Escucha la noticia
En 2005, junto con algunos amigos, fundamos el Movimiento Político Liberal. Teníamos la convicción de que, si se procuraba resolver la problemática social, el liberalismo era lo único razonable a considerar. Sus postulados éticos, políticos, económicos, al igual que culturales, habían contribuido al efectivo avance de la humanidad; en consecuencia, nada tan sensato como intentar aquí su plena realización. Subrayo esto último debido a que, siendo rigurosos, la historia boliviana cuenta con muy pocos regímenes genuinamente liberales. La regla es toparse con gobernantes que adoptaron posturas contrarias, desde nacionalista-revolucionarias hasta indigenistas. Sin duda, cuando se ha tenido apego por los principios de la libertad, las mejoras resultaron evidentes. La desgracia es que nunca se perseveró, como correspondía, para lograr avances mucho más significativos y estables.
En aquella época, declararse liberal era una invitación al desprecio o a recibir insultos. Cuando no había violencia en la reacción, se denunciaba su carácter ilusorio. Hay quienes aseguran, sin ningún respaldo serio, que solucionar problemas por esa vía es una fantasía. No importa que se les explique cómo, durante los últimos siglos, el mundo ha mejorado gracias a esas ideas. La lógica no los persuade. Así, hace casi veinte años, las banderas que ganaban el favor mayoritario eran otras. En rigor, lo que fascinaba era el mismo mal de siempre, el estatismo, aunque con algunas variaciones. Recuerdo que, salvo excepciones, ni siquiera los empresarios deseaban ser asociados con esa ideología, pues, entre otras cosas, podía perjudicar sus negociados con el Gobierno.
Hoy, por fortuna, el panorama ha cambiado. Los pensadores de la libertad, por ejemplo, desde Locke hasta Hayek, para no dar más nombres, pueden ser leídos sin mayores inconvenientes. Antes, si usted quería estudiar a Mises, debía visitar una biblioteca especializada. Esas obras circulan ahora con sorprendente facilidad, teniendo también material de Internet que contribuye a su divulgación. Existe un ambiente menos adverso para hablar sobre liberalismo. Acentúo que, en las nuevas generaciones, uno encuentra individuos con notable formación desde el punto de vista doctrinario. Pero tenemos igualmente a sujetos que cuentan con enorme pasión, desbordante, quienes gritan su amor por la libertad; sin embargo, no quieren adquirir mayores conocimientos ni cultivar un espíritu crítico. Algunos llegan al extremo de adoptar creencias conservadoras y suponer que no hay contradicción con el ideario liberal.
Que ser liberal esté más o menos de moda sirve, pero es insuficiente. Si nos quedáramos con el activismo libertario, esto es, sin ninguna profundización, podríamos tener un ejército de guerreros que levanten banderas amarillas y negras, mas ignorantes sobre qué hacer frente a problemas concretos del país. No basta con decir privatización o dolarización; la realidad es harto compleja. Obviamente, no pretendo que los simpatizantes de esta causa sean eruditos. El punto es que su creciente pasión por la libertad debería ser combinada con algún esfuerzo intelectual. Les ayudaría a tomar conciencia de lo difícil que será transformar Bolivia para hacerla más libre. Lo malo de las modas ideológicas es que, como no hay convicciones arraigadas, no tienen gran aguante. De este modo, como no entienden lo arduo del trabajo a realizar, los libertarios que dan la victoria se pueden volver impacientes y, pronto, resucitar las taras estatistas.