La mente del tirano
Pensar que Maduro puede retirarse a Panamá a disfrutar de su fortuna es algo que no tiene que ver con la realidad. No es un conductor del metro de Caracas que se hizo líder sindical y político para conseguir dinero. Fue siempre un militante político que quería hacer la revolución socialista y que encontró en Chávez al líder que buscó toda su vida. En política es frecuente que los militantes de un bando menosprecien a sus adversarios, pintándolos como simples mercenarios que quieren enriquecerse, cosa que por lo general, no es así. Maduro y miles de oficiales y funcionarios que lo respaldan creen que están haciendo un cambio radical en el mundo. Su sueño no es disfrutar impunes de las playas de Miami, sino hacer la revolución.
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Algunos periodistas decían que los Estados Unidos iban a amenazar a Maduro con deponerlo, ofreciéndole a cambio que pueda establecerse en otro lado para disfrutar de su fortuna beneficiado por una amplia amnistía. La idea es poco probable.
Los Estados Unidos no van a inaugurar una nueva guerra con destino incierto, sería la primera vez que invaden un país sudamericano. Sus intervenciones tuvieron lugar en lo que consideran su patio trasero: Centroamérica y el Caribe. En proporción a su población, contabilizando sus cinco ramas, Venezuela tiene las Fuerzas Armadas más poderosas del continente, que además, controlan la estructura del Estado y de la producción a través de la Milicia Bolivariana.
Existe un número indeterminado de militares cubanos y existe la posibilidad de que la isla se inmiscuya directamente en el conflicto. Tiene intereses concretos que defender: la provisión de petróleo subsidiado, vital para su economía en quiebra. Rusia e Irán, que tienen presencia y barcos en Cuba, fácilmente ayudarán al régimen venezolano, para defender sus intereses geopolíticos. Una invasión norteamericana a Venezuela podría derivar en un conflicto internacional de enormes proporciones, cuando la mayoría de los electores norteamericanos incluso quieren salir de otros conflictos que les interesan más: Ucrania y el Medio Oriente. El Departamento de Estado aclaró el jueves su posición: apoya la idea de Brasil de que se celebren nuevas elecciones. Quiere una solución al conflicto que no implique una guerra (aunque después esto se desmintió).
Las elecciones estuvieron plagadas de abusos, carecían de legitimidad desde la absurda proscripción de la candidatura de María Corina Machado, pero al participar, en esas condiciones, y con esas autoridades, la oposición aceptó las reglas de juego de la dictadura.
Según la Constitución, el único organismo que podía inscribir las candidaturas y proclamar los resultados, es el Consejo Nacional Electoral que declaró a Maduro presidente electo. Hay muchas sospechas de que procedió con la sumisión a la dictadura que tuvo siempre, y de que alteró los resultados.
Los tiranos se creen portadores de una misión superior dada por la historia
Cuando un candidato cree que el CNE procedió de manera irregular, existe una instancia a la que se puede apelar: la sala especializada en temas electorales de la Corte Suprema de Justicia. En esta ocasión, a pesar de que había ganado, el propio Maduro acudió a la Corte, para que no quede ningún cabo suelto. La Justicia, totalmente controlada por la dictadura, convalidó la actuado por las autoridades electorales. No solo eso, sino que encontró que los dirigentes de la oposición, al proclamar resultados para lo que no estaban habilitados, habían cometido el delito de abrogación de funciones y ordenó su captura. En un acto de salvaje atropello, normal en este gobierno, fuerzas policiales secuestraron a la familia de María Corina Machado por esta causa.
Lo que cabría es ir al Congreso para realizar un juicio político y destituir al Poder Judicial, pero sería inútil: la Cámara apoyaría por abrumadora mayoría a los otros poderes del Estado. Fuera del país no cabe recurrir a la OEA porque Venezuela no es miembro de esa organización y en la ONU Rusia y China tienen derecho a veto en el Consejo de Seguridad.
Desde el punto de vista legal, Maduro es un presidente reelecto que consiguió su triunfo cumpliendo con todos los pasos que señalaban la Constitución y las leyes. Enfrenta a un candidato de oposición, proclamado presidente por su central de campaña, reconocido por algunos países, pero sin capacidad real de funcionar en el país. Si concurre al Congreso para jurar su investidura, será detenido inmediatamente, lo mismo ocurrirá con los funcionarios que designe cuando vayan a repeticiones estatales tomadas por militantes armados de la Milicia Bolivariana. La pregunta es ¿quién le pone el cascabel al gato? ¿Quién desarma a las Fuerzas Armadas, a la Policía, disuelve el Congreso y el Poder Judicial? ¿Quién puede designar a sus nuevos integrantes? Es posible que los dirigentes opositores tengan una estrategia para hacerlo, pero por el momento no se sabe cuál puede ser.
