¿Qué tanta unión hay en la OTAN (y en el resto del mundo) en contra de Rusia?
Ted Galen Carpenter dice que más alla de la OTAN (y los aliados antiguos de Washington en el Este de Asia), la ausencia de respaldo a la estrategia de Washington de imponer sanciones severas a Rusia es intensamente evidente.
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Por Ted Galen Carpenter1
Funcionarios de la administración de Biden usualmente se jactan acerca de la unidad sin precedente de la OTAN respecto de su respuesta frente a la invasión rusa de Ucrania. Hasta cierto grado, esa actitud está justificada. Los aliados han acordado imponer sanciones de severidad inusual en contra de los líderes rusos y la economía rusa en general. Alemania incluso colocó la aprobación de la casi terminada tubería de gas Nord Stream 2 en una pausa indefinida.
La agresión de Moscú también ha desatado un sentido de alarma y una actitud más seria en una multitud de países europeos para hacer más por la misión colectiva de defensa de la OTAN. Ese cambio ha sido especialmente evidente en Alemania, donde el gobierno del Canciller Olaf Scholz aprobó un fondo de emergencia para fortalecer el presupuesto militar de Berlin con 100 mil millones de Euros. Esta última medida finalmente cumpliría con la promesa antigua de Alemania (junto con todos los demás miembros de la OTAN) de gastar al menos 2 por ciento del Producto Interno Bruto anualmente en defensa. Berlín repetidas veces había pospuesto el cumplimiento de esa promesa. Una postura mucho más militante por parte del gobierno de Scholz también fue aparente cuando manifestó su intención de enviar armas a Ucrania para fortalecer la resistencia de ese país. Los gobiernos alemanes anteriores hubieran considerado que dicha participación en una guerra intensa como algo impensable. Muchos otros miembros de la OTAN, incluyendo EE.UU., ya están entregando armas a Ucrania.
No obstante, es fácil exagerar hasta qué grado la unidad respecto de la política pública hacia Rusia llega incluso entre los miembros de la OTAN, peor aún si consideramos la más amplia comunidad internacional. De hecho, algunas grietas ya están empezando a formarse en el frente sólido de la OTAN. Cuando el Vice Premier de Polonia, Jaroslaw Kaczynski, sugirió que la Alianza envíe una fuerza armada para mantener la paz a Ucrania que provea asistencia humanitaria, las reacciones fueron ampliamente divergentes. El Ministro de Defensa estoniano Kalle Laanet dijo que la misión para mantener la paz propuesta era “una de las posibilidades” que la OTAN debería considerar, pero muchos otros gobiernos se resistieron. Todavía “estamos en etapas muy iniciales para hablar acerca de eso”, dijo el Ministro de Defensa holandés Kajsa Ollongren, añadiendo que dicho despliegue requeriría del respaldo del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas —un requisito que hizo que el plan sea imposible, dado que siendo un miembro permanente del Consejo, Rusia tiene el poder del veto.
Las divisiones dentro de la OTAN son cada vez más evidentes en torno al asunto de proveer armas a Ucrania. Abordando una masiva manifestación de campaña el 15 de marzo, el primer ministro de Hungría, Viktor Orban, enfatizó que “debemos quedarnos fuera de esta guerra … por lo tanto no enviaremos soldados ni armas a los campos de guerra”. Unos pocos días después, el Primer Ministro búlgaro Kiril Petkov declaró rotundamente que su país no se involucrará en “hostilidades” en Ucrania y que no proveerán armas.
Más allá de la OTAN (y los viejos aliados de EE.UU. en el Este de Asia), la ausencia de respaldo para la estrategia de Washington de imponerle penalidades severas a Rusia es intensamente evidente. Ese problema surgió casi inmediatamente. El 2 de marzo, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó una resolución condenando la invasión de Rusia a Ucrania y haciendo un llamado al retiro inmediato de las fuerzas militares rusas. 141 países votaron a favor de la resolución y los funcionarios estadounidenses se jactaron de que solo 5 votaron en contra.
Sin embargo, unos sorprendentes 35 países decidieron abstenerse, incluso cuando un voto favorable para contentar a EE.UU. y sus aliados debería haber sido una opción fácil, dado que la resolución era puramente simbólica, sin obligar a los miembros de la ONU a tomar cualquier acción sustancial. Aún así un número significativo de países en Asia, el Gran Oriente Medio y África Sub-Sahariana, optaron por causarle un desaire a EE.UU. Cuando más de un 20 por ciento de la membresía de la Asamblea General se niega a respaldar una medida puramente simbólica que Washington desea que sea aprobada, la coalición global patrocinada por EE.UU. luce, de hecho, frágil.
Es especialmente peligroso para los objetivos de EE.UU. que tanto China e India hayan permanecido firmes en su oposición a imponer sanciones económicas contra Rusia —como lo han hecho muchos otros países fuera de Europa y el Este de Asia. Incluso partes de Latinoamérica han titubeado ante librar una guerra económica contra Rusia. De hecho, más allá de la red tradicional de aliados de Washington, el aislamiento de Rusia parece ser significativamente exagerado.
Los politólogos frecuentemente señalan que las coaliciones suelen tener una milla de ancho pero solo una pulgada de profundidad. Esa situación bien podría aplicarse a la unidad de la OTAN respecto de la política frente a Rusia. Cuando se trata del resto del mundo, cualquier sensación de unidad en torno a ese asunto ni siquiera tiene media pulgada de profundidad.
1es Académico Distinguido del Cato Institute y autor o editor de varios libros sobre asuntos internacionales, incluyendo Bad Neighbor Policy: Washington’s Futile War on Drugs in Latin America (Cato Institute, 2002).
Este artículo fue publicado originalmente en elcato.org el 23 de marzo de 2022.
*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo