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…y los panaderos lucran con el hambre. Muchas veces hemos escuchado algún comentario de este tipo, y más ahora que tanto médicos como panaderos están en la mira del gobierno. El escenario general es el siguiente: una persona (llamémosla A) tiene alguna necesidad, y otra persona (llamémosla B) satisface la necesidad de A y cobra un monto de dinero por ese servicio. El final de esta historia es que B es el malo, ya que su “insensibilidad y falta de empatía” lo mueve a “aprovecharse” y pensar en su lucro a costa del sufrimiento y necesidad de A.
El problema con el razonamiento del párrafo anterior es que está errado, y el gran economista Ludwig von Mises lo demostró hace ya varias décadas atrás. El error empieza por suponer que la ganancia de una persona supone daño para un tercero, en otras palabras, se presupone (erróneamente) que nadie puede prosperar si no es a costa ajena. Esto implicaría que la economía es un juego de suma cero, en otras palabras, una persona gana lo que otra pierde. Este tipo de formulaciones eventualmente conduce a las típicas conclusiones marxistas “la prosperidad de los ricos se debe a la explotación de los pobres”, “los capitalistas explotan al proletariado” y eventualmente terminan en políticas perversas como el control de precios.
Ahora bien, existen sin duda situaciones en las que la ganancia de una persona se da a partir de la pérdida de otra. Por ejemplo, si una persona necesita un determinado bien y para obtenerlo recurre al robo (con violencia o con astucia) no hay duda que la ganancia del ladrón es la pérdida de la víctima.
Sin embargo, en las sociedades modernas, existe otra forma de obtener los bienes que necesitamos sin recurrir al robo y es mediante el comercio (compra-venta) de bienes y servicios. Cuando usted va al mercado y llega a un acuerdo con el vendedor para comprar un producto a un determinado precio, ambos ganan a pesar de que usted y el vendedor están cada uno mirando su propio interés ya que por un lado usted quisiera pagar menos mientras que el vendedor quisiera cobrar más. Y, sin embargo, al terminar la transacción, ambos quedan satisfechos.
Para que las transacciones sean beneficiosas para ambas partes, éstas deben ser libres y voluntarias ya que, si alguna de las dos partes pensase que la transacción le sería perjudicial, simplemente haría pleno ejercicio de su derecho a elegir y se negaría a continuar, con lo que resulta evidente que la transacción se puede dar si y solo si ambas partes perciben ganancia con la misma. Para que esta situación de ganancia mutua sea posible debe existir un sistema de libre mercado y que además garantice la propiedad privada, es decir, un sistema capitalista.
No es pues el médico el que se enriquece con nuestro dolor, ni el panadero el que vive a costa del hambre del pueblo. Ambos, buscando su propio interés, mejoran nuestra calidad de vida satisfaciendo nuestras necesidades, y es a partir de estas necesidades y de lo urgente que sean que se justifican sus oficios. Entonces, debería quedar claro que la enfermedad hace necesario a los médicos del mismo modo que el hambre al panadero, tanto más cuanto que somos nosotros quienes buscando nuestro propio beneficio acudimos a ellos voluntariamente.
*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo