OpiniónEconomía

Las burbujas especulativas hijas del Estado

Maria Victoria Rosales Pelleschi

Abogada, Magíster en Análisis Económico del derecho, especialista en global compliance, smart cities y comercio electrónico.

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Estamos en una época complicada. Cualquier noticia que circule por Facebook o Twitter es tomada por cierta debido a la incertidumbre política y económica en la que vivimos. Es más, si el día de mañana informo a mi pequeño grupo de amigos que leí en un portal de noticias que el pan se acabará, les garantizo que todos irán a la panadería más cercana para abastecerse.  Muchas veces lo hemos visto con el cemento, el agua, la gasolina e incluso los dólares de los famosos “libre cambistas”.

Sin embargo, en todas estas situaciones siempre hay grupos que se ven favorecidos. Según la economía esto es llamado “especulación”. Muchos economistas de diferentes corrientes escribieron acerca de este tema tales como John Maynard Keynes, Nicholas Kaldor y demás. Este concepto de especulación se ha ido desarrollando hasta que en la actualidad hablamos de “burbujas especulativas”. Tal como su mismo nombre lo menciona, las burbujas son infladas de mucho pánico, noticias falsas, pérdida total confianza en el mercado que hacen que los agentes económicos (personas normales como vos y yo) dejen de actuar racionalmente y empiecen a ser llevados por la irracionalidad hacia la especulación.  Esto trae a otro grupo de personas al escenario:  personas que analizan muy bien el mercado y aprovechan esta pérdida de confianza política o económica en un determinado periodo de tiempo y compran barato para vender caro después intentando ganar un beneficio directo para ellos mismos. Es decir, las burbujas especulativas nacen de la especulación de mercado.

Ejemplos hay por demás como la burbuja especulativa japonesa inmobiliaria en la década de los 80 en donde fueron los propios bancos quienes aprovecharon para comprar barato y vender caro luego o la crisis del crack de 1929 en EEUU.

Aún el valor oro se ha visto afectado por especulación en las fechas del COVID-19 siendo que este es el “más seguro de todos”.

A veces, cuando hablamos de burbujas especulativas pensamos en algo muy grande y lejano, pero avancemos un paso más juntos y déjenme que les presente esta idea: en Bolivia actualmente cualquier cosa puede formar una burbuja. Esto es según mi parecer por la falta de confianza económica, política y social que tienen los inversores y las personas comunes y corrientes en el “juego económico”. Añadamos que al existir exceso de liquidez económica (muchas veces creados por capitales inyectados por el estado a sectores específicos) estas personas buscan invertir en diferentes activos que pueden provocar burbujas.

El Estado boliviano casi todos los meses tiene un nuevo mercado por “controlar para prevenir burbujas” por ejemplo la carne, el pollo, la gasolina y sus cupos y demás. En su afán por prevenir la especulación fija precios máximos, manipulando el mercado a su propia conveniencia sin tener ningún tipo de potestad para hacerlo.

Es ahí cuando nos llega al WhatsApp: vayan a comprar gasolina, no hay cupos. ¿Creíble? Claro que sí, nuestro gobierno no es digno de fiar. Pero ¿el problema es del mercado o de la cúpula política? Déjenme decirles que estoy 100% segura que el pobre mercado es inocente en este punto. El Estado ha perdido tanta credibilidad, ha existido tanta crisis, conflictos, paros cívicos, gasolinazos y demás que el ciudadano a pie considera que debe disminuir riesgos aun cuando esto lo lleve a la irracionalidad.

Vámonos a octubre-noviembre del 2022. Paro cívico en Santa Cruz, bloqueo de los afines al gobierno a la entrada de las refinerías y mucha incertidumbre. Resultado: personas haciendo cola para comprar gasolina y revender al precio que ellos gusten. Volvemos a la pregunta ¿es culpa del mercado? Nuevamente no. Es culpa del gobierno.

Ahora sí, cuando te llegue una noticia por WhatsApp pensá bien si es cierta, asesorate, lee y luego tomá la decisión que para vos sea más conveniente. Dejame decirte amigo lector que el problema nunca es el mercado y la solución mucho menos será controlarlo o fijarle precios. El problema radica en el gobierno que con políticas antieconómicas pretende regular lo que no merece ser regulado. Al fin y al cabo, el mercado es según nuestro amigo Adam Smith, regulado por la mano invisible.

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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Maria Victoria Rosales Pelleschi

Abogada, Magíster en Análisis Económico del derecho, especialista en global compliance, smart cities y comercio electrónico.

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