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Como si se tratara de un 6 de agosto más en el calendario de la política nacional, el presidente Luis Arce nos brindó otro episodio de su saga favorita: ‘Propaganda frente al espejo’. Esta vez, decidió deleitarse enumerando sus éxitos pasados, los cuales, según su relato, son los cimientos inquebrantables de su modelo económico. Claro, si nos guiamos por sus palabras, uno pensaría que estamos construyendo la Torre Eiffel cuando, en realidad, apenas si estamos jugando con un castillo de naipes a punto de desmoronarse. ¿Alguien se acuerda de la economía blindada?
Fiel a su estilo, dedicó buena parte de su discurso a desplegar un rosario de excusas que harían sonrojar a los más expertos en el arte de la evasión. La pandemia, el gobierno de Áñez, y, por supuesto, su nuevo antagonista, Evo Morales, son los grandes culpables de la situación actual. Cada uno tuvo su momento de gloria en el banquillo de los acusados. No contento con ello, Arce detalló hasta el último factor externo que está afectando a la economía, y denunció una conspiración interna de proporciones bíblicas. Por supuesto, la Asamblea, con su rechazo a sus proyectos de ley y los 1.000 millones de dólares en créditos que, según él, deberían ya estar en la economía boliviana, no se salvó de las críticas. En resumen, Arce demostró una vez más su habilidad para gobernar con una mezcla de denuncias y victimismo, todo en el mismo tono monocorde.
En cuanto a las “novedades”, Arce presentó su nueva apuesta: Fuga al futuro. Con gran pompa, anunció un encuentro nacional con empresarios y su gabinete social, como si un diálogo fuese la varita mágica que solucionará la crisis. Un intento desesperado por romper el cerco de la Asamblea, dirán algunos. Los diálogos nacionales con empresarios y sectores sociales afines suenan interesantes en teoría, pero, dada la magnitud de la crisis económica, llamar a diálogos es casi como proponer un debate sobre la temperatura del agua mientras el barco se hunde. El capitán del barco, en su infinita sabiduría, parece creer que los icebergs en el camino son apenas una ilusión óptica, y que su destreza le permitirá sortearlos sin problemas. No cabe duda de que Arce se considera mejor que el capitán Smith del Titanic: conoce la crisis fiscal, la escasez de dólares y otros “detalles”, pero, en lugar de actuar con decisión, opta por convocar a diálogos y referendos para que los pasajeros decidan su destino.
Durante su discurso del 6 de agosto, el presidente Arce lanzó algunas medidas nuevas y recicló otras tantas, ninguna con la fuerza suficiente para revertir la crisis que enfrenta Bolivia. Su negación sistemática de un problema evidente, como el enorme déficit público que ha arrastrado la economía durante los últimos 11 años, es digna de estudio.
Entre sus propuestas destacadas, mencionó: el uso de plataformas para facilitar pagos externos; la ampliación del uso de criptomonedas para transacciones internacionales; un plan de empleo para jóvenes emprendedores con créditos al 7,5%; y algunos incentivos fiscales para la producción de biodiésel. Medidas que, dicho sea de paso, ya han sido anunciadas en el pasado con resultados pobres.
También propuso reducir la cuota de repatriación y fomentar la reinversión de utilidades para que los dólares se queden en el país. Esto, claro, suena más a un control de capitales disfrazado. No contento con eso, volvió a mencionar la liberación de exportaciones con un plan de abastecimiento interno. Esta es la tercera vez que se anuncia algo similar y, como siempre, su cumplimiento es más una promesa que una realidad.
Entre otras medidas, mencionó la introducción de dos nuevas gasolinas, más caras y de mejor calidad. Esto también no es nuevo. Ahora bien, si la actual gasolina especial desaparece, esto podría traducirse en un “gasolinazo” encubierto, pero, por supuesto, la presentación fue lo suficientemente confusa como para disfrazarlo.
En el terreno político, con un claro sabor a campaña electoral, anunció un referéndum para que la gente decida si quiere subsidios, sobre el tema de los escaños parlamentarios y, cómo no, la reelección presidencial. En cuanto a los subsidios, es una manera técnica de trasladar la responsabilidad del déficit fiscal a la gente. A este paso, también debería preguntar sobre el tamaño del empleo público y qué empresas estatales deberían seguir existiendo. Es curioso que, durante los tiempos de bonanza, cuando la administración masista gastó más de 60.000 millones de dólares provenientes de la bonanza externa y casi 15.000 millones de dólares de las reservas internacionales del Banco Central de Bolivia, nadie consideró necesario consultar al pueblo sobre el destino de esos recursos. Ahora que el barco hace aguas, resulta conveniente preguntar si seguimos con subsidios o no.
Al Gobierno, bien le haría seguir el ejemplo de una familia sensata: si tus ingresos son inferiores a tus gastos, recorta. Para salvar el hogar no necesitas consultar qué hacer a los vecinos y parientes. Corta esos salarios gigantescos del sector público, elimina el exceso de empleo público, cierra las empresas públicas ineficientes, y elimina los subsidios al diésel a los sectores que menos lo necesitan, como los cooperativistas mineros del oro.
En cuanto a la política monetaria, el Banco Central de Bolivia debería cortar el crédito al Tesoro General del Estado. La expansión monetaria solo sirve para alimentar la inflación. El tipo de cambio debe volver a fluctuar, con una intervención parcial del Banco Central, como en los tiempos del Bolsín. Además, Bolivia necesita un crédito de 3.000 millones de dólares.
Los grandes estadistas se distinguen en los momentos críticos. Un líder, cuando el barco se hunde, debe tomar decisiones valientes. ¿Alguien se imagina a Víctor Paz Estenssoro convocando a un diálogo en 1985 para decidir qué hacer con la hiperinflación?
Con respecto a la distribución de escaños electorales, Arce sabe que está manejando un tema espinoso. Pero la Constitución y una ley establecen claramente cómo debe hacerse la distribución de escaños. Al devolver esta responsabilidad al pueblo, está abriendo una caja de Pandora cuyas consecuencias son difíciles de prever.
Finalmente, sobre la reelección presidencial, la normativa y una decisión del Tribunal Constitucional ya establecen el camino a seguir. Sin embargo, esto parece ser una estrategia para cerrar o abrir definitivamente las puertas a Evo Morales. Es decir, quiere que la gente le ayude a resolver una disputa de poder casera.