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De las conclusiones del polémico congreso del MAS-IPSP realizado en Lauca Ñ solo una es congruente con el propósito último de su convocatoria. Se trata de la renovación de su dirección nacional conforme a los estatutos de la organización y cuyo plazo fatal vence a finales de octubre conforme a lo dispuesto por la Ley de Organizaciones Políticas y el Tribunal Supremo Electoral.
Queda pendiente la resolución del TSE respecto al informe de los veedores que acompañaron la realización del congreso impugnado por todos los flancos. Lamentablemente, cada vez son más las señales sobre la influencia toxica que la disputa interna del MAS tiene sobre el árbitro electoral y otras instituciones estatales. Lo cierto es que, de reconocerse la validez de la dirección nacional juramentada en Lauca Ñ, el “evismo” habría dado un paso clave en la batalla por lograr la titularidad y consiguiente control de la sigla MAS-IPSP, el bien simbólico jurídico, político y electoral más preciado.
La proclamación oficial de Evo Morales como candidato “único” tiene otras connotaciones, deberá esperar a la realización de las elecciones primarias cuya realización está prevista para noviembre de 2024. Valga la ineludible mención a los pleitos del otrora partido hegemónico para referirme nuevamente a la Ley de Organizaciones Políticas y a las elecciones primarias reconocidas como el mecanismo de elección del binomio presidencial-vicepresidencial definitivo de partidos o alianzas preelectorales que concurran a las elecciones nacionales programadas para el último trimestre de 2025.
A propósito de las primarias, en Bolivia corremos el riesgo de tropezar con la misma piedra. Urge reformar el artículo 29 de esa ley, que contempla primarias “obligatorias, cerradas, no competitivas e inflexibles” aplicadas precipitada y mañosamente el año 2019. ¿Estamos dispuestos a reincidir imponiendo otra costosa pantomima electoral?
En primer lugar, no debieran ser obligatorias cuando un partido o coalición optó por una sola candidatura. Sin duda, esta propuesta seria aplaudida por Evo y su entorno; aunque aún acecha el fantasma de la inhabilitación de su candidato por otras vías, ante cuya posibilidad las voces radicales amenazaron con incendiar el país. Nada nuevo bajo el sol.
Ahora bien, de insistirse en la obligatoriedad de las primarias, estas debieran condicionarse a la inscripción de más de un binomio que permita verificar no solo el carácter competitivo de la democracia interna sino un cambio en la cultura caudillista de los partidos incapaces de lidiar con otras corrientes internas y respetar el derecho de dirigentes, varones y mujeres, a visibilizar opciones renovadoras y alternativas dentro de la organización.
Por otra parte, me sumo a la propuesta de que las primarias sean abiertas a la ciudadanía y no restringirse a la militancia registrada en el padrón partidario o de la coalición. Esta apertura sería conveniente para todos. Para el disperso bloque de oposiciones al MAS, cuyos potenciales electores se resisten a su registro militante y son claramente antipartidistas, este mecanismo permitiría una sana competencia interna.
Esta propuesta también beneficiaría a los bloques del MAS ahora fracturado. Si bien el MAS presume de contar con un padrón que orilla el millón de militantes, en las primarias de 2019 solo acudió a votar la mitad. Es un nivel de abstención que no debiera sorprender en este tipo de procesos, sean abiertos o cerrados.
Por otra parte, la apertura posibilitaría la participación de centenares de dirigentes de base miembros de las trillizas del MAS (Bartolinas, campesinos e interculturales) pero no registrados en el padrón partidario del MAS, pese a tratarse de organización sociales fundantes y constitutivas del “instrumento político”. Para la teoría política, esta militancia o adhesión indirecta vía organización social es posible cuando se trata de partidos de origen corporativo sindical.
Ahora bien, bajo el marco de la apertura, las bases de estas trillizas, orgánicamente poderosas y disciplinadas, podrían optar libremente por el candidato de su preferencia y no necesariamente votar por consigna (para lo cual deben poder eludir el control de los caciques electorales y sindicales). Ya es hora del sinceramiento con la verdadera vocación democrática de estas organizaciones sociales que hace mucho dejaron de ser “movimientos” para convertirse en burocracias cooptadas y enquistadas en la estructura de poder del momento.
Finalmente, podría debatirse sobre la conveniencia de modificar la rigidez que impone la elección de un binomio definitivo con tanta antelación a las elecciones nacionales. Sugiero que la primaria se limite a la elección de la candidatura presidencial y que la vicepresidencial surja de una evaluación posterior que bien podría recaer en otro contendor presidencial o abrirse a opciones complementarias tomando el pulso de la opinión de diversos segmentos del electorado. El binomio definitivo oficializado en plazos más flexibles corregiría las restricciones odiosas señaladas en el numeral 12 del artículo 29 que amerita revisarse por las razones anotadas y otras tantas aquí no señaladas.