Preguntas para la esperanza
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Aceptar la realidad y mirar con esperanza al futuro fueron instituciones fundamentales para que Santa Cruz pase de ser un pueblo olvidado a la capital económica del país. Nuestros abuelos en circunstancias muy difíciles -como la guerra y la hiperinflación- lo hicieron, pero la coyuntura nos exige pruebas constantes de heroísmo.
“¿Qué hizo este ser tan querido para irse tan pronto?”, “¿por qué sucede(n) esta(s) tragedia(s) a mi familia?” suelen ser preguntas frecuentes frente al irreparable dolor que pasan miles de familias por el impacto de la pandemia. Y no es casual; instintivamente, el ser humano busca las causas del sufrimiento para evitar dicho padecimiento en el futuro, pero la ruleta de la vida y la muerte tiene misterios que tal vez nunca entenderemos a cabalidad (al menos, no sin recurrir a la fe).
“Mi padre era inigualable”, se dice. “No habrá amigo más fiel como el que ya no está”, “No hay en el mundo madre como mi madre” … ¿Tienen razón? En rigor, sí. En el maravilloso proceso de la intersubjetividad, ningún ser humano es igual a otro; nadie reemplazará al esposo que ya no está, nada podrá hacer volver al hijo que tenía un futuro por delante, ninguna persona reemplazará a los abuelitos que tuvieron que partir…
¿Cómo encontrar esperanza o ganas de seguir adelante en un panorama tan desolador?
Es cierto que uno debe llorar por el alejamiento de sus seres amados y de su prójimo, todo cambio duele y el dolor de lo irreparable (como la muerte de un ser querido) suele sentirse más. De ahí que el coraje surge como el sol al amanecer: Debemos tener el coraje de seguir adelante y transmitir ese espíritu a nuestro equipo de trabajo, a nuestros socios, familiares y amigos.
Aquí es menester hacer una aclaración: si el coraje es una virtud, la cobardía es su antagonista, pero la cobardía no es condenable por la ausencia de miedos o sufrimientos -todos tenemos nuestros miedos, todos tenemos nuestros sufrimientos-, se condena moralmente al cobarde por no tener el coraje para reconocerse a sí mismo como realmente es.
Es entonces que un sentido práctico implicaría humanizar el coraje; cambiemos un poco la perspectiva: Si bien es natural llorar porque duele, sigamos adelante, aunque duela.
Así las cosas, a la hora de hablar con nuestros equipos, familiares y socios, ¿no tiene mayor valor práctico preguntarse el “para qué” del dolor que sentimos?, cambiando el enfoque del hecho lamentable, abrimos la posibilidad a hábitos que van más allá de nosotros mismos: redescubrimos enseñanzas, logros y aprendizajes de quienes partieron y obtenemos así la bendita oportunidad de compartir con otras personas las cosas hermosas que veíamos en quienes ya no están con nosotros. Así, compartiendo lo bueno y lo mejor de los demás, no solo podremos ayudar a que salgan adelante quienes necesitan urgentemente dosis de calor humano y esperanza, sino que ayudaremos a mejorar el ambiente en general, añadiremos ternura, sonrisas y buenos momentos al desafiante contexto en el que nos encontramos, pero, además, abrimos un espacio para la memoria de quienes no están con nosotros. En suma, honramos su memoria transmitiendo lo mejor de ellos; es cierto que no podemos vivir de recuerdos, pero podemos tener recuerdos para vivir con gratitud y esperanza.
Aceptar la realidad y mirar con esperanza al futuro fueron instituciones fundamentales para que Santa Cruz pase de ser un pueblo olvidado a la capital económica del país. Nuestros abuelos en circunstancias peores -como en las guerras y la hiperinflación- lo hicieron, ¿por qué nosotros no podríamos hacerlo?
*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo