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Dos elementos desataron la crisis política Venezuela, tras la desazón global que produjo la maniobra del chavismo de dar como ganador de las elecciones presidenciales del domingo 28 de julio al tirano. El apresuramiento en la entrega del título de presidente reelecto a Nicolás Maduro puso a la población en las calles y la demostración, vía presentación del 73,2% de las actas, transformó la indignación en furia popular en contra del régimen de los 25 años.
La movilización callejera estalló, el derribo de estatuas de Hugo Chávez cundió, la presión internacional aumentó, la represión militar y paramilitar se ensañó, el número de muertos lamentablemente trepó, la expulsión de embajadores se multiplicó y Maduro se aisló…
La guerra en las redes sociales también arreció, primero con el bombardeo del único boletín del sumiso Consejo Nacional Electoral que llegó al 80% de las mesas escrutadas. El 73,2% de las actas electorales recabadas se encargó de equilibrar las cosas y empezó a derrotar la posverdad chavista porque ya se reunió más del 80% de las actas.
El contraste de datos electorales invadió las redes sociales en Venezuela y otros países, además videos de los disturbios, lives de las movilizaciones, del derribo de estatuas, de las acciones de represión, de las amenazas de los poderosos y hasta la circulación de noticias falsas y desactualizadas.
La batalla de los datos se concentró en el único boletín de resultados del CNE dado a conocer por su presidente, Elvis Amoroso. Se refería al 80% de las mesas escrutadas con el 51,2% o 5.150.092 votos para Maduro y el 44,2% o 4.445.978 votos para Edmundo González, el candidato de la oposición unida. La diferencia, según el reporte oficial, era de 7 puntos porcentuales, que marcan una diferencia de 704.114 votos entre ambos.
En cambio, el 73,2% de las actas recabadas por la oposición hasta el lunes 29 de julio muestra el siguiente panorama: 6.275.182 votos a favor de González y 2.759.256 votos obtenidos por Maduro, lo que hace una diferencia de 3.515.926 votos entre el exdiplomático y el tirano, más de tres veces la diferencia reportada por el CNE.
El Consejo Electoral no mostró una sola acta, mientras la oposición puso a disposición del mundo siete de cada 10 actas que llevan las firmas de los delegados de mesa o testigos del chavismo. Al final del martes ya eran ocho de cada diez actas.
Lo lógico hubiera sido que Maduro y sus secuaces hagan públicas las actas que están en poder del Consejo Nacional Electoral, a fin de desvirtuar los datos revelados por la líder opositora María Corina Machado. No lo hizo porque la información publicada seis horas después del cierre de las mesas de votación, con la excusa de que el sistema electoral había recibido un masivo ciberataque, no era cierta.
Haciendo una elemental operación de resta entre el dato proporcionado por el CNE sobre los votos que supuestamente habrían favorecido a Maduro y el que se encuentra registrado en el 73,2% de las actas, sabiendo que hay un margen de inexactitud, la cantidad de votos alterados podría ser de por lo menos 2,3 millones de votos.
Las conclusiones del informe técnico de la Organización de Estados Americanos (OEA), son contundentes: “El régimen de Nicolás Maduro nuevamente ha traicionado al pueblo venezolano, declarando respetar la voluntad popular al tiempo que hace todo lo posible por manipula y desconocer es voluntad”.
Nicolás Maduro está acorralado, al igual que Diosdado Cabello y el chavismo. El peligroso margen que tienen para intentar quedarse en el poder es desatar una masacre, argumentando que hay un golpe de Estado, pero grupos de uniformados depusieron las armas y se sacaron los uniformes en señal de que no están dispuestos a disparar contra la población indefensa.
Cabello dijo que un escudo humano protegerá a Maduro en el palacio de Miraflores. Fue otra amenaza que apuntaba al baño de sangre anunciado por el tirano, aunque la cobardía es típica de estos caudillos que solo buscan salvar sus pellejos dejando librados a su suerte a quienes creyeron en ellos y los sostuvieron el poder por décadas.
No sería extraño, entonces, que Maduro, Cabello y la cúpula del chavismo estén buscado negociar su salida del poder al tiempo de que radicalizan sus discursos y las acciones de represión. Si lo consiguen, habrá que esperar qué países reciben a Maduro y los otros jerarcas del chavismo, y en qué condiciones. No será fácil, pero a la larga podría ser central para garantizar una transición pacífica en Venezuela.