Opinión

Pandemia superada

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Las más de 800.000 personas contagiadas con el temido coronavirus en el país ya no importan, menos los 20.500 ancianos, adultos, jóvenes y niños muertos con el mal de los mil rostros. Esa es la señal que envió Luis Arce al obviar la crisis sanitaria, su estado actual y cómo se piensa replantear la vacunación en su mensaje del sábado.

Es cierto que el principal tema de preocupación de los bolivianos en este tiempo es el económico, pero la pandemia y sus consecuencias no solamente en el ámbito de la salud, sino en la educación, en las actividades económicas y en las relaciones sociales se ubican en segundo lugar, según varias encuestas.

El que Arce haya tocado el tema de la pandemia con delgadas pinceladas, luego de que él y su gobierno le dieron máxima prioridad en la gestión 2021, da cuenta que tenemos un Presidente voluble y a quien no le cuesta nada desentenderse de un asunto central si éste no genera resultados ni réditos políticos.

Ha pasado mucha agua bajo el puente de la crisis del coronavirus en Bolivia para ser ignorada. El viernes 22 de enero de 2021 Arce anunció la vacunación de 7,3 millones de bolivianos mayores de 18 años hasta septiembre del año pasado, pero no se dio, ni siquiera con dos ampliaciones del plazo  inicial.

Estudiosos del comportamiento del Covid-19 en Bolivia como el destacado comunicador y docente universitario Rafael Vilar pintan la pandemia como es, con datos y proyecciones reales.

“En porcentajes globales y hasta el viernes 21 de enero, el grupo de 18 años en adelante ha cumplido la inmunización con pauta completa del 66,3%, el de 12 a 17 años el 30,1% y el 8,7% los de 5 a 11 años. A nivel de mayores de 5 años en adelante, a la fecha la inmunización nacional con pauta completa es del 52,7%”.

Tres de las cuatro olas del Covid-19 golpearon al país con mutaciones varias en los últimos 12 meses como la Andina, la Delta y la Ómicron, entre las más conocidas.

Fuimos objeto de burla de Fondo Ruso de Inversiones con sus reiterados incumplimientos en el envío de los lotes de primeras y segundas dosis de la vacuna Sputnik V que obligó a ampliar el tiempo de aplicación entre ambas inoculaciones en más de 90 días.

También recibimos apoyos determinantes como el de la República Popular China y la provisión de las dosis Sinopharm y la llegada de vacunas Janssen, Pfizer, AstraZeneca y Moderna donadas por Estados Unidos, México y otras naciones a través del mecanismo Covax que apuntalaron el plan nacional de vacunación.

Cómo olvidar la crisis del oxígeno que se produjo a mediados del año pasado, las enormes filas tras un cilindro del elemento vital y la compra en el mercado negro en precios exorbitantes para salvar la vida de pacientes ingresados en abarrotadas unidades de terapia intensiva.

Cadáveres embolsados y amontonados en el depósito de un hospital de Cochabamba porque la capacidad de entierros en los cementerios había quedado sobrepasada vuelven a la memoria recordando lo que ocurrió el último año.

Y cuando el país contó con las dosis suficientes para inmunizar no solamente a mayores de 18 años, sino a adolescentes de entre 12 y 17, y luego a niños desde los cinco años (más de 22 millones de dosis), se enfrentó al sabotaje de corrientes antivacunas que tenían a jerarcas del gobierno de Arce y a sectores del masismo como principales exponentes.

La mayoría de país aplaudió los decretos que dispusieron la presentación obligatoria del carnet de vacunación a partir del 1 de enero de este año y repudió primero su congelamiento hasta el 26 de este mes, cinco días después de haber sido puestos en vigencia, y luego la suspensión indefinida del requisito ante la presión de los antivacunas oficialistas.

Ha pasado mucha agua bajo el puente, agua turbia y cristalina, aunque en menor proporción. Hubiese sido un acto digno de parte del Presidente haberse referido al tema sanitario en su real dimensión, más aún en una fecha especial para los gobiernos del masismo.

No lo hizo y, por tanto, se puede inferir que para Luis Arce y su administración, la pandemia del coronavirus ha sido superada, así como el convencimiento de nuestros gobernantes de que Bolivia se encuentra en la senda de la recuperación económica sin tomar en cuenta la realidad del país.


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