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El nuevo gobierno ha recibido un Estado sin dinero, con más gastos que ingresos, empleados públicos supernumerarios, corruptos e ineficientes. A diferencia del periodo de Evo, que tuvo abundancia por los ingresos del gas, Rodrigo tiene que administrar en la escasez. Todas las decisiones, incluso cuando en el agregado son beneficiosas para el país, generan a nivel individual gente que se beneficia, y gente que se perjudica; algunas decisiones pueden implicar asumir costos ahora, para tener beneficios en el futuro. Y siempre que hay costos y hay perjudicados, hay descontento y protesta, sin importar si la decisión es acertada en el contexto global. A continuación discuto alguno de los dilemas que el gobierno tiene que enfrentar.
Tipo de cambio – gestionar o no gestionar
Una devaluación del boliviano encarece las importaciones y por tanto genera inflación, reduciendo el poder adquisitivo de la población. También hace más competitivas las exportaciones. Entonces, si las importaciones bajan y las exportaciones suben, las reservas internacionales suben y la industria nacional se fortalece, lo que a mediano plazo significa más inversión y más puestos de trabajo. El gobierno tiene el dilema de dejar que el tipo de cambio flote libremente lo que causa una pérdida inmediata del poder adquisitivo de la gente, pero a mediano plazo permite reconstruir las reservas internacionales y fortalecer la industria nacional, o manejarlo y sostenerlo artificialmente bajo, lo que implica utilizar reservas. Hoy como el gobierno no tiene reservas, el tipo de cambio se mueve libremente (habló del tipo de cambio real y no de la farsa del tipo de cambio oficial que es mayormente inconsecuente).
Combustibles – subvencionar o no subvencionar
Algo que debemos entender es que no existe nada gratis en el mundo. Cuando una persona recibe un almuerzo gratis, existe otra persona que pagó ese almuerzo; cuando alguien se encuentra un peso en la calle, existe otro alguien que perdió ese peso; cuando el Estado subvenciona los combustibles, tiene que pagar la diferencia aumentando los impuestos a la población. Y así lo ha hecho últimamente con el impuesto más regresivo y dañino que existe, el de inflación. El actual gobierno ha aumentado el precio de los combustibles y los ha congelado por 6 meses pero no ha renunciado al esquema de gestionar y subvencionar los combustibles, simplemente ha reducido el monto subvencionado. El precio artificialmente bajo de los combustibles en Bolivia, contribuye a mantener muchos precios bajos, lo que mejora el poder adquisitivo de la gente (beneficio que luego es negado por la inflación que genera la misma financiación de la subvención). Pero la subvención se logra a costa de un déficit fiscal insostenible, endeudamiento e inflación. Por otro lado, no es menor lo que se pierde por contrabando a países vecinos cuando se vende algo a un precio artificialmente bajo. ¿En 6 meses seguirá subvencionando y definiendo el precio o dejará que el mercado funcione?
Reducción del déficit fiscal – agresiva o suave
Ninguno de los candidatos a la segunda vuelta en las elecciones presidenciales prometía eliminar el déficit fiscal. Ambos responden a paradigmas más keynesianos y ninguno mostraba ni la valentía, ni la honestidad intelectual, ni la claridad ideológica de un Javier Milei en la Argentina, quien acabó con el déficit fiscal de su país en los primeros meses de su gobierno. Pero ambos coincidían en que el déficit fiscal era insostenible y peligroso y necesitaba reducirse drásticamente. Tres áreas fundamentales para lograr ese objetivo son reducir o eliminar la subvención de los combustibles, reducir el número de funcionarios públicos que actualmente bordean los 600.000 y liquidar las empresas públicas deficitarias. No hay duda de que el gobierno avanzará en estos objetivos, porque no hay cómo ir en la dirección contraria, la cuestión es la velocidad y el alcance de las medidas. Y por supuesto, mientras más agresivo sea, más protesta y resistencia tendrá de los sectores y actores que por décadas se acostumbraron a vivir de la mamadera del Estado. Hasta ahora el accionar del gobierno en este ámbito es lento o no existente.
