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“En la práctica se ve quiénes están con quienes; quiénes respaldan la revolución y quiénes buscan destruirla para satisfacer intereses mezquinos de una sola persona que busca incendiar y destruir nuestro país para regresar a gobernarlo, aún a costa del pueblo”.
“Aquel señor que vimos ingresar a Palacio en 2005, ganando con más del 50% de los votos, y con una mochila llena de esperanza, hoy lamentablemente es un hombre totalmente cambiado”. Son dos de varias frases disparadas por Eduardo Del Castillo contra Evo Morales.
Las leyó el jueves 29 de junio, en el acto político en la Casa Grande del Pueblo, cuando fue restituido como Ministro de Gobierno, pese a que la Constitución no lo permite. Luis Arce, el presidente del país, lo repuso en el cargo para que enfrente al caudillo del MAS.
Del Castillo aceptó la misión de lidiar con Morales y sus seguidores. Ya dio muestras de ello con la detención del exjefe antidrogas Maximiliano Dávila y la ejecución de varios operativos de la FELCN en el Chapare. Desempeñará el papel de “ministro Torquemada”.
En términos políticos, se usa el nombre de Tomás de Torquemada, un inquisidor y clérigo español del siglo XV, para hacer referencia a una figura autoritaria, intolerante y fanática, dispuesta a utilizar el poder para imponerse y perseguir, en este caso, en nombre de la “revolución”.
El término Torquemada ha sido utilizado en la antigüedad como símbolo de la opresión política y religiosa, y en la actualidad, como expresión de la intransigencia y el autoritarismo. El perfil de Del Castillo calza perfectamente y será el “ministro Torquemada”.
Definido el panorama, solo faltaba saber cuándo empezarían las nuevas batallas entre Del Castillo y Morales, rumbo al Congreso Nacional del MAS fijado para octubre de este año, pero principalmente de cara a la elección del próximo binomio masista, en el marco de las primarias.
Relacionar a Morales con el narcotráfico, destapar casos de corrupción escondidos en el régimen de los 14 años y martillar con las etiquetas de traición y derechización del evismo son algunas de las armas listas para ser sacadas del arsenal arcista.
El gobierno tiene el poder y los recursos económicos para dispararlas buscando inhabilitar a Morales política y electoralmente, además del control de la mayoría de los órganos del Estado (tiene dificultades en el Legislativo), para repeler los contraataques del evismo.
No hay que olvidar que el Tribunal Constitucional debe emitir una sentencia sobre la demanda de inconstitucionalidad de varios artículos del Estatuto del MAS, presentada por una diputada del arcismo, que puede dejar al caudillo sin partido y por supuesto sin candidatura del instrumento político.
Morales y sus seguidores no están de brazos cruzados. Han sembrado minas en el camino de Arce con denuncias de protección al narcotráfico, corrupción, mal manejo de la economía, inseguridad y derechización del actual gobierno.
Sin posibilidades de reconciliación, desde La Habana Morales anunció la activación de uno de esos artefactos. En su programa radial del domingo 2 de julio dijo que le hicieron llegar un informe que da cuenta que salieron hacia España 17 toneladas de cocaína en cargamentos menores y con aval del Estado.
Carlos Romero, su exministro, y medios internacionales precisaron que el informe corresponde a Europol, tras la operación multinacional Hinterland protagonizada por la Unión Europea, Brasil y Paraguay. Bolivia no participó en el operativo porque es calificada como la principal proveedora de cocaína a países de tres continentes.
Una eventual extradición de Dávila a Estados Unidos para que rinda cuentas por tráfico de drogas a ese país puede colocar a Morales en el ojo de la tormenta, al borde de quedar fuera de la carrera por la candidatura presidencial. El “ministro Torquemada” está dispuesto a eso y más.
Su tarea es despejar el camino de Arce hacia la reelección y está ante la oportunidad de que el actual gobierno se convierta en “Castillodependiente”.