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El nuevo Rector de la principal Casa de Estudios de Santa Cruz informó a un medio que actualmente existe un “desorden total” con exceso de funcionarios donde hay hasta “ayudante del ayudante” y que, si no se toman medidas correctivas urgentes, la institución es “inviable”.
Esta triste realidad que se repite en el sistema público del país, nos lleva a reflexionar sobre las prioridades que deben impulsar los gestores educativos, pues al escuchar a la autoridad, todo indica que se crearon cargos paralelos y aumentaron los administrativos, cuando las actividades claves de una Universidad son la docencia y la investigación.
Esta última actividad que es importantísima, pero con muy poco apoyo, sirve de indicador de la calidad de los procesos en el ámbito universitario, por lo que debe ser incrementada en virtud de los resultados de los trabajos realizados por los docentes investigadores y estudiantes. Las aulas universitarias son los lugares más indicados para fomentar la actividad científica, ya que posibilita que el claustro se mantenga en contacto con el flujo internacional de conocimiento.
Aquí urge volcar la mirada porque la universidad de este siglo 21 debe estar dominada por la ciencia y la tecnología con la participación de todos sus investigadores. Para enfrentar los retos que nos ha puesto la nueva normalidad de la pandemia, hoy es necesario asignar nuevos objetivos a la educación, una concepción más amplia de ella debería llevar a descubrir, despertar e incrementar las posibilidades creativas de las personas e introducirse cada vez más en el campo de la investigación científica.
En un estudio realizado por Gregorutti y Bon, destacan el hecho que los estudiantes perciben la calidad académica con tener buenos maestros, buenos contenidos académicos y buenas instalaciones, así como el que se brinde herramientas para la profesión, que se preparen bien a los estudiantes y que los maestros tengan experiencia.
Por ello, nuestras instituciones de educación superior deben pasar por un proceso de evaluaciones internas y externas realizadas con transparencia, llevadas a cabo abiertamente por expertos independientes, pero tomando en cuenta las particularidades de los contextos institucionales y regionales, a fin de tener en cuenta la diversidad y evitar la uniformidad.
A su vez, se percibe también la necesidad de una nueva visión y un nuevo modelo de educación superior acorde a la realidad que nos impone los efectos del Covid-19, que debería ser centrado en que se potencie la investigación estudiantil, para que desde la formación de pregrado los estudiantes adquieran las habilidades necesarias en esta área. Sin embargo, para alcanzar tal objetivo, hay que reformular los planes de estudio, no conformarse con el mero dominio cognoscitivo de las disciplinas e incluir la adquisición de conocimientos investigativos, prácticos, competencias y aptitudes para la comunicación, el análisis creativo y crítico, la reflexión independiente y el trabajo en equipo en contextos multiculturales.
En la calidad de la educación superior, la investigación desempeña un papel fundamental por su carácter estratégico dada su importancia en la búsqueda de respuestas y soluciones establecidas por la ciencia y la sociedad; se reconoce como la base para el progreso y la mejora de los servicios de las diferentes disciplinas, y se relaciona con el desarrollo económico y social de un país.
La nueva visión de la universidad a través de sus procesos investigativos tiene sin duda una responsabilidad ante la sociedad en su conjunto, ya que esta le exige producir, entre otras cosas, conocimiento científico socialmente válido capaz de generar soluciones creativas en las múltiples áreas de su desarrollo.
*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo