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Hace dos años, a iniciativa de Gary Rodríguez, se publicó el libro Modelo de Desarrollo Cruceño: Factores y valores que explican su éxito
, en el cual contribuimos además Carlos Hugo Barbery, Oscar ‘Tumpa’ Soruco y mi persona. Un resumen de éste se encuentra en el último boletín del Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE).
A mí me correspondió ver el ámbito económico, entendido como la explicación de qué pasó, cómo y parcialmente por qué. Tomando información propia y de otros actores, mostré que la participación productiva de Santa Cruz se triplicó entre 1950 y 2019.
Usando un marco particular de análisis encontré que el crecimiento cruceño respondió sobre todo a la atracción de factores: capital para nuevas inversiones y fuerza de trabajo, principalmente por la vía de la migración. Aunque la productividad fue decisiva en algunos sectores, como los agronegocios, todavía es un reto pendiente para la región y el país.
Ya a una distancia prudente de dos años, tengo algunas reflexiones al respecto, pero con una premisa previa. Lo que se logró especialmente en estos 70 años en Santa Cruz ha sido destacable porque implicó el cambio en la geografía económica del país: no se comprende la situación económica (e incluso política) del país sin Santa Cruz.
Con esa premisa, creo que es importante poner “paños fríos” al análisis de la experiencia cruceña y plantear algunas dudas específicas. Para dar contexto, al final de una investigación usualmente se mencionan cuáles son las siguientes líneas de análisis que serían deseables para profundizar la comprensión.
En el caso cruceño creo que los investigadores deben preguntarse por qué Santa Cruz y no otras regiones. Es decir, cuáles han sido los factores objetivos y subjetivos que han permitido que las actividades empresariales hayan sido más exitosas en Santa Cruz que en otras regiones.
Esa duda es relevante porque permitirá comprender cómo un departamento con reglas y características similares a las del resto del país pudo desarrollarse más; o cuáles han sido los factores diferenciadores a nivel de empresa, sector y región.
Esa duda no es sólo propia de Bolivia, puesto que en México uno puede ver que la diferencia entre Monterrey y Chiapas es abrumadora pese a tener un similar marco legal e histórico.
La segunda línea de investigación o duda es qué nuevos factores son relevantes para el crecimiento y el desarrollo en el siglo XXI. Como lo dije previamente, no cabe duda de que el éxito cruceño es remarcable, pero el éxito pasado no es garantía de los resultados futuros.
En el análisis que efectué, y en el cual varios coinciden, fue la combinación específica y virtuosa de hechos y factores que hicieron de Santa Cruz una región desarrollada a pesar de su atraso. Van desde recursos naturales no renovables (petróleo), renovables (riqueza agrícola), humanos, financieros e institucionales.
Sin embargo, la situación mundial y nacional ha cambiado dramáticamente en las últimas décadas. La manufactura hoy se concentra en la cuarta revolución industrial, el comercio descansa en una compleja base logística y de suministro, y los servicios cada vez son más personalizados y a medida.
Las sociedades también han cambiado y, junto con ello, los liderazgos. Es más difícil coordinar en una metrópolis inmensa que en un apacible poblado. Surgen nuevos grupos de interés y movimientos ciudadanos.
La interrogante seria es cómo debe cambiar el enfoque de desarrollo a nivel local (y también nacional) para seguir promoviendo el bienestar de Santa Cruz. La vocación natural del suelo cruceño es una base, pero no es suficiente para la transformación que vemos en estas épocas.
Eso también va con la definición de bienestar y de carencias. Los pobres hoy son distintos a los de décadas pasadas porque su concepción y medición abarca criterios multidimensionales.
Creo que hay varias dudas o preguntas de investigación que merecen la atención para promover el éxito futuro de Santa Cruz y Bolivia porque no se mejora lo que no se comprende.