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Si el amable lector se toma el trabajo de contar en cualquier edición de algún medio de prensa impreso la cantidad de propaganda o pauta pública que sale, advertirá que una práctica frecuente es qué en su inmensa mayoría, aparece usualmente la fotito de la MAE de la misma. En algunos casos, hasta en una misma ocasión, sale hasta dos o más veces el mismo funcionario. Todo un servil culto a la personalidad de los respectivos Jefazos. Se trata de un “auto bombo”, por el que sus llunkhus, usan nuestros recursos públicos para cultivar ese despreciable vicio que surge de confundir a la persona, así sea la MAE, con la institución, lo que es muy pero muy diferente.
Seguramente algún servil marketinero nos dirá: “hay que posicionar al Jefazo, etc…” pero legalmente ocurre que esas partidas presupuestarias han debido que ser establecidas para difundir los logros de la institución, sus fines, obras u otros de índole estrictamente institucional y no personal. Recuerden también los posters que con la fotito del Jefazo de turno se cuelgan en todas las instituciones nacionales, departamentales y locales, cual se tratarían de alguna deidad o algo parecido. Recuerdo unos cómicos calendarios de hace años de una institución del sistema de justicia, en los que la fotito de su ex MAE aparecía en todos los meses, además de la tapa y contratapa y así sucesivamente… un ridículo auto bombo.
Cabe eso si diferenciar las entidades públicas que operan con nuestros recursos públicos, de las privadas. Si al CEO de alguna privada se le ocurre hacerse auto bombo, lo hace con su plata y se supone siguiendo los mecanismos institucionales que estarán previstos; mientras que insisto, tratándose de entidades del sector público, estamos -para ser educadito…- ante el desvió sino malversación de recursos públicos, que se obtienen con los impuestos de los ciudadanos y, por tanto, deberían servir para fines institucionales y nunca personales, por mucho que se trate de los jefazos del organismo.
Y es que a la vista de tan grotescos comportamientos que a muchos les parecen ya hasta normales y falta que plausibles; ese servil culto a la personalidad con recursos públicos constituye también una expresión de la corrupción que permea prácticamente toda la actividad pública (excepciones, deben aplicar, ojalá…). La más elemental de sus nociones que incluso sale reiteradamente en instrumentos y declaraciones internacionales, enseñan que ésta empieza precisamente cuando se desvían o usan nuestros recursos públicos, con fines particulares. Hacerse propagandita, es decir, autobombo con nuestra plata, es pues una expresión que no por lo normalizada que está, deja de ser repugnante para el soberano qué de esa forma, contribuye a que el jefazo se mande la parte (pero, con nuestro quivo).
Obviamente forma parte de toda una cultura reiteradamente construida desde el poder público, incluso con éxito para algunos, que adoran al poderoso, al Estado o a quien lo representa; cuando mereciendo respeto en tanto se trata de un ser humano más, el servidor público es un empleado del soberano, ya que en ciertos casos ha sido elegido por la gente y en otros designado a dedo, pero todos con una misión ineludible: servir al ciudadano y no aprovecharse de sus recursos y de una eventual posición o peguita que, siempre al final del día, es no más temporal, por muchos esfuerzos que hagan para entornillarse “for ever” en algunas sillas, que deliran fueran tronos. Útil fuera que la Asamblea legislativa regule ese uso de recursos públicos discrecional, huyendo del autobombo institucional. ¿O será que: “EL PODER SÓLO SE SUBE A LA CABEZA CUANDO ENCUENTRA UN CEREBRO VACÍO”? PD: Esa sentencia es de autor anónimo !!! pero qué puntería!!!.