OpiniónEconomía

La mejor exportación boliviana

Pablo Mendieta Ossio

Economista en el campo de políticas públicas

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Todos sabemos que las reservas internacionales disminuyeron en torno a $us 12 mil millones desde 2015, una caída que nos ha tenido en problemas desde febrero de este año. La explicación de la caída es sencilla: nuestras entradas de divisas han sido menores que las salidas.

Entre los ingresos de divisas destacan tres, de menor a mayor: nuestras exportaciones netas, la inversión y, principalmente, las remesas recibidas de trabajadores en el extranjero. En lo que va de siglo hemos recibido más de $us 20 mil millones de compatriotas en el mundo.
Este número es tan grande que recuerdo haberlo presumido en un evento académico hace 15 años.

Comenté que “Bolivia es más exitosa exportando personas que enviando bienes y servicios.”
Es una dolorosa exportación porque implica que las personas vean sus condiciones y el potencial que pueden conseguir en el país y consideren que un oficio menos calificado en el extranjero es mejor. Implica la pérdida del suelo propio, de la cultura cotidiana y de la cercanía con la familia.

Según la Oficina Internacional de Migraciones de Naciones Unidas, casi un millón de bolivianos viven en el extranjero, sin contar las segundas generaciones que también tienen vínculos con el país.

Los migrantes tienen mejores oportunidades afuera, pero su tierra y sus costumbres están firmes. Cuando volví de un viaje laboral desde Europa y aterricé en Viru Viru, los migrantes a mi alrededor lloraban de emoción y querían levantarse a cantar el Himno Nacional incluso con el avión en movimiento. Y recuerdo claramente que eran migrantes bolivianos en toda su variedad: cambas, collas y chapacos. No había distinciones entre ellos.

El tema de la migración es tan importante que el Banco Mundial ha dedicado su Informe de Desarrollo Mundial
a este tema con el título de “Migrantes, refugiados y sociedades” porque 184 millones de personas viven en países en los cuales no nacieron.

Aunque la migración es vista, desafortunadamente, como una carga para los países que lo reciben, el enfoque correcto que propone el Banco Mundial es el de un “regalo”. En efecto, los migrantes en países desarrollados fueron vacunados y educados en su lugar de origen sin ningún costo para la sociedad que los recibe.

Los premios Nobel de economía Ester Duflo y Abihit Banerjee señalan en su libro Buena economía para tiempos difíciles, que la migración ocurre usualmente cuando la persona ya no tiene opciones en su propio suelo y que en lugar de afectar el empleo de donde llegan, en realidad lo podría favorecer.

Esta situación es tan clara que varios países como Alemania y Canadá están optando por atraer migrantes con ciertas calificaciones a sus países. Esos países con alta tasa de dependencia por el envejecimiento requieren fuerza de trabajo y emprendedores para que su economía siga marchando.

De esa forma, aquéllos que han sido varias veces desdeñados pasarán a ser valorados según lo dice el informe del Banco Mundial. Además, que se balancearía el exceso de población en países menos desarrollados con la escasez de éstos en países avanzados.

La migración no es en sí un fenómeno extendido porque el 98% de la población opta por vivir en sus propios países por motivos culturales y familiares. Es la fuerza de la situación la que obliga a ver otros horizontes.

Desde el punto de vista del país que expulsa gente, es una pérdida de capital humano y de potencial de producción. Y la mejor forma de hacer que la gente se quede, es pues brindándole el espacio y las condiciones que se necesitan para un digno vivir.

Ya perdimos a un millón de compatriotas que generosamente nos regalan parte de su ingreso para que el país subsista. Sin ellos los problemas actuales de divisas se habrían manifestado tal vez una década antes.

Concentrémonos y actuemos ahora para que nuestros compatriotas se queden en las condiciones adecuadas y que puedan generar ese valor desde su terruño y con su familia.

Las remesas recibidas son un recordatorio de nuestro fracaso societal, más que un motivo de orgullo.

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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Pablo Mendieta Ossio

Economista en el campo de políticas públicas

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