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El sábado pasado al mediodía vi la disponibilidad de gasolina con una aplicación y me percaté que podía cargar en una de las dos gasolineras cercanas a mi casa. Craso error: tardé 27 horas en la fila, de las cuales 19 las pasé en mi vehículo soportando calor, frio, lluvia y polvo.
Comparto aquí algunas lecciones de esas horas: errores cometidos, falta de información creíble y decisiones tomadas en medio de la incertidumbre. Lo hago porque cargar gasolina en el país hoy es un ejercicio de paciencia. También de cálculo. Y, a veces, de resignación.
Ahora quien no planifica con anticipación corre el riesgo de perder horas en una fila solo para descubrir que el combustible se agotó justo cuando era su turno.
La antigua costumbre de esperar a que el tanque esté a un cuarto de su capacidad antes de buscar abastecimiento es hoy un error de principiantes. Ahora, la prudencia exige que la búsqueda comience con al menos un 50% del tanque lleno, lo que puede parecer exagerado hasta que se experimenta la frustración de recorrer la ciudad en vano.
Para ilustrar esto, un vehículo con un tanque de 50 litros y un consumo de 10 km/L tendrá apenas 125 km de autonomía si espera hasta el 25% del tanque. Con 35 litros, en cambio, podrá recorrer 350 km, aumentando sus opciones antes de verse atrapado en una fila interminable.
Las herramientas tecnológicas han surgido como una solución parcial. Aplicaciones, grupos de mensajería y redes sociales se han convertido en foros de información sobre qué estaciones tienen gasolina.
Pero la información en tiempo real no siempre es tan real ni tan confiable porque fui víctima de desinformación bien intencionada: lo que en la mañana parecía una estación abastecida en la tarde se convirtió en un desierto de vehículos abandonados y conductores resignados. Aun así, contar con reportes recientes siempre es mejor que recorrer la ciudad en piloto automático esperando un golpe de suerte.
Evaluar el tiempo de espera en una fila es un arte en sí mismo. Si la fila mide 2 kilómetros (20 cuadras) y cada vehículo ocupa un promedio de 6 metros, es probable que haya 333 autos en espera. Si la estación atiende a 8 vehículos cada 10 minutos, el tiempo total en fila sería de aproximadamente 7 horas.
Hasta ahí, todo parece manejable para quien disfruta de largas meditaciones sobre la vida. Pero hay un problema más grande: el combustible disponible. Si el surtidor cuenta con 20 mil litros y cada auto carga en promedio 60 litros, el límite es de 333 vehículos atendidos.
Por tanto, si la fila supera las 20 cuadras, el cálculo de tiempo ya no importa, porque simplemente no habrá gasolina para todos. Nada como esperar siete horas solo para ver cómo los de adelante celebran mientras el surtidor baja la barrera y se despide con un “venga temprano mañana” que suena más a burla que a cortesía.
El horario en que se busca abastecimiento también juega un papel crucial. Durante el día, las filas son largas y caóticas, especialmente en horas laborales. En cambio, entre las 10pm y las 4am, la espera es menor, aunque requiere un sacrificio adicional: cambiar el descanso por la incertidumbre de si realmente habrá combustible. La elección es entre perder horas de sueño o perder horas de vida útil en una fila interminable.
Como si esto no fuera suficiente, reducir el consumo se ha convertido en una necesidad. Compartir vehículo con colegas, evitar trayectos innecesarios y, en casos determinados, usar taxi son estrategias que pueden minimizar el número de veces que se enfrenta esta odisea.
Desafortunadamente, el desabastecimiento de combustible es un problema estructural que no tiene una solución inmediata porque para comprarlos se requieren dólares y producirlos implica un ajuste estructural.
Hasta que algo cambie—si es que cambia—seguiremos haciendo cuentas, esperando milagros y tratando de llenar el tanque sin sentir que estamos en una competencia de resistencia.
¿Nos estamos acostumbrando demasiado a lo inaceptable? ¿Hasta cuándo?
*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo