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La destitución de Juan Guaidó y el último clavo al ataúd de la oposición venezolana

Alejandra Martínez sostiene que la oposición democrática venezolana está hoy más atomizada que nunca y probablemente acaba de atravesar uno de sus peores momentos en sus casi 25 años de historia.

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Por Alejandra Martínez1

El 30 de diciembre de 2022 se hizo oficial la finalización de la presidencia encargada de Juan Guaidó, la cual asumió desde 2019, cuando más de 50 países del mundo lo reconocieron como presidente legítimo de Venezuela ante el fraude electoral cometido por Nicolás Maduro en las elecciones presidenciales de 2018.

En aquel momento, la oposición democrática venezolana, conformada por la bancada mayoritaria de partidos políticos de oposición en la Asamblea Nacional, las organizaciones de la sociedad civil, los gremios profesionales e intelectuales, las universidades y la academia, el sector privado, los medios de comunicación independientes, etc.; valiéndose de una interpretación de un artículo de la Constitución venezolana, dieron soporte y contenido a un instrumento sui generis al cual se le llamó “interinato”.

En su momento, se pensó que el interinato sería el catalizador que propiciaría una transición democrática en Venezuela mediante un “mantra” de tres pasos: 1) cese de la usurpación, 2) gobierno de transición y 3) elecciones libres. Sin embargo, atendiendo a la teoría política más elemental, al no contar con el apoyo de las Fuerzas Armadas venezolanas, pronto el interinato entró en un proceso de desgaste tanto en la cristalización de sus objetivos como en la aprobación de los venezolanos, que necesitaban desesperadamente una salida a la profunda crisis humanitaria de aquellos años.

A esto se le suma el “viraje” geopolítico que ha tenido la región en este último ciclo electoral 2021-2022, que llenó al continente de gobiernos que están dispuestos a convivir con la tiranía de Maduro y que de hecho pretenden lavarle la cara internacionalmente, sembrando la idea de “apertura” de un supuesto retorno a la gobernabilidad con la oposición y de estabilización económica.

Para colmo, la invasión de Rusia a Ucrania en febrero de 2022 hizo que apenas un mes después la administración de Joe Biden se replanteara su estrategia hacia Venezuela y buscara apaciguar las tensiones diplomáticas con Maduro para asegurar suministro de petróleo a Estados Unidos en medio de una crisis económica y de probable escasez de combustible en la potencia del norte.

Todos estos eventos presagiaban el fin del interinato, que en los últimos años se terminó convirtiendo en un instrumento de canalización de ayuda exterior y de resguardo de activos del Estado venezolano en el extranjero, por lo que no es de extrañar que el pasado 4 de enero, el Departamento de Estado afirmara que “acogen favorablemente el acuerdo entre la Asamblea Nacional y Juan Guaidó”, es decir, que refrendan su destitución como presidente interino de Venezuela.

Cabe destacar que este recuento no pretende ser un análisis exhaustivo de los arreglos jurídicos y constitucionales, ni tampoco un estudio de la juridicidad y legitimidad del interinato ni de su remoción en 2022. Creemos que en los últimos días se han dado sendos análisis jurídicos y constitucionales por excelentes juristas venezolanos que merece la pena revisar, pero que exceden el sentido de este escrito, que se centra mucho más en lo político, tratando de entender el entramado de intereses e incentivos domésticos y foráneos que motivaron estos eventos, además de los posibles escenarios en el corto y mediano plazo para Venezuela en tanto actor regional.

De manera que, dicho esto, la gran pregunta es cómo quedan las perspectivas para una transición democrática en Venezuela, que cada día se ve más lejana en el horizonte. Lo cierto es que, contrario a lo que sostienen muchos dirigentes opositores en Venezuela, de que la destitución de Juan Guaidó abre el abanico a nuevas posibilidades para enfrentar a la tiranía de Nicolás Maduro, realmente lo que hace es darle el tiro de gracia a un ciclo que se abrió hace más de una década entre 2011-2012 cuando por fin la oposición unida se aglutinó en torno a una estrategia común para enfrentar al chavismo.

Luego de muchos cismas sufridos a lo largo de esa década de unidad, hoy en día, la oposición democrática venezolana está más atomizada que nunca, y probablemente se halla atravesando uno de sus peores momentos en sus casi 25 años de historia. En ese sentido, el plan de una eventual reconfiguración de una alternativa democrática para las elecciones presidenciales de 2024 no parece en absoluto realista ni mucho menos alcanzable.

Tendremos que esperar nuevos vientos.


1Alejandra Martínez es directora de Estudios Latinoamericanos en la Fundación Libertad y Desarrollo (Ciudad de Guatemala).

*Este artículo fue publicado en elcato.org el 13 de enero de 2023

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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