Nosotras: detrás y al fondo del neolítico a hoy
“No hay una única causa. Son procesos con diferentes ingredientes que se van cocinando lentamente. Pero sí está claro que la desigualdad entre mujeres y hombres es un proceso cultural, que no existe un determinismo biológico”. Marta Cintas-Peña.
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Pasó otro 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, entre la lucha que seguimos librando contra las mezquindades machistas, posmachistas y las inequidades de género, amén de las demás contradicciones socioeconómicas. Otro 8 de marzo, entre sombras que intentan borrar del mapa humano los logros feministas, que los hay, aunque aún haya poco que festejar.
Sin embargo, el mejor festejo es que muchas seguimos vivas en medio de las amenazas que nos acorralan y matan, literalmente, como los 1.027 feminicidios reportados en Bolivia, desde 2013 hasta 2023. ¿Cuántos no reportados o extraviados en una administración de justicia corrupta y podrida, subsumida al poder político populista, centralista, dictatorial, con ínfulas totalitarias del Movimiento al Socialismo (MAS)? Ya con el ex Morales o con Arce Catacora, todos sociópatas, sin discernimiento entre bien y mal, ignorantes de las múltiples determinaciones de la sociedad y sin arrepentirse de sus horrendos actos. Entre ellos, la condena a la expresidenta (con a, por favor, pues la lengua habla y muta, más allá del participio gramatical) Jeanine Añez Chávez a 10 años de prisión por delitos no cometidos, sin respetar ninguno de sus derechos ciudadanos y constitucionales.
El secretario general de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, advirtió el pasado 8 que tomará 300 años alcanzar la igualdad de género. ¡Si llevamos milenios en esa tarea! Por eso hay luces, desde el conocimiento, como una investigación que se remonta hasta el Neolítico, entre 3.200 y 2.300 años antes de nuestra era, para encontrar los orígenes de la desigualdad entre hombres y mujeres. La investigación identifica un elemento que podría haber sido clave: la movilidad de la mujer al entorno del hombre (“patrilocalidad”) y revela “un proceso social y cultural creado que ha consolidado un sistema injusto”.
La investigación realizada por Marta Cintas-Peña, Universidad de Sevilla, con el respaldo del plan de investigación Marie Sklodowska Curie de la Comisión Europea, (https//.elpais.com 13.04.20221), bucea hasta la edad del cobre en España, de la mano de la arqueología y estudios de la Prehistoria. Y aportan claves fundamentales para comprender las inequidades de género. Leonardo García Sanjuán, coautor del estudio, explica que “la patrilocalidad es la regla residencial por la cual las mujeres, cuando se casan, se van a vivir a la aldea o pueblo del marido.” Explica que “Esa práctica es trascendente en el estudio del origen temprano del patriarcado pues, al salir de sus familias, de sus propias aldeas y marchar a las de sus maridos, las mujeres quedan descontextualizadas de su marco familiar y del apoyo de sus parientes y amigos, y las hace más vulnerables.”
Cintas-Peña señala que la “patrilocalidad” podría haber tenido lugar paralelamente al sedentarismo y acumulación de excedentes: “Se produce una jerarquización, un aumento de la complejidad social por la que determinados personajes acumulan poder y establecen linajes que parece que benefician al hombre con más frecuencia que a la mujer”. Por su parte, el antropólogo estadounidense Marvin Harris señala que “La abrumadora mayoría de las sociedades conocidas muestran patrones residenciales y de afiliación centrados en el hombre”. Y el arqueólogo Steve Kuhn apunta a que “la división del trabajo por género es más un producto de las normas sociales que de la biología o la psicología”. Hallazgos recientes de restos de mujeres apuntan a que ellas participaban en actividades de caza, hace ya tantos como 8000 años.
Aunque Guterres no mencionó a Irán, expulsado de la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer de NNUU, en diciembre pasado, por las protestas tras la muerte de la joven Mahsa Amini, estaba implícito. La “policía de la moralidad” cometió feminicidio contra Masha, porque llevaba ‘mal puesto” el velo símbolo de sumisión de género. Los avances hacia la igualdad de género “se están desvaneciendo ante nuestros ojos”, y la esperanza de lograrla “es cada vez más lejana… Los derechos de las mujeres están siendo pisoteados, amenazados y violados en todo el mundo”, apuntó, como las niñas y adolescentes iraníes intoxicadas con gases por asistir a la escuela.
Y recuerdo a Marjane Satrapi, la precoz adolescente de la burguesía progresista de Teherán que hace más de 40 años abandonó el opresivo y represivo Irán de los ayatolás y se marchó a Francia. Allí, contó y dibujó esa realidad en un cómic: Persépolis, de fama mundial, llevado ya a la gran pantalla. La hoy francoiraní no regresa a su país hace más de 20 años. La liberté: el hilo que todo lo une, dice, no la acompaña.
La lucha por la distribución equitativa de bienes, servicios, prestigio, libertad y poder para las mujeres es continua, pues “vivir en una sociedad que trata a cada ciudadana/o de manera justa e igual es una ventaja”, según afirma la escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie. ¡Desterremos las oposiciones binarias que nos decantan frente a hombres por el opuesto excluyente, siempre detrás y al fondo! Apostemos por “la igualdad de la mujer como distintivo de una democracia avanzada, institucionalizada y consolidada. Sin mujer no hay futuro”, bien señala el expresidente Jaime Paz Zamora.