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Como en las emocionantes viejas películas del oeste, justo cuando los feroces opinadores económicos apaches de todos los colores de la oposición y otras tribus de mal entretenidos cercaban el paraíso económico construido por el gobierno, y cuando parecía inminente la caída del fortín del Modelo Económico Social Comunitario Productivo, desde el horizonte en polvareda apareció la caballería de los recursos naturales. Tututurutu. Justo el día de La Paz, el gobierno hizo un anuncio: se descubrió otro mar de gas natural en el norte de la región.
Con información técnica parcial sobre el hallazgo (se perforó solo un pozo), el aparato de propaganda del oficialismo se lanzó a promover el nuevo milagro de la revolución. Sólo se necesitaron 50 millones de dólares para encontrar un megacampo de gas (se estima 17 TCF). Los ineficientes excompañeros del proceso de cambio del pasado no hicieron tan magnífico descubrimiento, a pesar de haber gastado 500 millones de dólares. ¿Procesarán a los inútiles hermanos?
El milagro nuevamente infla las expectativas rentistas del país en general y en particular de La Paz. Una vez más se abren las nubes en el cielo de la esperanza y centenas de pututus al viento anuncian la salvación: ¡Pare de sufrir! Nuevamente la Pachamama con sus gases nos devolvió el horizonte del proceso de cambio.
La Paz por fin tiene los preciados hidrocarburos. Con estos, en las palabras del propio presidente Arce, este departamento recuperará el liderazgo económico. Junto al nacionalismo de los recursos naturales, se incentiva el dormido regionalismo paceño, que ciertamente irrita a otros departamentos.
Una vez más, la épica de los recursos naturales comienza a ser construida por una nueva generación. ¡Wuay! de aquellos pesimistas de plantón y de los eternos pájaros de mal agüero que no creen en la magia del modelo rentista. Para ellos, los dardos de la indiferencia, el sambenito de traidores de la madre tierra y, sobre todo, el látigo del desprestigio por no creer en la magia de hacer aparecer gas.
Aunque el prodigio aún debe ser confirmado con más pozos y estudios geológicos, la narrativa milagrosa está dirigida a los radares de las expectativas de la gente en el corto plazo. El país respira aliviado: hay luz al final del pozo Mayaya X10.
Entretanto, para que esta aparición tenga sus resultados económicos concretos habrá que esperar, en el caso más optimista, unos 4 años, y para los que conocen la realidad hidrocarburífera de Bolivia, por lo menos 8 años.
Además, un milagro no se cuestiona ni se le habla de dinero. Pero en voz baja, el propio gobierno reconoce que se necesitan 1500 millones de dólares para hacer comerciable la venta del gas. Pero como esta cantidad es inalcanzable en el corto plazo, ahora se menciona 500 millones de dólares. Eso incluye el desarrollo de varios pozos, la construcción de un gigante gasoducto y, por supuesto, encontrar mercados que sean lo suficientemente rentables. Asimismo, cabe mencionar que, dada la profundidad del reservorio y la lejanía del descubrimiento respecto a la actual infraestructura de gasoductos de Bolivia, enfrentaremos elevados costos de extracción, producción y transporte.
Por supuesto, la viabilidad de este proyecto solo con el mercado interno es baja. Recordemos que los precios del gas natural en el país son subvencionados. El mercado tendría que ser Brasil. Pero estos son detalles secundarios para quienes necesitan banderas electorales y políticas para clavar en las altas montañas de la opinión pública. La Pachamama nos volvió a salvar y eso es lo que interesa.
Entretanto, cabe recordar que la historia es caprichosa. En más de 300 años, los anuncios de la felicidad económica instantánea que llegaban con algún recurso natural han sido frecuentes. Bolivia ha entrado en varias ilusiones de desarrollo vinculadas a ciclos de los precios de las materias primas: la plata, el estaño y el gas natural.
También, en los últimos años hemos tenido un falso positivo en la narrativa gloriosa de la bendición de los recursos naturales. Es el caso del litio, presentado como el sustituto del gas natural, pero como hemos visto hasta ahora, este todavía está a muchos años de implementarse debido a problemas de ineficiencia técnica y corrupción, y no genera muchos recursos.
Pero sin querer ser el aguafiestas en este momento de gloria del rentismo gasífero, les recuerdo que la coyuntura económica es cruel. La multitud que vive de 15000 millones de dólares de importaciones legales e ilegales clama: ¡Queremos verdes! ¿Cuándo? ¡Ahora! ¿Cuándo carajo? ¡Ahora carajo!
Al gobierno no le va a quedar de otra que mirar a su alrededor y dejar para el futuro la foto de la Epifanía del gas. Necesita washingtones hoy. Veamos de dónde se puede conseguir, usando el caso de La Paz.
En 2023, la región exportó 1.700 millones de dólares de oro. Con mucho menos esfuerzo económico, pero con mucha valentía política que creo el gobierno no tiene, podría persuadir a los cooperativistas mineros para que paguen un poco más de impuestos y regalías. Asimismo, convencerlos de pagar por el diésel, pero sin subsidios. Además, con una política de regulación más proactiva hacia el sector, se podría aliviar el impacto negativo en el medio ambiente de la minería.
Si el gobierno pensara y actuara a nivel nacional, encontraría que también hay un mar de ingresos entre los cocaleros y grandes gremiales de dónde se pueden conseguir dólares en el corto plazo, por supuesto vía impuestos. Ciertamente, este párrafo debe estar sacando urticaria atómica a los libertarios, pero si queremos un país más justo, debemos realizar una reforma tributaria, rebajando impuestos a los que han pagado por casi 200 años y cobrando a los nuevos ricos creados por el modelo masista, que nunca pagaron tributos.
Por el lado positivo, en el norte de La Paz está el potencial turístico que, con menos inversión y un menor impacto ambiental, podría dar alrededor de 1000 millones de dólares al año. En todo Bolivia, el turismo podría rendir 3000 millones de dólares. Pero para esto, los espíritus rentistas deberían calmarse y deberíamos seguir apostando al emprendimiento de la gente que ha sustentado la economía en los últimos años, aunque desde una posición desventajosa en el sector informal.
Asimismo, debemos trabajar en el milagro de una política pública que se sintonice con los desafíos del siglo XXI y que no dependa de la Pachamama ni de ningún dios revolucionario, sino de nosotros mismos. Esto significa invertir masivamente en el recurso renovable más importante de la actualidad: el capital humano. Es decir, conquistar el planeta educación. Si en ese camino aparece algo de gas natural, bienvenido, pero ya no será el único eje del desarrollo.