La intolerancia
Trump y Milei creyeron que tenían las mismas ideas, porque usaban una comunicación disruptiva. En el ejercicio del gobierno chocaron, porque sus ideas son totalmente contrarias entre sí. Milei busca un Tratado de Libre Comercio del Mercosur con Estados Unidos, o al menos un tratado bilateral, mientras Trump es el presidente más proteccionista de la historia norteamericana, que está aislando a su país de la comunidad internacional de forma dramática. Una cosa es que ambos hayan coincidido en el escenario de algunos shows de la nueva derecha, y otra que hayan conversado acerca de sus visiones de la política y la economía.
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Vivimos una época en que la ignorancia y el maniqueísmo se extienden como una peste.
Esto no sucede solamente con los líderes de la sociedad, sino que es un cambio que ocurre en la mente de todos, así es como estamos viendo la realidad como fruto de la Tercera Revolución Industrial. Lo curioso es que estas pulsiones intolerantes se desarrollan en una sociedad que al mismo tiempo difunde valores inclusivos y rechaza la violencia.
Los límites entre la realidad virtual y la física se volvieron borrosos.
Hasta el siglo pasado, la gente dedicaba la mayor parte de su tiempo a trabajar, luchar por su supervivencia, formar con otros seres humanos familias, comunidades religiosas, políticas o de cualquier orden, a las que entregaban su tiempo. Eran las que daban sentido a la vida.
Clay Shirky, profesor de la Universidad de Nueva York, publicó dos libros que ayudan a entender lo que ocurre en nuestra sociedad y en nuestra política, Here Comes Everybody: The Power of Organizing Without Organisations y El excedente cognitivo. Creatividad y generosidad en la edad de la conexion, en los que analiza cómo la gente común se organiza y colabora en acciones colectivas sin pasar por las estructuras tradicionales, usando los medios digitales.
Contamos con un “excedente cognitivo”, tiempo en el que todos podemos hacer cosas más interesantes que sobrevivir. Estadísticamente, los seres humanos pasan miles de millones de horas de la semana jugando online, los educandos pasan más tiempo conectados a la red que asistiendo al colegio. Hasta hace poco la gente dependía de la TV, ahora quiere ser sujeto activo de la comunicación, cuestiona lo que deberían hacer los medios, y los usan para producir sus propios contenidos.
En la Argentina, que cuenta con muchos programas de TV de calidad, el rating de los noticieros y de los programas de opinión ha caído dramáticamente. Los medios tradicionales tienen que incorporar el streaming, la transmisión de contenidos multimedia a través de la red, ya sea en tiempo real o subiendo su produccion en plataformas como YouTube.
Se acabó la sociedad vertical en la que los hijos hacían lo que ordenaban los padres, los militantes lo que disponían los caudillos y los televidentes recurrían a la opinión de los doctos para tomar decisiones. Los ciudadanos rechazan la política, pero han politizado todo. Usando las métricas disponibles en la red, podemos constatar que son pocos los que ingresan para buscar programas de gobierno, manifiestos ideológicos o rendir culto a líderes mesiánicos. Los problemas que son el eje de la conversación de políticos y miembros de la élite, no interesan al ciudadano común.
Las formas de los políticos son rechazadas por la mayoría. En todos los países los Congresos están desprestigiados, su ceremonial y su lenguaje resultan entre cómicos e irritantes. Chocan con la vida de personas que pasan más tiempo navegando que oyendo al Parlamento. Algunos periodistas y políticos quieren hablar de los problemas de la gente, y usan para eso cifras, hablan de la inflación, la inseguridad y el hambre. Es un intento vano. Esos no son los temas de los que habla la gente, sino los que los políticos creen que deberían inquietarles.
Hay que averiguar a dónde ingresan quienes se conectan a la red, porque nada nos permite comprender mejor lo real que el mundo virtual. Así conoceremos con facilidad, qué moviliza a la gente y podremos cuantificarlo. Si usted cree que hay un problema que motiva masivamente a la población y no se menciona en la red, está equivocado.
Esa información es dura, mejor que la que proporcionan muchas encuestas que, de todas formas, se estructuran a partir de lo que cree y siente el círculo rojo y tienen respuestas políticamente correctas. Si averigua cuál es el problema más importante de cualquier país, sea Estados Unidos, Colombia o Argentina, sabemos de antemano la respuesta: la corrupción, la inseguridad, la inflación, el desempleo. Un candidato que prepara su campaña hablando de esos temas, si usa inteligencia artificial, pronunciará el mismo discurso en cualquiera de esos países. No servirá para nada. Si un equipo de campaña cree que puede conseguir votos hablando de una idea que no aparece en la red, solo cosechará aplausos de los fanáticos de su propia secta.
Al mismo tiempo, la gente ha politizado todo. Más allá de las palabras, se politizaron las actitudes, la vida privada de los políticos, detalles cotidianos que antes eran imperceptibles son los que ahora consiguen votos. Importan más los sentimientos que expresan los candidatos que los contenidos de sus discursos.