En América Latina la Iglesia Católica fue crítica con las dictaduras militares, pero en Venezuela juega a favor de Maduro. Baltazar Enrique Porras fue un cardenal que defendió los derechos humanos y se enemistó con los militares. Para ellos era un dolor de cabeza que el primado de la Iglesia Católica no aceptara ser cómplice de sus atropellos. A petición del gobierno, Jorge Bergoglio lo reemplazó con el salesiano Raúl Boird Castillo, amigo y partidario de Maduro. El dictador es católico, siempre buscó manipular a la Iglesia, nombrando a su hijo Nicolás Maduro Guerra “Nicolasito” como ministro de Culto. Este martes 13, el gobierno militar recibió un apoyo significativo del Vaticano, cuando Alberto Ortega Martín, el nuevo nuncio apostólico, presentó a Maduro sus cartas credenciales en medio de la crisis. Un político peronista curtido como Francisco, se da cuenta de la repercusión internacional que tiene el alineamiento de Roma con Rusia e Irán. Ortega es un español quien fue antes nuncio en Nicaragua, cuando existía una luna de miel entre la dictadura de Ortega y el nuncio Ortega, cosa que ahora quieren reeditar en Venezuela. En Nicaragua las cosas se complicaron en esta semana porque la dictadura apresó más sacerdotes, persiguió obispos, estatizó la Universidad Católica y combate a la Iglesia, con la complicidad de Bergoglio. El comandante del proceso es un militarote ignorante que parece hermano gemelo de Maduro.
A pesar de que en la realidad se reduzcan a cenizas, creen que tienen razón
Pensar que Maduro puede retirarse a Panamá a disfrutar de su fortuna es algo que no tiene que ver con la realidad. No es un conductor del metro de Caracas que se hizo líder sindical y político para conseguir dinero. Fue siempre un militante político que quería hacer la revolución socialista y que encontró en Chávez al líder que buscó toda su vida. En política es frecuente que los militantes de un bando menosprecien a sus adversarios, pintándolos como simples mercenarios que quieren enriquecerse, cosa que por lo general, no es así.
Maduro y miles de oficiales y funcionarios que lo respaldan creen que están haciendo un cambio radical en el mundo. Su sueño no es disfrutar impunes de las playas de Miami, sino hacer la revolución.
Casi todos los políticos buscan llevar a la práctica sus ideas, pero esto se hace más dramático en la mente de los tiranos, que se suponen guiados por ideales que los convierten en el líder más importante de la historia. Puede ser que también quieran enriquecerse, pero están obsesionados por el poder, a veces quieren vengarse de la vida que les fue adversa, se creen portadores de un misión superior otorgada por seres extraterrestres o por la historia. El fenómeno fue estudiado por muchos académicos y se relaciona con el Síndrome de Hubris del que habló David Owen, pero llevado a su extremo.
Riccardo Orizio publicó “Hablando con el diablo, Entrevistas con dictadores”, un texto apasionante para comprender la mentalidad de los tiranos, con entrevistas a Idi Amín, el Emperador Bokassa, Wojciech Jaruzelski, la viuda de Enver Hoxha, Baby Doc Duvalier, Menhistu Halie Maryam, y Slobodan Miloševi, tiranos que conmocionaron al mundo. Orizio deja que sus entrevistados se retraten a sí mismos hablando sobre la naturaleza del mal, su papel en la redención del mundo y las tentaciones del poder.
Los títulos autootorgados y delirios de grandeza de los mesías son graciosos. El Dr. y mariscal de campo Idi Amin Dada, conquistador del Imperio Británico y rey de Escocia, fue un sargento del ejército británico que se proclamó presidente de Uganda en 1971. De incondicional aliado de Occidente, pasó a ser socio de la Libia de Ghadaffy y de la Unión Soviética. La represión y ola de asesinatos que caracterizó a su carrera, se detuvo cuando invadió un país mucho más grande que el suyo, Tanzania, con la intención de anexar la región de Kagera.
Tuvo que huir y refugiarse en Arabia Saudita, en donde murió tiempo después.
Otro caso semejante es el del sargento del ejército francés Jean-Bédel Bokassa, quien se proclamó emperador de Centroáfrica, el país más pobre del mundo. Bokassa fue también un ser excepcional, el líder más importante del mundo. Celebró su coronación con una fiesta que costo dos presupuestos anuales del país. Refrigeró un enorme palacio para que los invitados pudieran vestir a la usanza de los asistentes a la coronación de Napoleón y compró en sumas millonarias caballos que un pillo le dijo que eran descendientes directos de los que jalaron la carroza del emperador. Bokassa fue otro tirano brutal al que le gustaba la carne de adolescentes. En cualquier protesta juvenil desaparecían participantes que terminaban en la heladera de Palacio. Las brutalidades del emperador indignaron al mundo de tal manera que Francia, antigua metrópoli del país, invadió Centroáfrica para deponerlo. Años después murió, habiéndose declarado a sí mismo como el decimotercer apóstol de Cristo.
Los dos tiranos que tenemos como presidentes en el Caribe son también líderes excepcionales. El uno habla con pajaritos embrujados, mientras asesina y mata de hambre a la población y el otro difunde la religión de las amatistas, mientras asalta con su familia los pocos recursos que le quedan a Nicaragua después de casi 20 años de gobierno revolucionario, que la han convertido en el segundo país más pobre del continente después de Haití.
Lo apasionante del libro de Orizio es constatar que, a pesar de que en la realidad quedan reducidos a cenizas, los tiranos siguen creyendo que tienen razón. Siempre hay una fuerza superior que les justifica porque están predestinados a ser los líderes más grandes de la humanidad.
En la edad de internet, hasta las monjas de claustro del Monasterio de Belorado, en España, quieren vender el convento para ganarse unos euros, pero su vocación inmobiliaria se mezcla con la lucha trascendente contra los antipapas que modernizaron un poco la Iglesia, aunque esto las lleve a la quinta paila del infierno.