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En las elecciones generales del 17 de agosto ningún partido o alianza política logrará la mayoría absoluta para llegar a la presidencia y vicepresidencia de la república y gobernar con cierta tranquilidad. Que se haya acabado la hegemonía del MAS, no significa que el bloque populista no pueda aglutinar a las fracciones de Eduardo Del Castillo, Andrónico Rodríguez, Eva Copa, y Evo Morales. Que ningún partido o alianza tenga la musculatura suficiente para imponerse en las urnas, obligará a reeditar lo que se conoce como la “democracia pactada”.
La Constitución de 1967 establecía una elección de segundo grado, que se realizaba en el Congreso Nacional, en caso de que ninguno de los candidatos a la presidencia y vicepresidencia de la república obtuviera la mayoría absoluta de la votación popular. Esta modalidad permitió que, a fin de alcanzar esa mayoría, se llevaran a cabo acuerdos interpartidarios porque no existía la segunda vuelta electoral. Tal como puede ocurrir ahora, pese al alto porcentaje de votación obtenido por el candidato favorito, no alcanzará la mayoría necesaria para obtener el primer lugar y triunfar. La segunda vuelta electoral, reconocida en la Constitución de 2009, fue motivo de intensos debates en el país entre quienes propugnaban la segunda vuelta y los que sostenían la conveniencia de la elección congresal. Se impuso la segunda tesis y se corrigió esta deficiencia y fue además el factor determinante para la democracia pactada en Bolivia.
Las dictaduras militares le dejaron un presente griego a la democracia y a la UDP (léase crisis económica y la hiperinflación nunca antes vista), y como la situación política se salió de control, el presidente Hernán Siles Zuazo (1982-1985) tuvo que renunciar un año antes de que concluya su mandato constitucional. Esta experiencia sirvió para que los partidos tradicionales busquen acuerdos, que permitan la gobernabilidad y resolver en forma conjunta los problemas estructurales. Aquella práctica permitió modernizar y humanizar el sistema político boliviano, generar una convergencia hacia un centro democrático y minimizar el antiguo y enconado antagonismo entre las denominadas izquierdas y derechas.
La coyuntura actual es tan parecida a la que había el 10 de octubre de 1982, cuando se reconquistó el sistema democrático. La “democracia pactada” se impuso entre octubre de 1985 (cuando se firma el Pacto por la Democracia) y octubre de 2003 (cuando se produce la caída de Sánchez de Lozada). A lo largo de esos 18 años hubo acuerdos políticos interpartidarios, que buscaban y consiguieron garantizar la gobernabilidad y Bolivia se convirtió en un país estable en lo económico y político, sin presos, exilados ni perseguidos por pensar diferente. El primer acuerdo tuvo lugar entre el MNR de Paz Estenssoro y Acción Democrática Nacionalista de Hugo Banzer Suárez, que se llamó, precisamente, el “Pacto por la Democracia”.
Un hecho destacado durante esta época fue la aparición de partidos indígenas en la escena política boliviana. El Movimiento al Socialismo (MAS) del dirigente cocalero Evo Morales Ayma y el Movimiento Indígena Pachacuti (MIP) del dirigente aymara Felipe Quispe Huanca, serían los nuevos protagonistas políticos que le movieron el piso a los partidos tradicionales. Su aparición cambió la forma de hacer política ya que ellos no necesitaron aliarse con otros de raigambre urbana para obtener la votación que lograron hasta el 2005. Estos partidos y los movimientos sociales abrieron la posibilidad de que el país pueda cambiar las élites tradicionales.
La ley Electoral otorgó facilidades a las organizaciones políticas, y surgieron nuevos partidos, como Acción Democrática Nacionalista (ADN), cuyos cuadros directivos procedían del entorno de la antigua dictadura militar del general Hugo Banzer. También surgieron los partidos populistas: Conciencia de Patria (CONDEPA) fundado por el folklorista y comunicador Carlos Palenque Avilés y Unión Cívica Solidaridad (UCS) cuyo fundador y jefe fue el empresario cervecero Max Fernández Rojas. Lo propio hizo Antonio Araníbar Quiroga, que se desprendió del MIR para fundar el Movimiento Bolivia Libre (MBL). En el último tramo de la democracia pactada, aparece Nueva Fuerza Republicana, fundada por el ex capitán de Ejército y alcalde de Cochabamba, Manfred Reyes Villa.
La reedición de la democracia pactada parece inevitable e impostergable en el nuevo escenario político nacional.