Trump y Milei creyeron que tenían las mismas ideas, porque usaban una comunicación disruptiva. En el ejercicio del gobierno chocaron inevitablemente porque sus ideas son totalmente contrarias entre sí. Milei busca un Tratado de Libre Comercio del Mercosur con Estados Unidos, o al menos un tratado bilateral, mientras Trump es el presidente más proteccionista de la historia norteamericana, que está aislando a su país de la comunidad internacional de forma dramática. Una cosa es que ambos hayan coincidido en el escenario de algunos shows de la nueva derecha, y otra que hayan conversado acerca de sus visiones de la política y la economía. Para que la “América” de la que habla Trump “sea grande otra vez”, hay que dejar de comprar carne a la Argentina, para que sea producida por trabajadores norteamericanos.
No comparten tampoco los mismos mitos.
Milei, creyendo que halagaba a Trump y Musk, pronunció en Davos un discurso acusando a las parejas homosexuales que tenían hijos de pederastas. El primer alto funcionario del gobierno de Trump en visitar Buenos Aires es Scott Bessent, el poderoso secretario del Tesoro, quinto en la línea de sucesión presidencial y el funcionario abiertamente LGBT que ha ocupado el cargo más alto en la historia del país. Bessent, graduado en Yale, pertenece a la iglesia hugonote de Francia, está casado con el ex-Fiscal de Nueva York John Freeman, con quien tiene dos hijos que nacieron por gestación subrogada, en vientres de alquiler. ¿Será que en la Casa Rosada le entregarán una copia del discurso de Davos?
La verdad es que algunos intentos de volver ideológicamente al pasado, chocan con la realidad: los actuales seres humanos, somos distintos a los del siglo XX. El desarrollo de la ciencia y la tecnología nos condujo a una sociedad con falta de certezas absolutas en todas las ciencias, que se reflejó en lo político y social.
Los estudios dicen que nos ha llevado a que empleemos, cada vez con más frecuencia, el condicional. Mientras los políticos, alejados de la realidad, usan un discurso maniqueo y excluyente, la ciencia dice que las redes sociales han alterado nuestros cerebros provocando una epidemia de salud mental, sobre todo en jóvenes y adolescentes, signada por la incertidumbre, la soledad, la autoestima y la falta de identidad.
Alex Pentland, profesor de informática y psicología en Stanford, se unió al MIT como Director Académico del Laboratorio de Medios. Su trabajo, contenido centralmente en dos de sus libros, Honest Signals: How They Shape Our World y Social Physics: How Good Ideas Spread-The Lessons from a New Science llevó a la creación de una nueva ciencia social basada en la infraestructura web de próxima generación, la IA, las ciencias sociales computacionales y la privacidad. Pentland intenta ayudar a las personas a comprender mejor la “física” de su entorno social y motivar a individuos, empresas y comunidades a reinventarse para vivir más seguros, productivos y creativos. Con otros colegas del MIT creó el “laboratorio viviente”, metodología de investigación centrada en el usuario, para detectar, validar y refinar soluciones complejas en los múltiples contextos que se presentan en una vida real que nunca está quieta sino en constante evolución.
La mayoría de nosotros tenemos cuentas en las redes, en las que proyectamos un perfil que corregimos constantemente para tener éxito en el efímero mundo online. TikTok, YouTube o X son el no-lugar donde sucede todo. Sus usuarios hablan y se conectan con personas que no están en el mismo espacio físico, comparten lo que pasa en ese instante, se enteran de nuevas modas y temas. Saben que todo es efímero: lo que hoy es trending topic, desaparecerá mañana y dejará de tener influencia en la realidad. Sin embargo, no es inútil. Lo desarrollaremos en otra ocasión.
Consumir y crear contenido online es la nueva forma de socializar, incluso de concebirse a sí mismo, que exalta el individualismo. El perfil que creamos es el de un protagonista que puede acceder a cualquier sitio del mundo desde su computadora.
Hijos de esta cultura, algunos de los líderes que llegan al poder, creen que pueden jugar al Monopoly con el mundo, comprar Groenlandia, Gaza, y poner hoteles de plástico en el tablero, sin tomar en cuenta que existe algo más importante y difícil de manejar que los negocios inmobiliarios y la inflación: en todo lado hay seres humanos que sueñan, se ilusionan, sufren, lloran. No son ignorantes y obedientes como los antiguos, se conectan entre sí a través de las redes, organizan movilizaciones autoconvocadas que derrumban todo. No está claro que esa gente respalde, en el mediano plazo, el sufrimiento de tantos seres humanos, para que Argentina logre la inflación que tuvieron en las últimas décadas sus vecinos.
Se producen abusos de poder extraños a los gobiernos democráticos del país.
Esta semana cancelaron la residencia de Antoni Gutiérrez-Rubí, consultor español que asesora a Jorge Macri. Es un profesional serio, que ha trabajado muchos años en el país, dio clases en universidades y publicó libros que ayudan a la formación de jóvenes que quieren aprender esta nueva profesión. Defiendo el derecho de Santiago Caputo, Gutiérrez-Rubí y de todos los que trabajan o se forman para trabajar en Comunicación Política. No se debe penalizar el pensar. Es algo que no ha pasado en ninguna democracia del mundo civilizado.
*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo