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La autoproclamación de Evo Morales como candidato a la presidencia del país en 2025 y el desconocimiento del Pacto de Unidad arcista al Congreso Nacional del MAS evista, en Lauca Ñ, activaron el domingo 24 y lunes 25 de septiembre la gran pelea, la batalla decisiva, el round definitorio entre las facciones en abierta pugna política por el poder en Bolivia.
Hay que reconocer que el caudillo es astuto cuando se trata de hacer política. Sabe que lo que se viene es una pelea a muerte, en términos políticos, y pese a que todo puede ponerse en su contra, ha extendido un escudo invisible a su alrededor para sobrevivir al torbellino y llegar a la meta, es decir utilizar el anuncio de su candidatura como un blindaje.
Del otro lado, la decisión es apretar a Morales y su gente con todo y desde todos los frentes: en lo partidario calificando de ilegítimo al Congreso Nacional del 3, 4 y 5 de octubre para actuar en consecuencia (impugnación); en lo jurídico buscando inhabilitarlo a través de la justicia constitucional; en lo político abriendo casos de narcotráfico y pedofilia; y en lo institucional intensificando la purga de evistas en todos los niveles del Ejecutivo.
Serán días, semanas y meses de altísima tensión política entre el evismo y el arcismo, sobre todo en sectores urbanos. Ojalá que la sangre no llegue al río, como dicen en regiones del occidente del país. Tienen las caras pintadas, los misiles preparados, los ejércitos adiestrados y las estrategias y tácticas bien pulidas. No hay vuelta atrás. La gran pelea tiene un doble objetivo: la candidatura presidencial y la sigla del MAS.
Y es que estamos hablando de una marca partidaria abosolutamente triunfadora. Con la sigla del MAS se han ganado en los últimos 20 años elecciones generales, procesos constituyentes, referéndums revocatorios, comicios regionales y hasta elecciones judiciales. También se perdieron referéndums autonómicos y el 21-7, pero es lo de menos.
El arcismo puede alquilar otras siglas (MTS, UCS, Panbol, FPV, PS-1…), pero ha comenzado a obsesionarse con la conocida dentro y fuera del país como MAS-IPSP.
Desde el domingo 24 de septiembre muchos se preguntan por qué Morales se anticipó con la candidatura presidencial si aún falta la realización del Congreso Nacional del MAS, las elecciones primarias y la inscripción de postulantes ante el Tribunal Supremo Electoral, entre otros pasos. El caudillo está informado que se viene el ataque definitivo y el anuncio electoral es el mejor mecanismo para protegerse.
En su programa dominical de radio, en sus redes sociales y en algunas entrevistas con medios Morales reitera una y otra vez, ya suena como una muletilla, que recibe información clasificada y detallada desde las entrañas mismas de la administración de Arce. Suele decir que sus informantes son jerarcas, policías, militares y funcionarios a los que califica como “compañeros sanos y honestos”.
Eso le permite no solamente anticiparse a los hechos, sino fundamentalmente victimizarse, algo en lo que podría decirse que Morales es el número uno en el país. Le encanta mostrarse como víctima de supuestos actos de discriminación, abuso de poder, acusaciones falsas y contubernios internos y externos para aniquilarlo políticamente. Aquí un botón de muestra: “La derecha me acusa de narcotraficante, pero el gobierno de Lucho dice que soy rey de la cocaína”.
El caudillo político sabe que uno de los frentes de ataque implacable es el que busca implicarlo con el tráfico internacional de drogas, con el riesgo de que sea detenido y trasladado a otro país (podría ser EEUU bajo el mecanismo judicial de la extradición). Dicho frente es manejado por el Ministro de Gobierno que notoriamente ha elevado sus bonos políticos en el núcleo del poder y que recientemente ingresó a la dimensión del TikTok por recomendación de sus asesores extranjeros.
Eduardo Del Castillo ha ido ganando espacios en el entorno más íntimo de Arce y ahora es quien coordina todas las acciones de ataque político contra Morales y sus seguidores porque en el fondo, de lo que se trata también es de una guerra de supervivencia. Está consciente de que, si fracasa todo lo que se ha planificado, Morales y el evismo se vengarán sin contemplaciones.
Conociendo las “habilidades” políticas del caudillo, no debería extrañarnos que el siguiente paso sea el inicio de su campaña electoral, al margen de cualquier cronograma legal e institucional. Ya se autoproclamó y a reglón seguido anunció que se reunirá con empresarios y grupos de profesionales para elaborar un paquete de propuestas para la “agenda post Bicentenario”, mientras las oposiciones partidarias, cívicas y ciudadanas siguen adormecidas en los balcones.
Para los bandos en guerra interna no importan la crisis económica, la tragedia de la justicia y la desinstitucionalización. Morales y el evismo, por un lado, y el Presidente y el arcismo, por otro lado, han comenzado la gran pelea para quedarse no solamente con la opción de ser oficialmente candidato en las elecciones generales de 2025, sino para adueñarse de la codiciada sigla del MAS y con ella extender el récord de victorias electorales desde 2005.