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Durante la inauguración de la primera planta de biodiesel, hubo una declaración por parte del presidente que en definitiva, debería preocuparnos mucho: “Siempre cuesta hacer lo que no se sabe hacer”.
La producción de biodiesel y la extracción de litio en Bolivia tienen un impacto ambiental significativo. Los productos químicos utilizados en la producción de biodiesel pueden filtrarse y acumularse en el suelo, lo que reduce su calidad y fertilidad. La extracción de litio implica la remoción de grandes cantidades de tierra, alterando los ecosistemas y afectando negativamente la biodiversidad.
Ambas actividades tienen un impacto negativo en el agua. Durante la producción de biodiesel, los químicos y aceites utilizados pueden filtrarse en los cuerpos de agua cercanos, contaminando los ríos y las fuentes de agua dulce. Además, la extracción de litio requiere grandes volúmenes de agua, lo que puede agotar los recursos hídricos locales y afectar a las comunidades que dependen de ellos. Esta contaminación y escasez de agua son preocupaciones importantes para el medio ambiente y la población en general.
Para la producción de biodiesel se requiere una cantidad significativa de materia prima, como aceite de palma o soja, que a menudo proviene de áreas de bosque que son taladas para su cultivo. La extracción de litio implica la remoción de grandes extensiones de tierra, lo que puede resultar en la destrucción de ecosistemas forestales. Esta deforestación tiene un impacto negativo en la biodiversidad y contribuye a la pérdida de hábitats naturales.
A esto se suma la baja producción de soja en Bolivia como resultado de las sequías actuales, que podría exacerbar el impacto económico negativo de producir biodiesel sin el conocimiento y tecnología adecuados. La falta de materia prima adecuada, en este caso, la soja, podría resultar en una escasez de recursos aún mayor, lo que a su vez generaría una pérdida de inversión y bajos rendimientos.
La producción ineficiente de biodiesel llevaría a un aumento en los costos operativos, lo que afectaría negativamente la rentabilidad de la planta y, en última instancia, el desarrollo económico del país. Durante más de 15 años, en Bolivia no se ha invertido en desarrollar conocimiento y tecnología adecuada, para poder producir biodiesel en Bolivia “sabiendo” y sin tener que depender tanto de cultivos de oleaginosas, que representa, una amenaza constante ante la posible expansión de tierras para cultivo.
La falta de conocimiento sobre mejores métodos de extracción de litio en Bolivia ha llevado a fallas técnicas en el complejo para la extracción de litio en el salar de Uyuni, lo que ha retrasado la explotación del litio por varios años y ha causado un daño económico al Estado de al menos 425 millones de bolivianos.
Estos errores no sólo han retrasado la producción de litio, sino que también han impedido que la producción despegue, principalmente por falta de materia prima. Se suma, la protesta válida de comunidades afectadas, que ya sienten el impacto de esta industria sobre el agua que requieren para su consumo.
Ante estas falencias, la explotación de litio podría llevar a una producción ineficiente y costosa, lo que afectaría la rentabilidad de la industria del litio en Bolivia. La falta de transparencia y los posibles impactos ambientales y sociales de la extracción de litio requieren una atención cuidadosa y una gestión responsable.
En conclusión, ese “no saber hacer” que caracteriza los últimos años de gestión estatal, nos va ha costar más de lo que imaginamos, al generar terribles impactos ambientales, energéticos y hasta económicos. De nada sirve promocionar hasta becas de post-grado, si al final esta formación y saber hacer, no serán tomadas en cuenta al momento de plantear proyectos de alto impacto como los dos mencionados. ¿Algún día se valorará en Bolivia el saber hacer? ¿Se logrará valorar la formación académica y la experiencia profesional?
