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El 19 de octubre de 2025 se desarrolló en Bolivia el inédito balotaje entre los candidatos vencedores de la primera vuelta: Rodrigo Paz Pereira/Edmand Lara y Jorge Tuto Quiroga/Juan Pablo JP Velasco. El árbitro electoral se esforzó por completar las elecciones antes, durante y después con medidas transparentes y oportunas. El presidente Luis Arce y su gabinete cumplieron su promesa.
A diferencia de esos octubres oscuros de 2003, 2019 o 2020, la jornada se desarrolló tranquila. Los bolivianos acudieron a ejercer su derecho/deber de forma disciplinada dentro y fuera del país, en ciudades y pueblos. La victoria de Paz Pereira fue clara y las protestas forzadas de algunos militantes de la perdedora Alianza Libre están de sobra.
A primera vista, la democracia boliviana parece fortalecida. Elecciones llenas de colorido. A la gente le encanta acudir a sus mesas de sufragio. Podrían dar envidia a países como Colombia donde el ausentismo es endémico, igual que sucede en naciones del norte. Un ejemplo para los últimos regímenes del socialismo caviar que sobreviven en Cuba (1959), Nicaragua (1979, con intervalos) y Venezuela (1999).
Sin embargo, existe un gran agujero negro que comenzó con el voto universal en 1956 y se amplió desde el siglo XXI. Más allá de los centros urbanos, de los barrios donde habitan personas con grados universitarios, el voto es fundamentalmente corporativo. Es un voto controlado por las autoridades comunitarias, sindicales, gremiales que comparten intereses y territorios.
¿Un ciudadano, un voto? No parece.
No es igual al sufragio de los funcionarios públicos, vigilado por diferentes métodos: la papeleta marcada dejada en el recinto oscuro, que pasa de votante a votante; o la foto en el celular (ahora burlada porque los rebeldes han aprendido a poner hilitos formando una X, envían la imagen y luego apoyan a su preferido).
El voto corporativo lo deciden quienes tienen algún tipo de mando. Por ejemplo, el secretario general de una central campesina o el secretario ejecutivo de una federación. Es el voto masivo: rosado, por décadas, para agradecer por la Reforma Agraria; naranja en el inicio de la democracia participativa; azul, in crescendo, desde 2002.
Por eso es interesante examinar los altísimos porcentajes en las mesas de votación provinciales. El jilacata aseguró que los viejitos recibirán un bono de 2.000 bolivianos y les dijo a todos los comunarios que voten por Lara, y los demás obedecen. A lo largo de los años esas cifras contundentes se repiten a favor de una sola candidatura.
¿Quién ganó en el triángulo de México Chico? ¿Quién ganó en Villa Tunari? ¿Quién ganó en el Desaguadero? ¿Quién ganó en San Carlos? ¿Quién ganó en Challapata? ¿Quién ganó en Yacuiba? ¿Quién ganó en Guanay? ¿Quién ganó en La Asunta? ¿Quién ganó en Patacamaya? ¿Quién ganó en Yapacaní? ¿Quién ganó en la 12 de octubre alteña?
Ahora bien, hay que preguntarse también por cuál fórmula votaron los cientos de miles de dueños de autos chutos y los responsables del jugoso negocio. ¿Por quién votaron los contrabandistas de ropa usada? ¿Por quién votaron los productores de coca y sus derivados? ¿Por quién votaron los explotadores de oro? ¿Por quién votaron los policías antinarcóticos? ¿Es gratis ese apoyo? ¿Son las nuevas roscas con lobbies que imponen candidaturas, ministros y autoridades?
Paz y Lara se presentaron con una sigla prestada, aunque Rodrigo tiene una larga trayectoria personal en la política y una visión propia del país. El Partido Demócrata Cristiano, desde su fundación en 1954, ha apoyado a varias corrientes en un amplio abanico del nacionalismo -desde militares hasta incubar a guerrilleros castristas-, como revisaré en otro artículo. Tiene una relación paradójica con la Democracia Cristiana internacional. ¿Qué rol jugará desde noviembre?
Las corrientes subterráneas de la fórmula vencedora vienen de tres movimientos: el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR, 1942); el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR, 1971) en sus diferentes versiones (no estaba muerto, estaba de parranda); y el Movimiento al Socialismo (otra sigla alquilada). El MAS de Cochabamba fue decisivo el domingo.
Las tres Ms protagonizaron propuestas populistas que ilusionaron a Bolivia, aunque el tiempo demostró su insostenibilidad. Pronto cayeron en la corrupción y el clientelismo. Concluyeron en catástrofes macroeconómicas: 1956-1960; 1982-1985; 2006-2025. El imperio estadounidense tuvo que venir en auxilio.
Las tres Ms estuvieron pringadas por el narcotráfico al nivel del Palacio de Gobierno. Lo que comenzó en las dictaduras de Hugo Banzer y Luis García Meza tuvo el revelador drama en Huanchaca el 86 (MNR y aliados); los narcovínculos del 90 (MIR); y la narcocaptura del Estado, de la Policía y de las Fuerzas Armadas, desde 2005 (MAS). Esa pregunta no sobresalió: ¿Cómo se combatirá al crimen organizado? ¿Cómo se liberará al Estado de sus amplios tentáculos?
El caudal de votos en las zonas rojas y en gremios oscuros pueden ser el mayor obstáculo para sepultar al MAS, aunque Paz logre gobernabilidad y un amplio respaldo internacional.



