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¿Qué pasará con la economía de Bolivia en 2023?

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En medio de una vorágine de acontecimientos y alta conflictividad en el país, desde octubre pasado, el Ministro de Economía y Finanzas Públicas (MEFP), Lic. Marcelo Montenegro, presentó el proyecto de Presupuesto General del Estado (PGE) para la gestión 2023, con miras a garantizar la estabilidad económica y la sostenibilidad de las finanzas públicas; la profundización de la industrialización con sustitución de importaciones; el fortalecimiento del aparato productivo con políticas de incentivo y fomento a la productividad; la ejecución de políticas sociales redistribuyendo los excedentes que genere el Estado, y la consolidación de la política de acceso universal y gratuito a la educación y salud.

El PGE 2023 apunta a metas macroeconómicas ambiciosas: que el PIB crezca 4,86%; una inflación máxima del 3,57% y, que el tipo de cambio, “no cambie”.

Para el 2023 se proyecta un presupuesto agregado de Bs317.129 millones y un presupuesto consolidado de Bs243.950 millones, con un déficit fiscal del 7,49%.

No deja de llamar la atención la menor inversión pública (4.006 millones de dólares), un 42% para el sector productivo (agropecuaria, industria, hidrocarburos, turismo, minería, energía) y 26% para el sector social. Educación recibiría un 10,8% y Salud un 10,1% asegurándose el pago de bonos sociales para la población más vulnerable (Gobierno recibirá 2,2% y Defensa 1,8%).

Lo doloroso del PGE 2023 tiene que ver con la subvención por Bs437millones a los alimentos y Bs7.642 millones a hidrocarburos, para que no suba la inflación.

Como boliviano espero que los objetivos y metas trazados no solo se cumplan, sino que se superen, sobre todo, que haya mayor crecimiento y empleos -con estabilidad- ya que de eso dependerá la paz social. Pero, para que esto no pase de una expresión de buen deseo se precisan medidas asertivas, especialmente cuando para el próximo año existe la amenaza de una recesión mundial.

¿Qué pasará con la economía de Bolivia en 2023? Solo Dios sabe, pero, para que nos vaya bien económicamente hay que hacer bien las cosas: tomar las decisiones correctas, en la dirección correcta y en el tiempo correcto.

Si el pronóstico del Banco Mundial y el FMI son ciertos, gran parte del planeta pasará tiempos difíciles en 2023 por los procesos inflacionarios y recesivos en curso, algo que nos podría afectar por el lado del comercio exterior (baja de precios) y las finanzas (subida de tasas de interés), como vasos comunicantes.

Resulta lamentable decirlo, pero así como van las cosas, aceptando como cierta la estimación lanzada desde el MEFP en las últimas semanas, de una pérdida económica superior a los 700 millones de dólares en Santa Cruz -por las razones que son de público conocimiento- el próximo año nos encontrará con una economía nacional muy frágil, con las finanzas públicas resentidas y nuestro aparato productivo, comercial y de servicios, muy golpeado.

Pero… ¿puede haber algo peor que eso? Lamentablemente, la respuesta es, sí.

Nos debe preocupar la terrible desunión en el país, a todo nivel: empezando por el divorcio entre el gobierno nacional y ciertos gobiernos subnacionales; las distancias entre gobernaciones y alcaldías; la desconfianza gubernamental con el empresariado; la confrontación ciudadana por causa de la política; y, la evidente división al interior del partido de gobierno. Así las cosas, el riesgo es que la crisis internacional nos encuentre, coloquialmente hablando, “en calzoncillos”.

La incertidumbre imperante resulta un pecado capital pues podría inducir a los agentes económicos a una extrema precaución, con una menor inversión por parte de los empresarios y menos compras de los consumidores, con lo que la demanda podría enfriarse, afectando la mayor dinámica que precisamos.

Recordemos que el país venía en una desaceleración de la tasa de crecimiento del PIB, bajando desde 6,8% en 2013 al 5,5% en 2014; al 4,9% en 2015; 4,3% en 2016; al 4,2% en 2017 y 2018; y 2,2% en 2019, la menor tasa en casi 20 años.

Vino la pandemia en 2020, la economía cayó 8,7% y, cuando empezábamos a recuperarnos en 2021 con una subida del 6,1% -esperando crecer este año al 5,1%- de resultar certeras las preocupaciones de las autoridades por la pérdida de cientos de millones de dólares en el bastión económico de Bolivia, el crecimiento del 2022 estará por debajo del 4%, con lo que el tamaño del PIB en esta gestión, en términos reales, solo igualaría al volumen que tenía en 2019.

Considerando lo antedicho y siendo que se viene un año durísimo… ¿No sería ello motivo suficiente para extremar esfuerzos, avanzar en un desarme espiritual y superar todas las diferencias que nos impiden crecer más? Si no lo hacemos, preparémonos, entonces, porque, como sentenció el Economista Senior del FMI: “Lo peor está por venir”.

¿Qué pasará con la economía de Bolivia en 2023? Solo Dios sabe, todo puede pasar, en Bolivia nada es cierto. De ahí la célebre y dolorosa expresión, de que: “En Bolivia, hasta su pasado es impredecible” (Arq. Sergio Antelo, QEPD).

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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