Escucha la noticia
“¡¡¡La cultura a veces nos puede retrasar!!!”, tituló un post publicado por Facebook, en la página “Mi ORURO querido”, el 21 de octubre de 2023, mostrando una noticia de Unitel que ocasionó la inusitada reacción de miles de personas, señalando que les había gustado; muchísima gente la aplaudió y, aunque hubo quienes se lamentaron, lo cierto es que varios cientos la reenviaron. ¡Todo un suceso el reportaje titulado “Marín Condori, el orureño que tropicalizó la quinua para su producción en Santa Cruz”, dando cuenta de la primera cosecha del cereal, no en el Altiplano, como siempre, más bien, en la cálida región oriental, al Este de Bolivia!
“Recuerdo bien aquellos años 2010 a 2011 intentando invertir en mi Oruro querido, siendo un orureño de familia de 6 generaciones ya en Oruro, pero aun así no fue suficiente para que nuestros “hermanos” de la provincia, entiendan que se debía ver la producción de quinua con otros ojos (…) comenzó lo que se va propagar por muchos lados del mundo, de ser la capital de la producción, llegaremos a ser un productor más (…) ese tipo de razones que tenían aquellos “comunarios” sólo les llevó a darse de cara al piso una década después y ahora serán otros los que produzcan (…) quién nos podrá salvar de todo esto, acaso no pueden haber orureños de visión (…) la “cultura” o “las raíces” nos van a dejar justamente así, plantados pero hasta morir (…) por nuestro Oruro querido, un cambio y reflexión!!!”, decía el post que al leerlo, me remontó varios años atrás.
Recordé que el Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE) juntamente al Instituto Humanista para la Cooperación con los Países en Desarrollo (Hivos) llevaron a cabo en octubre de 2014 un gran encuentro -el Foro “Quinua real: Hacia una agenda participativa en Bolivia”- con gran presencia de productores, comercializadores, exportadores, investigadores, académicos, autoridades públicas, medios de comunicación, entre muchos otros, en el marco del Foro Permanente de Diálogo con la Sociedad Civil sobre Producción, Comercio Exterior e Integración, que el IBCE había institucionalizado en La Paz, el año 2007. El foro se realizó, motivado por las previsibles consecuencias que se avizoraban luego del lanzamiento del “Año Internacional de la Quinua” en la Asamblea General de la ONU, en Nueva York, EE.UU., el 20 de febrero del 2013.
“El Secretario General de la ONU, Ban Ki-moon, el Presidente de Bolivia, Evo Morales y la Primera Dama de Perú, Nadine Heredia Alarcón de Humala, fueron algunos de los participantes de alto nivel en la jornada de lanzamiento, la cual contó con diversos eventos que celebraron el “súper alimento” andino, un cultivo similar a un cereal, de alto valor nutritivo y rico en proteínas y micronutrientes” decía la nota oficial de la FAO (“Lanzamiento del Año Internacional de la Quinua”, www.fao.org, 20.02.2013), con el objetivo de llamar la atención sobre el papel que la quinua -desde entonces, el “grano de oro”- podía jugar a efectos de la seguridad alimentaria, frente al incesante crecimiento poblacional en el orbe.
Dicho y hecho, con semejante promoción internacional, no solo los mercados vieron cómo se disparaba el precio de la quinua hasta superar los 6.000 dólares la tonelada, una buena noticia para algunos, sino que, decenas de países pusieron sus ojos en el grano andino y se dieron a la frenética tarea de cultivarlo: la “mala noticia” es que tuvieron éxito en su intento.
¡Y pensar que nadie me creyó cuando advertí que en Arabia Saudita empezaron a producir quinua en el desierto!
Recuerdo que el entonces Presidente del IBCE, Ing. José Luis Landivar Bowles, conocedor del agronegocio en su doble vertiente, productiva y comercial, hizo varias recomendaciones en el Foro para que el cultivo de la quinua en Bolivia fuera sostenible en el tiempo. En mi memoria quedó grabada, además, lo que sesudamente declaró a los medios de prensa, algo que para el momento que se vivía podía resultar bastante “provocativo”, dijo que, para que la quinua boliviana sea competitiva a futuro, había que utilizar la “ciencia y la tecnología” en función de: 1) Acortar su ciclo de producción, para que pueda haber rotación de cultivos y siembra directa, evitando la erosión de la tierra; 2) Disminuir el tamaño de la planta para que no pierda tanto grano, por el batir del viento; 3) Avanzar a una producción integrada agricultura-ganadería, para la fertilización del suelo; 4) Aplicar riego y 5) Mecanizar el cultivo.
Lamentablemente, poco o nada se hizo y la productividad se fue en picada, de ahí que la exportación de quinua en 2022 apenas sumó 46,5 millones de dólares por casi 23.000 toneladas, lejos de los casi 200 millones de dólares y 30.000 toneladas del 2014.
Frente a ello, la “quinua tropicalizada” en Santa Cruz llegará a 120.000 hectáreas en 2030, con el triple de productividad del Altiplano. Las preguntas son obvias: ¿Dónde están los activistas “verdes” que defendían a rajatabla la producción tradicional de la quinua y atacaban el “agronegocio”?