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Vuela con una capa roja imitando al mítico héroe de los cómics estadounidenses. Vestido de azul, con un cinturón amarillo, aprieta los puños en apronte de batalla. Parece un personaje de la multinacional Marvel. Es “Súper Luchito” luchando “por Bolivia”.
“SL” es la sigla del apodo que usó su propaganda electoral. Lo presentaron como uno de los superhéroes de la pantalla, aquellos protagonistas adorados por los niños, y adolescentes bolivianos, incluyendo los de origen aimara.
Las famosas historietas fundadas en 1939 vencen fronteras de idioma, de ideología, de generaciones y de géneros. A pesar de ser uno de los símbolos más evidentes del imperialismo yanqui, sus imágenes son imitadas para subrayar la fortaleza de alguien.
Seguramente así lo entendieron los del equipo del Ministerio de Economía y Finanzas para destacar los logros de Luis Arce Catacora al frente de esa cartera en los años de la bonanza económica que le tocó administrar. “SL” era presentado como el artífice de la estabilidad, de la reducción de la pobreza, de la baja inflación, de las inversiones públicas y privadas. Añadían a su hoja de vida sus conferencias en las más importantes universidades de Washington (no de La Habana o de Moscú) y su trabajo de consultor internacional paralelo a sus clases en la universidad.
Sus detractores se mofaron del apodo en las redes sociales. Los expertos explicaban las causas profundas del éxito económico entre 2006 y 2014. Sin embargo, las amas de casa estaban contentas porque había de todo para comprar en el mercado. El “milagro” llegaba hasta el último rincón del territorio, de una u otra forma.
No fue obra de “SL” la estabilidad macroeconómica, pero seguramente él fue el responsable de mantenerla. ¿Qué hubiese sucedido si, por ejemplo, ocupaba ese despacho alguien como el no matemático Álvaro García Linera o un pachamamista? Arce, como funcionario público con tres décadas de experiencia en el Banco Central, tuvo la escuela más pulcra del modelo neoliberal. Por varios años evitó medidas populistas y fue reconocido como uno de los mejores ministros del subcontinente.
Fue por ello poco entendible cuando alentó medidas inmediatistas y de resultados perversos, como el doble aguinaldo. ¿Alguien ha cuantificado cuántos empleos legales y seguros se perdieron, cuántas empresas e instituciones cerraron por esa política salarial demagógica, cuántos profesionales se fueron del país?
Como presidente, Luis Arce desdibuja a “SL”. Comenzó su mandato centrado en el sainete de un golpe de Estado inventado. Optó por los discursos de odio, contrarios a su comportamiento anterior. Ignora a los microempresarios, a los emprendedores y las emblemáticas empresas nacionales que mantienen la oferta “Hecho en Bolivia”.
No respalda el esfuerzo colectivo para salvar al país del descalabro provocado por el virus exportado por los chinos. Cuando los números mejoraban, “SL” se alía con los villanos del planeta. El respaldo del Estado Plurinacional a la invasión de Rusia a Ucrania es de efectos desastrosos, como lo reconocen sus propios ministros ante la escasez de alimentos. Peste, guerra, ahora se asoma la hambruna.
¿Acaso los habitantes de este territorio en el sur del planeta no serán parte de los más sacrificados por la ambición de Vladimir Putin? Solo la humanidad unida, decidida y consciente podría detener al asesino sentado en el Kremlin.
La Kriptonita roja tiene consecuencias terribles, incluso la pérdida del poder. “SL” debería saberlo; su enemigo íntimo se aprovecha.
*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo