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Hay un dibujito o, como se dice ahora, un meme, que trata de explicar la diferencia entre igualdad, equidad y justicia. El dibujito consiste en tres personas detrás de una cerca tratando de ver un partido de fútbol. La ilustración está dividida en tres cuadros.
En el primer cuadro se ilustra la igualdad. En él, cada una de las personas está subido sobre una caja de madera para poder asomarse y ver mejor sobre la cerca. La primera persona es muy alta y probablemente no hubiera necesitado de la caja de madera para poder ver el partido, la segunda es de mediana estatura y sin la caja de madera no podría ver nada, la tercera es bastante baja de estatura y aun subida sobre la caja de madera no llega a ver por encima de la cerca. Este primer cuadro trata de ilustrar la igualdad porque cada una de las personas tiene exactamente lo mismo para tratar de cumplir su objetivo: una caja de madera.
En el siguiente cuadro se ilustra la equidad. En él, la primera persona no tiene ya una caja de madera, pero, como es alta, puede ver el partido sin mayor problema. El de estatura mediana no cambia su situación, sigue subido sobre su caja de madera y puede ver el partido. La tercera persona, la de menor estatura, está ahora encaramada sobre dos cajas de madera (la suya y la que pertenecía a la persona alta) y ahora sí puede ver por encima de la cerca.
El tercer y último cuadro es el más surrealista de todos y trata de ilustrar la justicia. En él las tres personas pueden ver el partido sin necesidad de cajas de madera porque la cerca que se los impedía ha desaparecido. La leyenda a pie de página de este último cuadro dice que se resolvió el problema de raíz porque la “barrera sistemática” a la equidad (la cerca) fue removida.
El meme que acabo de describir es viral en muchos países y a primera vista parece muy didáctico sobre todo para los más jóvenes. La verdad, sin embargo, es que esconde muchas falacias.
La primera falacia es que la idea de equidad ignora por completo las causas del proceso productivo que crea riqueza. ¿No nos deberíamos preguntar de dónde salen las cajas de madera que aparecen en el dibujito? Una vez lo hice con mis alumnos de primer año de la universidad. La respuesta que obtuve fue “no sé, pero ya están ahí y el objetivo es tratar de usarlas de tal forma que todos vean el partido.” En la cruda realidad, sin embargo, las cajas de madera no están simplemente ahí o aparecen espontáneamente por arte de magia. Las cajas de madera son una metáfora que representa la generación de riqueza individual que te permite lograr tus objetivos. A mayor riqueza mayores opciones de ver partidos de fútbol, mayor posibilidad de comprar bienes y servicios, y mayor chance de dejarles una mejor educación a nuestros hijos. Pero la generación de riqueza individual es posible solamente a través de mucho esfuerzo y aceptación de riesgos. Los empresarios hacen esto motivados, precisamente, por los incentivos a disfrutar de esa riqueza si esta se materializa. ¿Qué pasaría, sin embargo, si les decimos a estos empresarios que, a nombre de la igualdad o la equidad, les vamos a quitar muchas de las cajas de madera que hubieran podido acumular para dárselas a otros que no las tienen? Pues pasaría que removeríamos los incentivos a producirlas y las cajas de madera desaparecerían del mercado. En poco tiempo, el grupo de tres amigos que quiere ver el partido sobre la cerca (la sociedad) no tendría más cajas de madera sobre las que encaramarse y todos serían pobres. En otras palabras, una de las falacias del concepto de equidad es pretender separar el proceso distributivo del productivo. Pero es vital entender que estos no son procesos independientes. Si afectamos la distribución de la riqueza estaremos afectando también su producción al modificar los incentivos. Esta es la principal causa del estrepitoso fracaso del socialismo.
La segunda falacia es el supuesto implícito de que las cajas de madera deben ser redistribuidas porque no es justo que solo una de las personas las acumule. Este argumento plantea que es justo quitárselas a los ricos (o a la persona alta en el dibujito) porque ya tienen lo necesario, y dárselas a los pobres (o los bajitos) poque estos tienen muy poco. Este es el concepto (errado) de “justicia social.” ¿Por qué es justo quitarle la ganancia legítimamente adquirida al rico? Si la consiguió ilegítimamente no solo que hay que quitársela, sino que además se lo debe meter a la cárcel, pero si la consiguió legítimamente, ¿qué concepto inhumano de justicia es ese que valida quitársela a la fuerza (los impuestos son eso, una imposición)? El concepto de justicia social es un concepto que pervierte, entonces, el verdadero concepto de justicia. Bajo el concepto de justicia social, los que se esfuerzan y aceptan riesgos son despojados de los frutos de ese esfuerzo porque alguien cree que es justo redistribuir. ¿Cuál es, por otra parte, la virtud de un pobre que lo hace merecedor de cajas de madera que les quitamos a otros? Esta falacia está apuntada incluso en la Biblia: Levítico 19:15 “No harás injusticia en el juicio; no favorecerás al pobre ni complacerás al rico; con justicia juzgarás a tu prójimo.”
Esto nos lleva al tercer cuadro del dibujito. ¿Por qué deberemos pensar que remover la cerca remueve la injusticia que lleva a la inequidad? ¿No deberíamos preguntarnos por el constructor del estadio o los dueños de los equipos de fútbol que producen el espectáculo? ¿No hicieron estos empresarios el esfuerzo de construir un espacio deportivo o contratar jugadores con el fin de generar ganancias individuales? ¿Qué pasaría con esas ganancias si removemos la cerca y todos pueden ver el partido? ¿No se esfumarían acaso? Y si eso pasa, ¿veremos a más gente construyendo estadios y produciendo espectáculos deportivos en el futuro? Por supuesto que no. Otra vez, no se puede disociar el proceso distributivo del productivo. El resultado será que no habrá cerca, pero tampoco nada que ver del otro lado.
Equidad, justicia social o inclusión son todos conceptos atractivos en la superficie, pero, en el fondo, esconden enormes falacias. Son un meme. Mantengámonos alertas.