, desprecian los Derechos Humanos, las libertades ciudadanas y la separación de Poderes. Pese a estos riesgos la Plataforma de Unidad de los partidos políticos y organizaciones venezolanas decidieron optar por el reto electoral; eligieron un candidato independiente y creíble representado en Edmundo Gonzales, y respaldaron el valiente liderazgo que María Corina Machado imprimió a esta cruzada democrática.
Anhelamos la reconstrucción de Venezuela y quedamos pendientes de este histórico desenlace para el futuro de la libertad y concordia en Latinoamérica.