Financiamiento del déficit – Banco Central vs Gestora vs préstamos
Dado que el gobierno no planea acabar con el déficit fiscal, solo reducirlo, tiene que pensar en cómo financiarlo. Puede hacerlo imprimiendo billetes, lo que genera inflación, usando los fondos de la Gestora Pública, lo que quita liquidez al sistema financiero, eleva las tasas de interés y frena la inversión privada, o con préstamos internacionales, lo que sigue aumentando la deuda externa. Cualquier opción tiene consecuencias negativas, pero los tiempos y las personas que sufren tales consecuencias son diferentes.
Tasas de interés – regular o liberar
Es un error pensar que los empresarios son pro libre mercado; lo son cuando les conviene, pero cuando pueden sacar rentas del Estado, son tan chupadores como cualquier socialista. Y un área donde han aplaudido a Evo Morales es la regulación de las tasas de interés. Pero al igual que la subvención de combustibles, las tasas de interés de créditos productivos o de vivienda social se vuelven insostenibles y los intentos por regularlas pueden ser contraproducentes. Cuando las liberen, no nos debería sorprender ver algunos gremios empresariales reclamando.
Percepción de estabilidad y comunicación
Creo que en gran medida, en los últimos años la gente percibe la estabilidad de la economía boliviana cada vez más a través del tipo de cambio. Un boliviano que se devalúa significa inflación, pérdida de poder adquisitivo, apretón de cinturones en hogares y empresas y empobrecimiento inmediato. La apreciación del tipo de cambio paralelo los últimos meses ha dado una sensación de estabilidad. Dicha apreciación responde a factores circunstanciales y momentáneos. Si el gobierno se atribuye (falsamente) a su gestión dicha apreciación, tendrá que asumir las consecuencias de la devaluación que creo que eventualmente tendremos cuando los factores circunstanciales desaparezcan. Por otro lado, la gente tiende a ser inmediatista y esperar soluciones rápidas del nuevo gobierno. Si en 6 meses la gente siente que tiene menos plata en los bolsillos la popularidad del gobierno caerá. Pero la situación del país es muy precaria y siendo realistas no deberíamos esperar una mejora significativa de las condiciones en los próximos dos años. De hecho, tomar las medidas correctas en muchos casos significa apretarse más los cinturones y ocasionar que la situación empeore inicialmente, para recién mejorar en el mediano a largo plazo. Tenemos que hacer las reformas ahora, para cosechar los frutos recién en 3 a 5 años. Si mañana tuviésemos una constitución y leyes adecuada para atraer inversiones en el sector petrolero, aun así tardaríamos un par de años en atraer a las empresas extranjeras y licitar campos, luego unos años más para que las inversiones empiecen a llegar, se traiga maquinaria, se contrate personal y empiece a tener un impacto en la economía y luego de estos 3 a 5 años, serían otros 5 a 10 años más en ver el incremento de la producción de gas y petróleo, con su impacto en ingresos para el Estado y el país. Es decir, las decisiones de ahora en el sector petrolero, recién tendrán todo su impacto en 10 a 15 años. Poca gente tiene la visión de largo plazo y la paciencia y al nuevo gobierno le toca gestionar el inmediatismo y la impaciencia de una población que probablemente verá un empeoramiento de su poder adquisitivo en los próximos años. ¿En qué lugar del espectro gestionará la comunicación entre la honestidad brutal o las mentiras piadosas?
Muchas medidas requieren decir entre cuánto sufrimos hoy para estar mejor mañana. ¿Sufrimos menos y tenemos una recuperación menor y más lenta o nos ajustamos más ahora para salir de la crisis más pronto y más fuertes? Muchas medidas implican tocar los intereses y privilegios de grupos corporativos como sindicatos, gremios y empleados públicos que no aceptarán los cambios sin montar resistencia. El gobierno tiene la ardua labor de avanzar hacia reformas que hagan de este país económicamente viable, dentro de lo políticamente posible.



