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Santa Cruz, 28 de diciembre de 2021: la cuarta ola de COVID-19 alcanzó un récord de contagios, 3.278 infectados, con un índice de positividad de 42% (más de 5%, se lo considera alto). Los números indican que estamos en una fase de “transmisión comunitaria con alta velocidad de difusión”. En sencillo: muchos casos, muchos contagios, y pocas camas de terapia y ventiladores disponibles.
Con éstos y otros datos, no me queda la menor duda que la cepa Omicron del SARS-CoV2 está en Santa Cruz y probablemente en otros departamentos. Baso mi afirmación en la experiencia de Gauteng, el distrito de Sud África que es el epicentro del Omicron, y otras fuentes científicas. En resumen, la variante Omicron es: 1) altamente contagiosa (más transmisible que la variante Delta); 2) su difusión es más rápida porque el tiempo de incubación es de solo tres días; 3) la severidad de la enfermedad es menor, y por consiguiente la letalidad es más baja que en las anteriores oleadas; 4) los síntomas son diferentes: dolor de cuerpo, fatiga, tos seca y fiebre; 5) alrededor del 40% de los casos no tienen síntomas o son muy leves; y 6) la protección de las vacunas a la infección es algo menor pero la protección contra la enfermedad grave se mantiene alta. La vacunación completa (y si posible el refuerzo) sigue siendo nuestra mejor defensa. Sin duda alguna.
La dinámica del SARS-CoV2, como otros virus coronavirus, depende principalmente de cuatro factores, la estacionalidad (olas), la evolución viral (variantes), las tasas de inmunización de la población debido a una infección y vacunación previas, y los cambios en el comportamiento de las personas (impuestos o de forma voluntaria). Todas esas variables afectan al “factor R”, que es el número promedio de casos nuevos generados por cualquier individuo infectado en una población. Cuando el factor R es mayor que 1, la epidemia crece y cuando el factor R es menor que 1, el número de casos disminuye. Con esta información, se puede explicar que el inusitado recrudecimiento de la pandemia en esta cuarta ola fue principalmente debido a la aparición de una nueva variante (Omicron) que coincidió con un aumento substancial del contacto y cercanía entre las personas (comportamientos) motivado por las fiestas de Navidad. El alto número de casos reportados entre el 27 y el 28 diciembre fueron los que muy probablemente se contagiaron entre el 24 y el 25 de diciembre (el día del contagio, más tres días del tiempo de incubación). A solo dos días de la fiestas y encuentros de Año Nuevo, es de esperar que el numero de contagiados siga creciendo al menos que hagamos algo. En vez de preocuparnos, debemos ocuparnos, actuar en consecuencia.
¿Qué hacer?
Con o sin Omicron, el mensaje no ha cambiado sustancialmente. Considero que no hay motivos para entrar en pánico con el aumento de casos o de proponer medidas como una cuarentena rígida. La clave para mitigar esta cuarta ola son los comportamientos individuales y colectivos. Primero, debemos mantener las medidas de bioseguridad y las buenas prácticas: uso correcto del barbijo, distanciamiento físico, evitar espacios cerrados, evitar aglomeraciones, y practicar la higiene de manos. Como parte de las medidas preventivas, debemos evitar los encuentros sociales en estas fiestas de fin de año. En caso de tener síntomas respiratorios o haber estado expuestos a casos de COVID-19, debemos hacernos pruebas de laboratorio y aislarnos, si corresponde. Si el resultado de la prueba es positivo, debemos alertar a las personas con las que estuvimos en contacto. Las autoridades deben centrarse en fortalecer la capacidad de hospitalización y de atención ambulatoria de los casos de COVID-19, asegurar el acceso a las pruebas de laboratorio (pruebas rápidas y PCR), y difundir mensajes claros a la población para no dejar en manos de improvisados la narrativa de la pandemia. Todavía estamos a tiempo para salvar vidas y evitar más sufrimiento.
*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo