OpiniónEconomía

Lecciones del pasado para un futuro sin extremos

Pablo Mendieta Ossio

Economista en el campo de políticas públicas

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El mundo enfrenta mayor incertidumbre por la reaparición del proteccionismo. La globalización, clave para el desarrollo económico, enfrenta serios desafíos con el resurgimiento del nacionalismo y el retorno de la política industrial.

Según el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Centro para la Investigación de Política Económica (CEPR por sus iniciales en inglés), este fenómeno está impulsado por cuatro factores principales: i) la rivalidad geopolítica; ii) el uso de argumentos de seguridad nacional para justificar la intervención económica; iii) la creciente desconfianza en la globalización; y iv) la respuesta estatal a crisis recientes.

La tendencia es clara: los gobiernos están priorizando la seguridad económica y la estabilidad política sobre el rol de los mercados. Incluso las principales potencias mundiales están adoptando políticas industriales más agresivas, incluyendo los recientes aranceles.

En este contexto, me refrescó leer el libro “El proyecto Chile” del académico chileno estadounidense Sebastián Edwards, doctor en economía de la Universidad de Chicago, pero un librepensador. El texto analiza acuciosamente la experiencia chilena y es un manual excelente para comprender liberalismo, neoliberalismo y sus orígenes.

Edwards demuestra que el programa original de los Chicago Boys no buscaba eliminar el Estado, sino reducir su intervención en sectores donde era ineficiente. Sin embargo, con el tiempo, la desregulación excesiva y la falta de mecanismos de inclusión social generaron frustración social, desembocando en el estallido de 2019.

A nivel global, las visiones extremas han demostrado sus limitaciones. El liberalismo sin regulaciones ha generado episodios de crisis financieras y molestia por la desigualdad, mientras que el socialismo estatista ha derivado en burocracias ineficaces y mercados altamente distorsionados.

En Bolivia, hemos transitado entre ambos extremos: desde la liberalización económica de los años 90 hasta la expansión del Estado en las últimas décadas. Pese a estos vaivenes, el extractivismo, el clientelismo y la falta de institucionalidad han persistido y se han profundizado.

Hoy, en medio de una crisis generalizada en el país, las limitaciones del modelo estatista han quedado expuestas. Pero la solución no es un regreso acrítico al pasado, sino una visión acorde a las barreras que le hicieron fracasar a inicios de este siglo.
Queda implícita en el libro de Edwards la necesidad de una alternativa que promueva la fuerza de los mercados con la inclusión social. Me hace recuerdo al liberalismo igualitario planteado por su connacional Andrés Velasco, decano de políticas públicas de la Escuela de Economía de Londres (LSE por sus iniciales en inglés) y coautor de otro libro provocador: “El liberalismo en tiempos de cólera”.

Dicho enfoque reconoce la vital importancia del mercado, pero también la necesidad de una intervención estatal inteligente. La clave está en la capacidad técnica del Estado para ejecutar estas intervenciones. No tiene sentido crear una agencia antimonopolio sin entendidos en organización industrial, ni empresas estatales sin expertos en emprendimientos y técnicos capaces. Un Estado fuerte no es aquel que interviene en todo, sino aquel que se concentra en lo esencial y lo hace bien.

Saliendo de la disputa electoral Bolivia requerirá un enfoque pragmático y realista para progresar en un mundo incierto y cambiante, combinando mercado, Estado y democracia.

Los extremos han derivado en populismos y en “democracias delegativas”, aquellas con líderes que se consideran “salvadores de la patria”, como lo recuerda Steven Levitsky de la Universidad de Harvard, aludiendo a un concepto acuñado por el politólogo argentino Guillermo O’Donnell.

En un mundo cada vez más volátil, la mejor estrategia no es el extremismo, sino la sensatez. Y para ello, necesitamos instituciones fuertes, reglas claras y una economía de mercado sin caer en los errores, propios o ajenos, del pasado.

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.b


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Pablo Mendieta Ossio

Economista en el campo de políticas públicas

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