OpiniónEconomía

La sinvergüenzura del Banco Central

Antonio Saravia

Economista

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El Banco Central ha venido haciendo contratos a futuro para la venta de un total de 8,4 toneladas de oro a entidades financieras internacionales (dicen que con sede en Alemania). Los contratos a futuro son, en esencia, ventas anticipadas. Se acuerda la venta a un precio determinado, se recibe la plata, pero se entrega el producto (el oro) después, en un plazo acordado entre ambas partes.

Estas operaciones financieras se usan típicamente como protección o seguro. Como nadie sabe cuál será el precio del oro en 6 meses o en un año, el comprador (vendedor) prefiere hacer el contrato hoy y asegurarse así la compra (venta) del oro a un precio negociado hoy. El comprador en un contrato a futuro apuesta a que, al momento de la entrega, el precio del oro será más alto (con lo cual el comprador habrá pagado menos) y el vendedor apuesta a que el precio será más bajo (con lo cual el vendedor habrá recibido más).

El Banco Central ha recibido alrededor de $800 millones por esta venta anticipada. Esto significa que, en plazos no mayores a un año, el Banco Central deberá entregar las 8,4 toneladas al comprador. Pero aquí hay un detalle importante: el contrato a futuro no solo está basado en la firma y la buena fe, el vendedor debe dejar una garantía de que entregará lo prometido cuando llegue el plazo. En este caso el Banco Central dejó en garantía exactamente 8,4 toneladas de oro.

Como puede Ud. ver, aunque técnicamente las 8,4 toneladas depositadas en Alemania como garantía pertenecen todavía al Banco Central, estas no serán nunca recuperadas. Se quedarán con el comprador cuando llegue el plazo acordado porque eso fue lo que nos comprometimos a entregar. Y esto es, precisamente, lo que pone en aprietos a la autoridad monetaria. De acuerdo con la ley, el Banco Central debe mantener en todo momento un mínimo de 22 toneladas de oro de reserva, entendiéndose como oro de reserva un oro certificado y de disponibilidad inmediata. Claramente, un oro entregado como garantía no es de disponibilidad inmediata. Estas 8,4 toneladas no deberían contarse, entonces, como parte de las reservas.

Como ha venido explicando nervioso en los medios de comunicación el Sr. Quelali, gerente de Operaciones Financieras del Banco Central, la gran mayoría del oro está depositado afuera generando intereses y solo tenemos unas 2,27 toneladas en las bóvedas del Banco Central. Estas 2,27 toneladas no se depositaron afuera porque no están certificadas, lo cual significa, entonces, que tampoco deberían contarse como parte de las reservas. Resumiendo, de las 24,12 toneladas de oro que dice tener el Banco Central, unas 10,67 toneladas (8,4 + 2,27) no pueden contarse como reservas. Eso deja al Banco Central con solo 13,45 toneladas de oro de reserva, es decir, un monto muy por debajo de lo que manda la ley. A poner las barbas en remojo señores del Banco Central, esto puede tener consecuencias jurídicas.

Ante la insistencia de los periodistas, el Sr. Quelali ha dicho que a él no le preocupa dejar las 8,4 toneladas de oro en garantía porque el Banco Central tiene programado comprar 16 toneladas en el mercado interno. Así, para cuando se venza el plazo de los contratos a futuro, el Banco Central habría repuesto el oro que dejó en garantía e incluso tendríamos más. Pero, claro, llegados a este punto, todos, tenemos la misma pregunta. ¿Con qué plata comprará esas 16 toneladas de oro el Banco Central? Quelali, el ministro de Economía e incluso el presidente han dicho que los $800 millones que recibimos por la venta adelantada ya se usaron para comprar combustible y pagar el servicio de la deuda externa, es decir, ya se esfumaron. Y aquí viene la trampa. Sin dólares disponibles, el Banco Central tendrá que comprar el oro usando bolivianos. Como el Banco Central es la autoridad monetaria y puede “imprimir” lo que quiera, imprimirá los bolivianos necesarios para la transacción y ya está. ¿Ven la trampa? El Banco central comprará oro a cambio de nada. No estoy exagerando, estas transacciones ni siquiera se hacen con billetes físicos (que tienen un costo nominal de impresión), sino que con asientos contables electrónicos que no cuestan absolutamente nada registrar. Por eso pongo “imprimir” entre comillas. Es solo una forma figurativa de entender la creación de dinero por parte de la autoridad monetaria.

¿Cuántos bolivianos deberá “imprimir” el Banco Central para comprar 16 toneladas de oro? Si consideramos que una tonelada de oro cuesta más o menos $120 millones, el Banco Central necesitaría alrededor de $1.920 millones. A un tipo de cambio de Bs. 13, el Banco Central debería “imprimir,” entonces, Bs. 24.960 millones. ¡Abracadabra! y ¡zas!, se hace plata del aire y se compra el oro. Algo huele mal, ¿no? Claro, esos flamantes Bs. 24.960 millones incrementarán la emisión monetaria en manos del público y este, por lo tanto, incrementará su demanda por dólares y por bienes y servicios. Nadie quiere papelitos sin valor y la gente se protegerá inmediatamente cambiándolos por dólares o productos. Esto, por supuesto, incrementará fuertemente la devaluación y la inflación.

¿Cuánto es Bs. 24.960 millones? La emisión monetaria acumulada a julio de 2025 fue de Bs. 94.993 millones. Eso significa que esta operación incrementará la emisión monetaria un 26%. ¡Agarrate Catalina! Durante tiempos normales, la emisión monetaria se debería incrementar al ritmo del crecimiento del PIB. Si le creemos al FMI, el crecimiento de nuestro PIB será de 1,1% este año; un crecimiento de la emisión monetaria de 26% acelerará, por tanto, muy fuertemente la inflación y la devaluación. ¿Quién paga, entonces, la cuenta de esta jugada maestra del Banco Central? ¿Quién reduce fuertemente su poder de compra y se hace más pobre por ella? ¿Quién paga realmente por el oro? Exacto, no lo hacen los políticos o los brillantes técnicos del Banco Central, lo hacen las familias bolivianas.

En resumen, esto es simplemente una sinvergüenzura. Las autoridades despilfarraron todo durante dos décadas y al final nos pasarán la cuenta a nosotros. Se vienen tiempos muy difíciles y el nuevo gobierno se las verá muy fea. Solo espero que estos 20 años no hayan pasado en vano y hubiéramos aprendido que votar por el estatismo y el populismo nos termina hundiendo en la miseria.


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Antonio Saravia

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