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Más allá de las tantas definiciones que existen sobre el poder, los hombres y mujeres del Movimiento al Socialismo, MAS, como sus antecesores, mentores y afines actuales, siempre han asociado el poder político a la acción de dominar, atada a ideas-dogmas como: ‘revolución’, ‘proceso de cambio’, ‘socialismo del siglo 21’, ‘ahora es cuando’, o ‘revolución popular’. Esta última, dicha con ahínco por el censurado-renunciado-restituido ministro de gobierno, Eduardo del Castillo.
Y oímos al propio jefe del régimen, Luis Arce, empeñado en el camino al socialismo como en Cuba. De ahí que luego de aquella restitución violatoria a la CPE, partió a la Isla. Fue, dicen, a reforzar los “procesos revolucionarios y la cooperación bilateral”. Pero allí también estuvo el ex Morales, jefazo del MAS, que libra una guerra interna feroz contra Arce, su ministro de economía durante más de 12 años y su candidato ganador en 2021. El meollo de esa guerra radica en quién será el candidato para las elecciones generales 2025 y quién asumirá el control del instrumento político: los ‘evistas’, denominados ‘radicales’, o los ‘arcistas’ llamados ‘renovadores’.
¿Por qué fueron a Cuba Arce y Morales? Porque siendo la revolución cubana su matriz ideológica, asumió su papel rector para machacar la fuerza doctrinal del dogma: “todo con la Revolución, todo por la revolución, nada fuera de la revolución, nada contra la revolución”. De ahí el corpus Partido Único-Estado- Gobierno-Líder-Pueblo, que hace 64 años ejerce el poder total, mientras la sociedad cubana está exhausta a costa de su libertad, su hambre y pobreza acumuladas y su vida.
Cuba no logró el objetivo de preservar la unidad de la ‘revolución popular’,
Castillo dixit. La jerarquía cubana recibió a Arce, y el nonagenario Raúl Castro
(92) a Morales, en privado. Desde allí el furibundo cocalero denunció, sin pruebas, que Bolivia ha exportado 17 toneladas de cocaína con anuencia del Estado. La denuncia supone varias aristas: desmerecer a Arce; ganar algún espacio en la lucha contra el narcotráfico, cinismo rampante pues es él quien promueve el cultivo de la materia prima de la cocaína, la hoja de coca, en su feudo Chapare, que destina 95% a la producción de la mercancía para la ilegal cadena capitalista coca-cocaína, extendida en todo el país. O como baza de negociación para otras batallas: remoción de varios ministros de Arce, que exige hace tiempo, y las candentes elecciones judiciales.
En realidad, evistas y arcistas en nada se diferencian pues unos y otros buscan el poder como dominación del conjunto de la sociedad, supeditada a relaciones sociopolíticas clientelares de subordinación-represión-aniquilación del enemigo político. Amén de economía estatista, centralista, concentradora de los excedentes económicos, vía capitalismo de Estado, impuestos y extorsiones. Esas prácticas hunden sus raíces en la Revolución de 1917, en la Rusia totalitaria, reeditada en modo fascista, nazi, caribeño, andino, carioca y otras autocracias alienadas hoy con el invasor Putin en Ucrania.
Los ‘evistas’ no solo querían censurar al ministro del Castillo, sino sacarlo del cargo. Le estorba a Morales porque se entromete en su feudo cocalero y sospecha que tiene relación con la expulsada DEA, en 2008. Al parecer nunca se fue y le tiene miedo.
En la pelea congresal por la censura y remoción del ministro de marras, la oposición política se jugó a fondo con argumentos sólidos, Constitución Política del Estado en mano. Lo hizo muy bien, pues con sus votos, unidos a los ‘evistas’ lograron la censura, hasta ahora pírrica: del Castillo sigue ahí. Olvidaron que esa Constitución es una chirapa violada sistemáticamente en función a los intereses del poder. Morales el primer violador. De ahí el origen de la pesadumbre sociopolítica y económica que vive Bolivia, siguiendo “la línea dada por Fidel y Hugo”.
El cocalero pudo poner en marcha el andamiaje Partido-Estado-Gobierno- Líder-Pueblo, porque cosechó lo que sembraron los vilipendiados liberales con los acuerdos del gas, en los años ‘90 del siglo pasado, y se benefició del extraordinario boom de precios de hidrocarburos y otras materias primas. Él y su ministro hoy presidente, despilfarraron esa oportunidad y ambos siguen atormentando a Bolivia: Morales queriendo volver a ser presidente y Arce empoderado del ejercicio del poder quiere llevar a Bolivia al socialismo. Algunas voces apuntan a que el cocalero está reducido a su feudo en Chapare, que en las encuestas no levanta votos y que su declive es irreversible. Arce, en cambio, detenta el poder real y tiene ‘la billetera’ del Estado-Gobierno, aunque menguada. ¿Tendrá Morales la del narco?
La ideología unívoca de Partido-Estado-Gobierno-Líder-Pueblo, desecha la convivencia entre diferentes y el sentido de la democracia como bien común, porque nunca fue demócrata. O es como Lula da Silva, quien asume la democracia método, la instrumental, no la democracia condición social, y con esa distorsión defiende al dictador Nicolás Maduro que ha tenido, dice, más votaciones que su país. Esquizofrenia política que atornilla a populistas autócratas a la mediocridad y la ignorancia; a la corrupción y al delito; perpetra abusos de poder y obliga al cierre de medios de prensa independientes y críticos; siembra polarización y persecución política vía un poder judicial que politiza la justicia, mientras la violencia permea todo el tejido social público y privado.