Oppenheimer ayer y hoy. La amenaza sigue latente
La película nos recuerda vívidamente el peligro de las armas nucleares para toda la humanidad. Sin embargo, la carrera armamentista no se ha detenido. ¿Por qué no aprendemos de las tragedias del pasado?
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Por Zoe von Blücher López1
La película Oppenheimer ha sido aclamada por la crítica gracias a su particular estilo técnico y la excepcional actuación del elenco. El éxito taquillero dirigido por Christopher Nolan muestra la vida del Dr. J. Robert Oppenheimer y su rol en el desarrollo de la primera bomba atómica durante la Segunda Guerra Mundial. Nos pasea, con vértigo, en un viaje moral alrededor de las consecuencias de usar armas nucleares.
El filme permite conocer al protagonista desde que inició su educación en Europa sobre física cuántica, el ejercicio de la profesión académica en su natal Estados Unidos, hasta ser reclutado por el gobierno estadounidense para dirigir el Proyecto Manhattan, que se propuso construir la primera bomba atómica basada en uranio.
La decisión de desarrollar el proyecto Manhattan enfrentó a Oppenheimer a su primer aprieto moral. Por un lado, reconocer las implicaciones de construir un arma con tanto poder de destrucción y, por el otro, vencer a la Alemania nazi.
Debate moral y egocentrismo
Luego de tres años dirigiendo a los físicos más brillantes con el propósito de desarrollar la bomba atómica, la guerra cambió el objetivo de ataque. Ante las crecientes tensiones con la Unión Soviética, y la negativa de Japón a rendirse, el gobierno de Estados Unidos decidió usar la bomba atómica en las ciudades de Hiroshima y Nagasaki. Como se sabe, esto resultó en la derrota japonesa y el fin de la guerra.
Oppenheimer fue aclamado como un héroe nacional y apodado «padre de la bomba atómica». No obstante, horrorizado por la sangre en sus manos, el científico utilizó su nueva fama para abogar en contra de una escalada nuclear y a favor de la cooperación pacífica para controlar la carrera armamentística. Oppenheimer no tuvo éxito en esto. Años después se enfrentó a una vendetta política, que se apoyó en los viejos contactos que tuvo el físico con comunistas, para arruinar su carrera y su credibilidad pública.
La película destaca el extremo patriotismo americano. Ante el auge de la Guerra Fría, la narrativa del excepcionalísimo estadounidense convenció a toda su población que derrotar al «enemigo» justificaba cualquier medio necesario. Por lo tanto, los estadounidenses celebraron con orgullo las violentas muertes de cientos de miles de japoneses civiles. Sin embargo, en tres horas de un filme que busca resaltar lo devastador e inmoral que fue lanzar la bomba, no se muestra la perspectiva de las víctimas japonesas en ningún momento. De cierta manera, Nolan cae víctima de algo que él mismo critica: el egocentrismo americano.
Armas nucleares en el siglo XXI
Desde 1945, el mundo no ha visto la detonación de otra bomba nuclear. Pero en la actualidad nueve naciones poseen armas nucleares, muchas de ellas capaces de una mayor destrucción que las arrojadas sobre Japón. Para su desarrollo, el Estado debe tener acceso a elementos radioactivos como uranio o plutonio, y a enormes recursos económicos y militares.
Rusia cuenta con la mayor reserva en el mundo, seguida de Estados Unidos, quien también alberga sus armas en otras naciones. Ambas naciones son responsables del 90 % de las armas nucleares. El resto pertenecen a Pakistán, India, Israel y Corea del Norte, así como a los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU: China, Francia y el Reino Unido. Durante el apartheid, Sudáfrica desarrolló sus propias bombas, pero decidió desmantelarlas voluntariamente en los años noventa en pos de la democracia.
El Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) restringe la posesión de este tipo de armas. Fue ratificado por la mayoría de la comunidad internacional desde su entrada en vigor en 1970. Solo permite su tenencia a los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad. Pero nunca fue firmado por Israel, India, Pakistán ni Corea del Norte. El tratado ha sido violado por Libia, país que detuvo el desarrollo de su programa de armas nucleares al igual que México, por temor a infringir derecho internacional y ser sancionado.
En 2017, la Asamblea General de la ONU aprobó el Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares. Este busca la estigmatización de las armas nucleares para eventualmente servir como un catalizador hacia el desmantelamiento de estas. A pesar de las intenciones pacíficas de la comunidad internacional, el tratado carece de eficacia por la falta de apoyo de las potencias relevantes.
La expansión nuclear de Irán
Desde los años setenta, las autoridades iraníes abogaron por una zona libre de armas nucleares en Medio Oriente, tras ratificar el TNP. Sin embargo, el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) denunció múltiples infracciones de Irán, como no reportar materiales nucleares importados, su producción, o no declarar suministros nucleares.
Con temor, ante la proyección de un Irán armado, los miembros del Consejo de Seguridad, junto con Alemania y la Unión Europea, crearon el Plan de Acción Integral Conjunto, en 2015. Este mecanismo amplía medidas de monitoreo y restringe el enriquecimiento del uranio hasta un 3,67 % de pureza, lejos del 90 % necesitado para crear bombas nucleares. Pero, en 2018, el presidente Donald Trump decidió reimponer sanciones que resultaron en el regreso de las actividades nucleares de Irán.
Inspectores de la ONU descubrieron en Irán partículas de uranio con 83,7 % de pureza y un reactor de agua pesada en la ciudad de Arak, ideal para la producción de plutonio. Desde que estalló la guerra en Ucrania, Rusia formó una alianza con Irán gracias a su suministro de drones de ataque. Esto inquieta a líderes occidentales sobre cómo Rusia devolverá el favor. Además de proveer equipos de defensa militar, temen que Irán reciba apoyo técnico en el área nuclear y equipamiento necesario. Algunos analistas proyectan que Irán necesitaría aproximadamente un año para desarrollar una bomba nuclear.
La UE, junto a Joe Biden, han intentado renegociar un pacto con Irán, pero no han acordado condiciones satisfactorias. Ante el creciente apoyo ruso y el prometedor desarrollo de uranio puro, es imperioso que se tome la amenaza en serio y se encuentren formas de negociar. Si algo expone Oppenheimer es la responsabilidad de las potencias nucleares en la carrera armamentista y el peligro que sus rivalidades significan para el resto de la humanidad.