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Aunque un 1º de mayo como los de Evo está lejos, igual le he “nacionalizado” el título de esta columna al poeta John Milton. El cerebro de la derecha trumpista, Steve Bannon, cita esa frase en el documental del liberal Errol Morris, American Dharma. Aunque este es de 2018, sus diálogos perfilan la situación mundial de hoy y las cercanías de esa derecha con Putin.
Bannon recuerda un dicho de Napoleón: “Si te has propuesto tomar Viena, tomas Viena” (sin importar el costo o, peor, las víctimas). Ahora, sustituyan “Viena” por “Kiev” y saquen conclusiones, aunque Putin no sea Bonaparte. A dos siglos de distancia, Napoleón luce inofensivo, pero en su tiempo fue llamado un “anticristo”; entre otras linduras, por cañonear a las masas jacobinas o apresar al Papa. Al grado que los ingleses resucitaron por Napoleón el refinamiento de la deportatio romana (“deportación a una isla y pérdida de todos los derechos del condenado”). Bannon alega además que el líder de un cambio de época debe soportar ser odiado.
Bannon abraza una visión trágica de las limitaciones humanas y sociales, en lugar del hoy prevaleciente confort sicológico que niega el lado áspero de las cosas. Se oye ahí también el eco de Carl Schmitt, católico, pero nostálgico del mundo clásico, tal como Bannon. O del Dostoievski que predica en los Hermanos Karamazov: “el mundo ha proclamado la libertad, pero ¿qué representa esa libertad?: nada más que la esclavitud y el suicidio… Entre los ricos, la soledad y el suicidio espiritual; entre los pobres, la envidia y el asesinato, porque les ha conferido derechos, pero no les ha indicado aún los medios de hacerlos valer”. Para Dostoievski, el destino de esa libertad (asociada a Occidente) es “en lugar de vino, sangre”.
Bannon coincide con Putin. Un libro reciente del etnógrafo Benjamin Teitelbaum sobre la derecha dura registra una reunión en 2018 de Bannon con Aleksandr Dugin, ideólogo putinista e inspirador de la retoma rusa de Crimea. Bannon razona allí que los desafíos que unen a Estados Unidos y Rusia no son el Islam o la élite global, sino la civilización judeo-cristiana contra China y sus socios Irán y Turquía. Las diferencias por derechos humanos o democracia son asuntos menores, desliza.
Según Bannon, a Estados Unidos le espera una revolución. Y la anuncia como un racionalista. Morris lo tilda de apocalíptico y Bannon se corrige: “OK, entonces soy un racionalista-apocalíptico”. Y ojo que este documental es anterior a la toma del Capitolio en 2021. A propósito, Bannon no esconde su éxtasis por que el 2016 Hillary Clinton se asilara en la izquierda identitaria. Así, dice, fue más fácil golpearla desde la ira de la clase trabajadora contra las sofisticaciones de la élite “educada”.
Tal vez Putin también imagina qué pasaría en Washington D.C. si Biden perdiera la mayoría congresal este año o si Trump recuperase la presidencia. Trump, el reacio a que su país pague las facturas europeas de la OTAN, aunque por eso hoy reciba críticas de entre sus votantes.
Bannon detesta la mentalidad que ve en todo un dilema matemático, de maximización de valor, sobre todo para un país o el mundo. Para las comunidades industriales, no da lo mismo si una fábrica se instala en Detroit o en Vietnam; tampoco para el nacionalismo ruso si Ucrania es occidental o rusa.
Aquella alusión a Vietnam no es casual. El interés político de Bannon fue marcado por un acto en Estados Unidos en el cual el equipo deportivo usado era “Made in Vietnam”. Para Bannon, fue el signo de que esa guerra fue inútil, incluidos los desgarros y muertes de la localidad de su infancia, para la cual nada fue indiferente o “práctico”. En cambio, la élite globalizada, “gerencial” (como la llamó décadas antes James Burnham, un extrotskista norteamericano devenido en conservador) no vio inconvenientes en reasumir tratos comerciales con Vietnam apenas le fue posible.
American Dharma ahonda en esa clave hindú y budista, el dharma: el destino, el compromiso, la hora de la verdad, así suponga la propia muerte. No es inocuo que gente como Putin y Bannon perciba el presente como un dharma, esta vez universal. Y sí, asusta.
*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo