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Uno de los hitos que marcó el desarrollo de Santa Cruz fue la implementación a mediados de los años cincuenta del siglo pasado del Plan Bohan elaborado una década antes. En el plan se contemplaba un ingenio azucarero para industrializar la producción de la caña de azúcar abundante en la región. La estrategia fue exitosa y marcó un hito para el posterior desarrollo del Oriente boliviano.
En los setenta la Corporación de Desarrollo de La Paz (CORDEPAZ) planteó la construcción de un ingenio azucarero en el norte de La Paz, en San Buenaventura, proyecto acogido favorablemente por la población paceña.
El libro “Proyecto de Desarrollo en Bolivia” de René Gonzalez Moscoso publicado en 1981 detalla que en 1976 el Ministerio de Planificación descartó el proyecto “al encontrarlo deficiente en los campos económico, financiero y social.”
Frente a la negativa, las instituciones vivas de La Paz se movilizaron y presionaron para que el gobierno del general Banzer viabilice al proyecto, lo cual hizo en 1977, luego avalado por el Senado nacional en 1980.
La crisis económica y el cambio en la visión económica desde 1985 hizo que el proyecto se archive hasta 2006, cuando se declaró prioridad nacional. En 2010 se convirtió en una empresa estratégica estatal, para comenzar sus operaciones en 2015.
Desafortunadamente la historia ha dado la razón el primer estudio técnico, puesto que el ingenio produce muy por debajo de su capacidad debido a que no tiene la suficiente materia prima porque el suelo no tiene las condiciones propicias para la producción de azúcar.
El ingenio es un recordatorio muy caro de la importancia de tomar en cuenta los aspectos técnicos y económicos.
CORDEPAZ tenía dos proyectos adicionales: a) la exploración y explotación de hidrocarburos y b) la construcción de una represa. El primero se concentró en Lliquimuni sin resultados exitosos y también con costo perdido para La Paz y Bolivia.
El libro citado está lleno de proyectos del siglo pasado que siguen en la agenda pública, como el caso de El Mutún y Rositas, que merecen ser reevaluados a la luz de un nuevo siglo y distintas expectativas y necesidades.
Durante la mayor parte de la historia boliviana La Paz fue el centro político y económico del país. Hoy sólo queda como el primero por razones ligadas a la historia política nacional.
Algo que aprendí en mis estudios de especialización en el exterior es que hoy es mejor apuntar a que todos los países y regiones se desarrollen. Incluso en medio de la tensión geopolítica ni Estados Unidos ni China desean el debilitamiento de ambas potencias porque una y otra son mercados de origen y destino de diversos productos y servicios.
Lo propio se aplica a nivel nacional: el mayor desarrollo de La Paz no sólo es favorable, sino que es recomendable para Santa Cruz y el resto del país porque tendría un mercado aún más grande e incluso una posibilidad de inversión.
Eso sí, considero que La Paz tiene que reevaluar su estrategia de desarrollo para el nuevo siglo, más que continuar con una visión pasada. Tiene sus propias potencialidades y un enclave comercial por su cercanía con los puertos del Pacífico que la hizo repuntar por encima del enclave minero.
No necesita copiar estrategias que podrían ser contraproducentes como lo fue el azúcar y los hidrocarburos en el pasado.
Sólo como anécdota, recuerdo que cuando en el Centro que trabajo hicimos una consultoría sobre el potencial agrícola del país, encargamos un mapa especializado de la aptitud del suelo para diversos cultivos en áreas permitidas.
En el caso de La Paz destacaban la almendra, el maíz (en verano), la quinua, la vid y el trigo sobre la base de las características del suelo. Al igual que el azúcar, otras variedades pueden ser cultivadas, pero con baja productividad.
En lo personal soy testigo de que el café de especialidad, no masivo, es un producto en potencia para mercados externos.
La Paz, que me acogió por 10 años y fue la cuna de tres de mis hijos, no merece más, sino algo aún mejor en su aniversario.