OpiniónEconomía

No cambiemos el modelo; transformemos el país

Pablo Mendieta Ossio

Economista en el campo de políticas públicas

Escucha la noticia

La discusión electoral se ha centrado en cambiar un modelo político y económico. Sin embargo, la discusión debiese centrarse en los factores profundos detrás de la coyuntura actual como de la estructura bicentenaria.

La historia económica del país, especialmente desde comienzos del siglo XX, puede leerse como una sucesión de modelos que han respondido a contextos cambiantes pero que, en el fondo, han enfrentado limitaciones estructurales similares. Cada ciclo trajo consigo nuevas promesas, herramientas y actores; sin embargo, los problemas de fondo —baja productividad, informalidad, fragilidad institucional y baja diversificación— siguen vigentes.

El primer gran ciclo fue el modelo liberal vigente hasta 1952. Este esquema se estructuró en torno a una economía de enclave, con orientación exportadora y escasa articulación interna. El Estado era débil y operaba como garante de los intereses minero-comerciales. Si bien logró insertar a Bolivia en el comercio internacional, su legado fue una sociedad profundamente excluyente, con desigualdades económicas, sociales y étnicas muy marcadas.

La Revolución Nacional de 1952 representó un cambio radical. Inspirado en las corrientes estatistas que emergían en América Latina, se impulsó un modelo desarrollista con fuerte intervención estatal, nacionalización de los recursos estratégicos, reforma agraria y ampliación de la ciudadanía. Esta etapa logró avances importantes en inclusión social y cohesión nacional. No obstante, la sostenibilidad económica del modelo fue limitada, debido a la baja productividad, la ineficiencia en la gestión estatal y una creciente dependencia del endeudamiento externo.

La crisis de los años ochenta, marcada por la hiperinflación y el agotamiento del modelo anterior, abrió paso a las reformas estructurales. Bolivia fue uno de los primeros países en aplicar el paradigma neoliberal de liberalización comercial, privatización de empresas públicas y disciplina macroeconómica. Este ciclo permitió recuperar la estabilidad y dinamizar ciertos sectores, pero derivó en una desconexión entre ciudadanía y Estado.

En 2006 se implementó el modelo nacional popular, en un contexto de altos precios internacionales y creciente demanda de materias primas. El Estado recuperó el control de sectores estratégicos y se fortalecieron los programas sociales y la inversión pública. La expansión fue acompañada de la reducción de la pobreza. Sin embargo, este modelo tampoco resolvió las debilidades estructurales: la matriz productiva sigue siendo poco diversificada, las instituciones están agudamente deterioradas y las señales de vulnerabilidad fiscal y centralización excesiva son cada vez más evidentes como en el modelo desarrollista.

Más allá de las etiquetas ideológicas, existe un patrón que se repite: cada modelo se enfoca más en el cambio de instrumentos y actores que en transformar las capacidades del Estado para resolver problemas concretos. La lógica del rediseño permanente, sin consolidar aprendizajes institucionales, ha sido costosa en términos de desarrollo sostenido.

Bolivia necesita superar esta lógica pendular. El verdadero desafío no es diseñar otro modelo teórico, sino construir un Estado que funcione de manera efectiva. Esto implica adoptar nuevos enfoques en la concepción del Estado, como sugieren experiencias internacionales en mejora de las instituciones. Se requiere dejar atrás las soluciones prefabricadas y apostar por la experimentación local, el aprendizaje incremental y la coordinación estratégica entre actores públicos, privados y sociales.

Un Estado eficaz no se mide por su tamaño, sino por su capacidad de generar resultados. Para ello, se necesita fortalecer el servicio público, fomentar liderazgos comprometidos con el bien común y consolidar legitimidad a partir de políticas que realmente transformen la vida de las personas. Sólo así podremos romper con los ciclos repetidos y avanzar hacia un desarrollo más inclusivo, resiliente y políticamente estable.

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


Cuentanos si te gustó la nota

60% LikesVS
40% Dislikes

Pablo Mendieta Ossio

Economista en el campo de políticas públicas

Publicaciones relacionadas

Abrir chat
¿Quieres unirte al grupo de Whatsapp?
Hola 👋
Te invitamos a unirte a nuestro grupo de Whatsapp