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Por: Germán Huanca Luna y René García Angelo
En esta ocasión explicaremos el estado de la economía boliviana con una analogía médica, para que la población entienda con mayor claridad la gravedad de la situación del país. Así como el cuerpo humano necesita sangre para vivir, la economía requiere dinero para funcionar. En tiempos antiguos, con el trueque, esta comparación no tendría sentido; pero hoy, en la economía moderna, el intercambio solo es posible mediante dinero fiduciario y, más recientemente, criptomonedas. Por eso, una mirada desde la medicina puede ayudarnos a dimensionar mejor la actual crisis económica.
La moneda en la economía es como la sangre en el cuerpo humano. Cuando el organismo está sano, la sangre circula con normalidad, transporta oxígeno y nutrientes, y defiende al cuerpo de amenazas externas. Lo mismo ocurre con la economía: si la circulación del dinero se interrumpe o faltan divisas, el país enferma.
Un adulto necesita entre cinco y seis litros de sangre para vivir. En esa sangre, los glóbulos rojos llevan oxígeno a cada célula, mientras que los glóbulos blancos protegen contra infecciones. En la economía boliviana, las venas son los caminos y la sangre es el dinero: Los bolivianos (moneda nacional) equivalen a los glóbulos rojos, que sostienen la circulación interna. Los dólares son los glóbulos blancos, la defensa frente al mundo exterior.
La salud de un cuerpo se mide también por la proporción de glóbulos rojos: entre 40% y 50% es normal; si baja al 30% aparece la anemia; y por debajo del 20% la vida corre peligro. En economía pasa algo similar: se necesita un nivel mínimo de circulación monetaria, medido por la relación entre el dinero (M) y el Producto Interno Bruto (PIB), expresada en la fórmula M x V = P x Y.
Según datos de UDAPE, la velocidad del dinero (V) en Bolivia fue de 2,2 expresado en el M2 en 2022. Con un PIB de unos 47.000 millones de dólares, la cantidad total de dinero que debería circular equivale aproximadamente al 50% del PIB, entre bolivianos y dólares. Actualmente, la economía cuenta con suficientes bolivianos, incluso en exceso, lo que está presionando la inflación. La pregunta clave es: ¿cuánto de esa sangre económica debe estar en dólares?
La respuesta está en las reservas internacionales. En lugar de los 13.000 millones de dólares necesarios para mantener la estabilidad —tomando como referencia 2006—, hoy apenas se cuentan 3.000 millones. En términos médicos, el país padece una leucopenia severa: tiene muy pocos glóbulos blancos, es decir, dólares para defenderse.
El gasto fiscal desmedido ha causado una pérdida importante de dinero en la economía. Pero el problema central no son los bolivianos, sino los dólares: las divisas se van en pagos de deuda e importaciones, mientras el Banco Central administró mal las reservas. El resultado es una hemorragia provocada por el déficit fiscal y comercial, que se traduce en fuga de dólares sin capacidad de reposición.
En 2006, las reservas internacionales equivalían al 27,6% del PIB, suficientes para cubrir 14 meses de importaciones; hoy apenas alcanzan al 3,98%, lo que cubre apenas dos meses. Con reservas tan bajas, la economía queda expuesta a inflación, escasez y pérdida de confianza.
Ante una pérdida de sangre, la medicina aplica una transfusión de emergencia, de entre 450 mililitros y tres litros, para estabilizar al paciente. En economía, la transfusión equivale al ingreso urgente de divisas. Bolivia necesita al menos 3.000 millones de dólares para cubrir operaciones básicas —como la importación de combustibles— y entre 10.000 y 13.000 millones para recuperar un nivel saludable de reservas.
Pero, al igual que un cuerpo humano, una economía no puede vivir eternamente de transfusiones. El verdadero desafío es que el organismo produzca su propia sangre. Para Bolivia, eso significa exportar más, atraer inversión productiva, diversificar la economía y consolidar reservas internacionales.
Hoy el paciente boliviano no muere por falta de bolivianos (glóbulos rojos), sino por falta de dólares (glóbulos blancos). El país sigue vivo porque aún circula un mínimo de sangre, pero está débil, sin defensas y sin reservas.
Las recetas de los economistas: En el debate organizado por la Academia Boliviana de Ciencias Económicas el pasado 2 de octubre, los candidatos Gabriel Espinoza (PDC) y Ramiro Cavero (Libre) presentaron sus diagnósticos y tratamientos para la economía nacional.
El PDC propuso “cirugías” para controlar el déficit fiscal y detener la hemorragia, pero sin detallar dónde ni cómo. Hizo énfasis en aplicar “anestesia” —transferencias a los más vulnerables— para amortiguar el impacto social. Sin embargo, su plan solo estabiliza al paciente en cama, sin una verdadera transfusión ni recuperación de fondo.
Libre, por su parte, también propone controlar el déficit fiscal, pero acompañándolo con una transfusión de divisas que permita reactivar la economía. Su enfoque reconoce que el paciente necesita no solo cerrar las heridas, sino recuperar fuerzas. No obstante, advirtió que la recuperación podría verse afectada si las condiciones políticas no acompañan el proceso.
Todos sabemos que la verdadera cura exige que el paciente tenga las condiciones necesarias para su recuperación. En términos económicos, esto implica cambiar las políticas de inversión, atraer capital extranjero y generar un shock de confianza en la población.
El PDC parece confiar en una reacción natural del cuerpo: que el paciente se recupere por sí solo mientras está en cama. Pero esa mejoría espontánea duraría poco si no se garantiza un flujo mínimo de sangre, es decir, nuevas fuentes de divisas.
Libre, en cambio, plantea una estrategia más activa: aplicar una transfusión que no solo detenga la hemorragia, sino que induzca una recuperación. Aun así, la estabilidad a largo plazo dependerá de que el paciente logre producir su propia sangre, generando y atrayendo dólares de manera sostenible.
Hoy Bolivia es un paciente vivo, pero en estado crítico: anémico, indefenso y debilitado. El tratamiento correcto determinará si el país vuelve a producir su propia sangre o si seguirá dependiendo de transfusiones externas hasta el colapso. El 19 de octubre, con su voto, el pueblo decidirá qué tratamiento seguir.