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No, la prosperidad no provoca el colapso demográfico

Chelsea Follett dice que la riqueza no tiene por qué significar declive demográfico.

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Por Chelsea Follett1

Resumen: Durante décadas, los expertos asumieron que el aumento de la prosperidad conducía inevitablemente a la caída de las tasas de natalidad, lo que alimentaba la preocupación por el colapso demográfico en las sociedades ricas. Sin embargo, nuevos datos muestran que esta relación se está debilitando o incluso invirtiéndose, y que muchos países de ingresos altos registran ahora tasas de fertilidad más elevadas que algunos países de ingresos medios. A medida que las investigaciones revelan que la riqueza y la fertilidad pueden aumentar al mismo tiempo, los responsables políticos tienen la oportunidad de replantearse supuestos obsoletos sobre las compensaciones entre la prosperidad y el declive demográfico.

Durante años, se consideró una ley demográfica: a medida que los países se enriquecen, tienen menos hijos. Se creía que la prosperidad provocaba inevitablemente una caída de las tasas de natalidad. Esta suposición dio forma a innumerables previsiones sobre el futuro de la población mundial.

Y en muchos países ricos, como Corea del Sur Italia, persisten tasas de fertilidad muy bajas. Sin embargo, cada vez son más los estudios que cuestionan la idea de que el aumento de la prosperidad siempre reduce la fertilidad.

El economista de la Universidad de Pensilvania Jesús Fernández-Villaverde observó recientemente que los países de ingresos medios están experimentando ahora tasas de fertilidad total más bajas que las que han tenido muchas economías avanzadas. Su último trabajo muestra que Tailandia y Colombia tienen tasas de fertilidad de alrededor de 1,0 nacimientos por mujer, lo que es incluso inferior a las tasas de economías avanzadas de baja fertilidad bien conocidas, como JapónEspaña e Italia.

“Mi conjetura es que, para 2060 aproximadamente, podríamos ver a las economías ricas como un grupo con [tasas de fertilidad total] más altas que las economías emergentes”, predice Fernández-Villaverde.

Esta relación cambiante entre prosperidad y fertilidad ya es evidente en Europa. Durante muchos años, los países europeos más ricos tendían a tener tasas de natalidad más bajas que los más pobres. Esa tendencia se debilitó alrededor de 2017 y, en 2021, se invirtió.

Este cambio se ajusta a un patrón histórico más amplio. Antes de la Revolución Industrial, las familias más ricas solían tener más hijos. La idea de que la prosperidad conduce a familias más pequeñas es un fenómeno moderno. Ahora, en muchas economías avanzadas, esa tendencia se está debilitando o invirtiendo. La forma en que la prosperidad influye en la fertilidad está cambiando una vez más. La riqueza y el tamaño de la familia ya no tiran en direcciones opuestas.

Este cambio también pone en tela de juicio supuestos arraigados sobre los ingresos y la fertilidad de las mujeres. Durante años, muchos economistas pensaron que los salarios más altos disuadían a las mujeres de tener hijos al aumentar el coste de oportunidad de ausentarse del trabajo. Esto ya no parece ser así en muchos países.

En varias naciones con altos ingresos, el aumento de los ingresos femeninos se asocia ahora con una mayor fertilidad. Estudios realizados en Italia y los Países Bajos muestran que las parejas en las que ambos miembros ganan bien son más propensas a tener hijos, mientras que las parejas con bajos ingresos son las menos propensas a hacerlo. En Suecia se han obtenido resultados similares. En Noruega también las mujeres con mayores ingresos tienden ahora a tener más hijos.

Esta tendencia no se limita a Europa. En Estados Unidos, las familias más ricas también están empezando a tener más hijos que las más pobres, invirtiendo la tendencia observada en décadas anteriores. Un estudio realizado en siete países, entre ellos Estados Unidos, Reino UnidoAlemania Australia, reveló que, en todos los casos, los ingresos más altos tanto de hombres como de mujeres aumentaban las posibilidades de tener un hijo.

Este creciente conjunto de pruebas pone en tela de juicio la hipótesis de que la prosperidad hace que las personas tengan menos hijos.

Aun así, las tasas de natalidad están disminuyendo en gran parte del mundo, y muchos países se encuentran ahora por debajo del nivel de reemplazo. Si bien esta tendencia suscita graves preocupaciones, como el riesgo de envejecimiento y menor innovación de la población y el aumento de las diferencias en la solvencia de las pensiones públicas, es alentador que no esté impulsada por la prosperidad en sí misma. La riqueza no conduce automáticamente a tener menos hijos, y las teorías que culpan al consumismo o al aumento del nivel de vida ya no se sostienen.

Aunque el reciente cambio en la relación entre prosperidad y fertilidad es bienvenido, aún no es suficiente para elevar la fertilidad hasta la tasa de reemplazo de alrededor de 2,1 hijos por mujer, un umbral difícil de alcanzar.

Sin embargo, el creciente número de responsables políticos de todo el mundo preocupados por la caída de la fertilidad pueden considerar muchas reformas sencillas que aumentan la libertad y reducen las barreras para formar una familia, incluidas reformas en materia de educaciónvivienda y cuidado de los niños. No obstante, es importante cuestionar la creencia común de que la prosperidad conduce inevitablemente a la disminución de la natalidad: la riqueza no siempre significa menos hijos.


1es editora de HumanProgress.org, un proyecto del Instituto Cato que busca educar el público acerca del progreso humano a nivel mundial.

*Artículo publicado en elcato.org el 18 de julio de 2025

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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