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Hay momentos en los ciclos políticos en los que aparece un punto focal, una convergencia, un proceso aglutinador en torno a una idea o un sentimiento. El ejemplo más reciente en nuestro país es el movimiento de las pititas de 2019 que cuajó la indignación del país ante el intento de fraude de Evo Morales. Ese movimiento fue capaz de despertar el patriotismo y la valentía de los ciudadanos generando una fuerza incontenible que hizo huir al tirano y terminó en la conformación de un gobierno de transición. Sí, después nos equivocamos de nuevo, pero esa ya es otra historia.
Hoy, después de veinte años de dictadura, de robo y sinvergüenzura, y ante la delgada esperanza que prometen las elecciones de agosto, el país vuelve a sentir el germen de un nuevo proceso aglutinador. La gente no aguanta un minuto más al MAS. Incluso aquellos que creían en los cantos de sirena ven renovada su indignación ante la decadencia del supuesto “modelo” económico y entienden perfectamente bien, por fin, que el rey estaba desnudo. Comprobar que la dictadura masista despilfarró la mayor bonanza gasífera de nuestra historia y que acabó con las reservas internacionales dejándonos sin dólares y sin combustible les ha sacado finalmente la venda de los ojos. Los más de 300 presos políticos, los más de mil exiliados, la justicia podrida, los infinitos casos de corrupción y la nueva patraña ridícula del supuesto gabinete de Zúñiga han colmado la paciencia hasta del más masista de los masistas.
Y entonces la ciudadanía busca desesperadamente un norte, una opción que se convierta en ese punto focal, una convergencia que no solo logre desterrar al MAS y a todas sus vertientes, sino que le ofrezca la esperanza de un futuro en libertad. El proceso aglutinador que empieza a germinar es distinto al del 2019. En ese momento el objetivo era evitar que el tirano se salga con la suya, hoy la gente no solo quiere desterrar al MAS, sino que está buscando una opción política que le permita imaginar un país distinto. Los jóvenes, y los no tan jóvenes, están ya cansados de un país que no los deja generar riqueza. El hartazgo con las trabas de siempre, con los impuestos imposibles, con las regulaciones por doquier, con la podredumbre en las empresas públicas, con la desesperante situación de la salud y la educación provistas por el gobierno, está llegando a su límite. La gente busca liderazgo y está presta a seguirlo y defenderlo si ese liderazgo le permite imaginar un país distinto, no solo un país sin el MAS.
Por eso es que los políticos tradicionales no despierta ningún entusiasmo. Porque además de ser incapaces para unirse y cumplir sus acuerdos haciendo papelones ante la vista y paciencia de todos, son incapaces de imaginar un nuevo país. Llevan treinta años o más proponiendo el mismo estatismo de siempre, eso sí claro, con ellos a la cabeza que son los buenos muchachos… ¿Cómo va a generar esperanza e ilusión un político de siempre planteando que mantendrá las empresas estratégicas, que no reducirá mucho la burocracia estatal porque no quiere que los empleados públicos pierdan su trabajo, que mantendrá al gobierno a cargo de la salud y la educación cuando eso nunca en la vida ha generado buenos resultados en nuestro país, que explotará el litio o que creará centros de procesamiento de datos o que impulsará el turismo, prometiendo planes a diestra y siniestra sin cambiar el discurso acartonado y fome de siempre? La gente ya les dio la oportunidad y nunca cambiaron nada, es más, se aliaron con la dictadura y la gente no lo olvida (o ¿quién fue el que traicionó a Gonzalo Sánchez de Lozada y otorgó amnistías a los golpistas?, ¿quién le consiguió el escape a México a Evo Morales? ¿quién aprobó la nueva Constitución trucha?…). Así que no, la convergencia no se dará en torno a ellos.
La opción política que aglutine la ilusión y la esperanza nacional vendrá necesariamente, entonces, por afuera, por un esperado outsider que proponga ideas renovadas y nos asegure que los dictadores masistas no se irán sin rendir cuentas. Un outsider que encarne el proyecto liberal, que saque al Estado de nuestras vidas, proteja nuestra propiedad privada y después haga mutis por el foro dejándonos en libertad para decidir nuestro propio rumbo. Ha llegado la hora de la libertad y la gente está lista para enarbolar esa bandera. Ese es el futuro y ese es el país por el que debemos trabajar por los próximos veinte años.
*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo