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Este 1 de octubre de 2024 se cumplen seis años de la sentencia de la Corte Internacional de Justicia a propósito del pleito planteado por Bolivia en relación con la supuesta obligación de Chile a negociar un acceso soberano a las costas del Pacífico.
Sin embargo, en estas líneas ni voy a hacer un resumen de lo ocurrido, ni voy a explicar por qué el fallo, su justicia o no. Lo que voy a explicar a modo de síntesis es la incoherencia en la que ha caído la política exterior del presidente Arce en relación con Chile. Ello, porque las contradicciones las miramos con cautela.
Para empezar, hablemos de la llegada de los presidentes Arce y Boric a la presidencia de cada uno de los países. Para el presidente chileno, lo complicado ha estado en el frente interno y, en segundo término, lidiar con una serie de eventos internacionales. En febrero de 2022, ocurre la invasión rusa a Ucrania, y desde hace un año, el tema israelí; cuestiones que si bien están lejanas de Chile en términos geográficos han puesto un manto de disputa al interior de la coalición gobernante. Entre medio, el tratado con la Unión Europea, que para Chile era esencial a sus intereses del comercio exterior. Cierto, ha habido idas y venidas diplomáticas con Argentina, pero se trata de una política consolidada. Con Perú, el tema ha estado en un terreno alerta pero sereno con la presidente Boluarte. No hay cercanías.
Logros de esta administración, sí, los hay. Quizás el más importante sea el retomar el diálogo sobre temas urgentes con Bolivia. Primero en temas de seguridad fronteriza, asuntos policiales y migratorios que han copado la agenda y luego, desde el ámbito de lo privado, de sumo interés, el ajuste de tarifas respecto del uso del Puerto de Arica. Las autoridades de ambos países han insistido, y enhorabuena, en conversar, máxime entre países con relaciones tan disfuncionales como los nuestros sobre migración, crimen organizado, policías, contrabando, narcotráfico, trata de personas, “reconducciones”, entre otros.
Un paréntesis. Hay que decir que Chile, ha variado los énfasis de la política exterior en esta administración. Hoy las prioridades son la participación de la mujer en el campo diplomático chileno, lo segundo, cada vez más evidente el apoyo a Ucrania y la defensa de los intereses de Palestina. La parte medioambiental de la propuesta de la política exterior turquesa, esto es más variopinta que la mirada más clásica de los intereses nacionales ha pasado a segundo plano. Hoy la cancillería chilena tiene un canciller y dos subsecretarias que se han esmerado por no ser floreros decorativos, mujeres altamente profesionales y con notables habilidades comunicacionales y de negociación.
Sin embargo, tras tres años de administraciones de dos gobiernos que se suponen que deberían poder conversar más fácilmente porque son de signos políticos afines, los resultados efectivos son escasos. Entonces, aparece Doña Celinda Sosa, que por cierto no se manda sola desde la titularidad de la Cancillería y sale con “el” discurso del año en el mayor organismo internacional del mundo político.
¿Qué vemos al frente?
La presidencia Arce llegó con un Canciller y hace ya algunos meses ha colocado a una dirigente sindical sin ninguna experiencia internacional a conducir los destinos internacionales del país. Podríamos hablar negativamente sobre ella, pero la responsabilidad no es de ella, sino de la conducción política. Bolivia en los dos últimos años se ha marchado detrás de Rusia, perseguido los intereses económicos chinos y abordado con interés su relación con Irán, país que por cierto yace a más de quince mil kilómetros de distancia y que no le compra o vende nada. Bolivia, hoy se mueve en un entorno distinto que hace dos décadas, casi como un país que estuviera ubicado en el medio oriente desértico y no en el centro de América del Sur tropical. (Quizás por eso es por lo que no se enteran en la ciudad de La Paz que le han quemado millones de hectáreas para dárselas a los interculturales que esperan sacar de sus tierras a los cruceños).
Ciertamente, la política exterior boliviana ha cambiado de signo, de vitalidad y sobre todo buscados apoyos que desplazan los intereses clásicos del país. Bueno, al menos eso pensábamos hasta oír el discurso turquesa de la segunda canciller mujer de Bolivia, quien, despojada de cualquier argumento técnico jurídico, vuelve sobre los pasos de Evo Morales, Rogelio Mayta y Luis Arce, retomando con fuerza el lamento por el enclaustramiento marítimo.
En estos días, hemos podido apreciar la tensión entre el presidente actual y el expresidente Morales, hemos visto las idas y venidas de una relación que resulta bulliciosa, pero inefectiva, maquiavélica, hostil y peregrina. Permítanme no ir al fondo sobre ella en esta ocasión. Pero sí deseamos observar cómo el presidente Arce en medio de todo este jaleo con Morales, llama a su par chileno y le pide ayuda con los barcos con diésel y Chile accede a hacer todos los esfuerzos por un desembarque de hidrocarburos en condiciones delicadas. Acto seguido, hemos observado la aquiescencia respecto del uso del oleoducto Sica Sica, mecanismo por el cual, en medio de la ciudad de Arica y contrariamente a las necesidades urbanas de esa ciudad, siguen entrando y saliendo los hidrocarburos que tanto requiere Bolivia. También, nuevamente Chile, sin trabas, sin peros y sin reproches, el presidente tiende su mano, esfuerzo institucional y logístico al Estado Plurinacional boliviano. Ello, además, con un detalle más, los integrantes de la Corporación Nacional Forestal que han venido a Bolivia a ayudar en el combate de los incendios en el Oriente boliviano, cuestión que, por ningún momento, fue considerada a la hora de insistir con el tema marítimo por enésima vez.
Si me dejo algo en el tintero, pido las disculpas, pero a estas alturas, lo que menos uno hubiera esperado oír desde Nueva York con semejante apoyo real, fueron las palabras de Doña Celinda en la ONU. ¿Saben por qué? Porque si esa es la lectura final o la raya para la suma que hace la política exterior turquesa, moderna, progresista y con alcances de género que hace el presidente Arce, es que el fondo de la política exterior del MAS es la misma que la del gobierno anterior. Considerar valioso de parte de Bolivia y volver sobre las andadas en estas circunstancias tan, pero tan inciertas en el mundo internacional de hoy, deja una estela de amargura y un mal sabor en Santiago. Tengo la esperanza que esta presidencia de Bolivia reflexione sobre lo importante y lo urgente con Chile. Temas sobran.